20 junio, 2014
Por Mussio Cárdenas Arellano/ Informe Rojo
Ahí, donde las nauyacas hacen su nido, en la tierra de Fidel Herrera Beltrán, un escabroso hallazgo da certeza a la denuncia del sacerdote Alejandro Solalinde: Veracruz es un camposanto, atestado de fosas clandestinas, cuerpos torturados, ejecutados, sin derecho a cristiana sepultura.
Solalinde lo dijo hace ya tres años. En Veracruz habría más fosas con
cuerpos de migrantes que en el norte del país, en Tamaulipas o
Coahuila. Y el director del albergue Hermanos del Camino relacionó al “comandante Jimmy” con el ex gobernador Fidel Herrera y con bandas del crimen organizado.
Van ahora 31 cadáveres, encontrados —martes 17— en un rancho abandonado, El Diamante, que fuera propiedad del ex alcalde Fernando Cano Cano, entre Tres Valles y Cosamaloapan, en el ejido Nopaltepec, la cuna de la fidelidad. Todos con huellas de tortura y en su mayoría con el tiro de gracia.
Le aquejaba al sacerdote católico la duda sobre la suerte que corrían
miles de migrantes que cruzan el territorio veracruzano para alcanzar
la frontera con Estados Unidos. Que se investigue la
administración de Fidel Herrera, reseñaban los medios de comunicación.
“Se descubrirán horrores contra los migrantes; hay testimonios”, decía
en mayo de 2011 Alejandro Solalinde.
Su testimonio era categórico. Advertía una masacre, violencia
desmedida, desapariciones forzadas, ejecuciones de migrantes y hasta la
acción de “cocineros” del crimen organizado para desaparecer los
cuerpos. Le inquietaba la suerte de las víctimas y más a él, en su
condición de coordinador en la región sur de la Pastoral de Movilidad
Humana del Episcopado Mexicano.
Le decía a Norma Báez, del periódico La Jornada Veracruz, que en
reunión con el entonces presidente Felipe Calderón Hinojosa, exponía que
“uno de los puntos es la situación de Veracruz, una investigación en el
estado, que se investigue a la administración pasada de Fidel Herrera
Beltrán, la desaparición de migrantes”.
Solalinde dimensionaba el caso Veracruz. “No sólo se trata de fosas clandestinas, sino que hay asesinos, descuartizadores y ‘cocineros’, mismos que se han encargado de deshacer los cuerpos de las víctimas en ácido”.
Sospechaba de la crianza de lagartos en pequeñas Ciénegas, algunas
artificiales, que “son alimentados con los restos de los muertos”.
Su llamado era a hacer justicia a los migrantes porque “lo que se va
a encontrar en Veracruz supera cualquier tipo de horror hasta el
momento conocido, pues los migrantes secuestrados y asesinados por el
crimen organizado ascienden a miles en dicho estado”.
Veracruz es un escenario de horror. Solalinde lo describe en otra entrevista, a Imagen del Golfo.
“Tiene que abrirse el suelo veracruzano, porque yo creo que ha de ser el hervidero de esqueletos por donde quiera”.
Decía que Tamaulipas, Durango y Coahuila “son una pálida sombra de
Veracruz”. Las fosas clandestinas están por doquier pues en la tierra de
Fidel y Javier Duarte, los cogobernadores, “se perfeccionó la
desaparición de migrantes”.
Solalinde veía —y ve— a Veracruz como “el cementerio más grande de México”.
Y reclamaba:
“Lo que yo pregunto en este momento es qué autoridad va a atreverse a
hacer investigaciones en Veracruz para que empiecen a buscar cuerpos
humanos, osamentas”.
Sencilla la lógica del sacerdote católico, planteaba complicidad entre los altos mandos policíacos
estatales y a la familia política que insistían en culpar
exclusivamente al gobierno federal de “secuestrar y desaparecer”
migrantes.
Era mayo de 2011. El mapa de las fosas clandestinas no incluía a Veracruz. Lideraba esa tétrica estadística Durango, con 201 cadáveres; le seguía Tamaulipas con 183; Coahuila, 39, y Ciudad Juárez, Chihuahua, 24. Hoy es diferente.
Hay fosas clandestinas en todo México. Hay fosas en casi los 32 estados del país.
En Tamaulipas, los 183 cuerpos asesinados se hallaban en 40 fosas.
Las cifras en Durango pasaron de 201 a 300 cadáveres; Jalisco 19.
En un solo hallazgo, Veracruz suma 31. Ya en el pasado se han hallado otros sepultados clandestinamente. El
sur de la entidad, en Agua Dulce, en Las Choapas, aparecen conocidos y
desconocidos, estudiantes, trabajadores, jovencitas, líderes sindicales
obreros, periodistas, como Gregorio Jiménez de la Cruz y Noel López Olguín. También narcomenudistas y sicarios de bandas rivales.
Políticamente, el hallazgo de Nopaltepec impacta al gobierno de
Javier Duarte de Ochoa. Resistirse a llamarle al crimen masivo por su
nombre, los hace sospechosos. Negar información sobre las fosas
clandestinas, ocultarla, soltarla a regañadientes como hace el Servicio
Médico Forense, lleva a preguntar qué le duele al duartismo o al
fidelismo.
Duarte y su procurador, el improvisado Luis Ángel Bravo Contreras, se
habían resistido hasta el miércoles 18 a fijar una postura sobre el
hallazgo de Nopaltepec.
Le quema las manos al gober Duarte el tema de las fosas clandestinas. Negar la realidad ha sido siempre su mejor salida. Y si no la niega, categoriza la violencia del crimen organizado como accidentes o siniestros circunstanciales.
Santuario de Los Zetas, Veracruz tácitamente le fue rentado a esa banda criminal en los tiempos de Fidel Herrera. En su territorio trasiegan la droga, reclutan migrantes, levantan
niños, se llevan jovencitas y las dedican a la prostitución, desatan el
terror del secuestro y el lucrativo negocio de la extorsión.
No ha sido ajeno a la delincuencia mayor el gobierno de Veracruz. Su
policía, la policía fidelista, fue cómplice de los malosos, les filtraba información, los protegía contra operativos del Ejército, la Marina y la Policía Federal.
Duarte se ha dedicado a simular que depura las corporaciones
policíacas, que tiene una policía acreditable en la que invierte
millones de pesos pero que sólo sirve para reprimir a la sociedad, a los
manifestantes, a la prensa crítica.
Solalinde habló hace tres años. Dijo que Veracruz era el mayor cementerio de México. Hablaba del horror de las fosas clandestinas.
Describía la muerte violenta de los migrantes. No sólo eran las tumbas
sino los asesinos, los descuartizadores y los “cocineros”.
Solalinde pedía investigar la administración de Fidel Herrera
Beltrán. Sabía el sacerdote católico que nadie, ningún grupo delictivo,
ni las mafias de la droga o sus derivados de la extorsión, puede
imponerse sin la complicidad de las instituciones, sin el encubrimiento
de los hombres de poder.
¿Quién dio el pitazo? ¿Quién realizó la llamada anónima que hizo saber de las fosas clandestinas en Nopaltepec? ¿Quién sabía con tanta precisión el lugar donde se hallaban sepultados los 31 cadáveres? ¿Por
qué ahora cuando la relación entre el gobierno salinista de Enrique
Peña Nieto y los cogobernadores Fidel Herrera y Javier Duarte está en su
peor crisis, porque Veracruz se le regatea al Presidente de México.
Solalinde habló hace tres años, en mayo de 2011. Acusó que Veracruz es un cementerio, un camposanto. Dijo que había que investigar a Fidel Herrera. Y ahora son hallados 31 cadáveres en fosas clandestinas en Nopaltepec, a cuna de la fidelidad, donde las nauyacas hacen su nido.
Nada de esto es casual.
Archivo muerto
No se sabe qué tiene más mareado a Esteban Lara: si el minicargo de
delegado de la Secretaría de Educación de Veracruz en la zona sur, o su
frecuente paso por las cantinas y bares de Coatzacoalcos. Asiduo a la
copa, el joven Esteban Lara es de los que comenzó a celebrar el empate
de México con Brasil en el Mundial de Futbol, pero con varios meses de
anticipación, y según se sabe, lo hará por lo menos de aquí a que
termina 2014. Sus juergas son de escándalo. “La Corcholata”, le
apodan sus subalternos, pues siempre está pegado a la botella, sin
reparar cómo anda la delegación de la SEV, si es que anda, y menos,
mucho menos, qué piensa de sus excesos el gobernador Javier Duarte.
Dice Esteban Lara que sus vicios son sus vicios y que, por supuesto, es
inamovible pues su padrino, el intragable Jaime Ruiz Macías, director
de Turismo en el ayuntamiento de Coatzacoalcos, lo sostiene y lo solapa,
le pese a quien le pese, incluso al propio gordobés. Esteban Malacopa
es digno ejemplo de cómo anda la educación en Veracruz… ¿A qué hora
trabaja Silviano Delgado? Multiubicuo, el titular de la Dirección
Municipal del Deporte le dedica más tiempo a sus tarea en el Atlético
Delfines de Coatzacoalcos que a su encargo oficial. Muy activo, se le
veía en los partidos de visitante del equipo campeón, en los días en que
se acarició la posibilidad de llegar a la Liga de Ascenso y luego la
frustración por no lograrlo por incumplir los requisitos establecidos
por los dueños del futbol mexicano. Cobrar sin trabajar en una
dependencia oficial, en este caso la DIMUDE, es propio de “aviadores” y
es un delito, pues afecta al erario público. Por cierto, ¿sabrá Silviano
donde quedaron los aparatos para hacer ejercicio, robados de uno de los
gimnasios municipales? Si no lo sabe es porque no está donde debiera
estar. Y si lo sabe y no lo denuncia, es por complicidad… Con cargo al
erario, ediles y funcionarios degustaban vinos finos, licor a placer y
buenas comidas mientras seguían paso a paso, minuto a minuto, el
transcurso del encuentro de futbol entre México y Brasil. Ese día,
martes 17, le hacían el gasto a Leonel Azuela, propietario el carísimo
restaurant Trocadero, un insulto al bolsillo hasta de los millonarios. O
mejor dicho, le hacía el gasto el ayuntamiento de Coatzacoalcos, que
con recursos públicos paga las francachelas de los miembros del cabildo y
la pandilla gobernante. Horas después, llegó el alcalde Joaquín
Caballero Rosiñol. Saludó a los comensales. Departió con su cabildo. Los
acompañó un rato y se fue. La cuenta será un reembolso que pagará la
tesorería municipal… ¿Quién es ese joven empresario, antes empleado sin
mayores expectativas, que fue el proveedor de lujo de armas para la
policía de Coatzacoalcos, según revelador expediente donde constan
requisiciones, facturas y órdenes de pago? Una pista: es el mismo que
abastecía al ex alcalde de Coatzacoalcos, Marco César Theurel Cotero
—“Te rompo tu puta madre”— de equipo para espionaje, para pinchar
teléfonos, para grabar video… Ratificó el periodista Pedro
Cayetano su denuncia por robo de celular que implica a Ernesto González
Quiroz, vocero del secretario de Seguridad Pública de Veracruz, Arturo
Bermúdez Zurita. Tras varios intentos, lo hizo la tarde del
jueves 12 y se le asignó el número de investigación ministerial
COAT4/352/2014. De inmediato se le cursó oficio a la policía ministerial
para que sean localizados González Quiroz, José Pumián, vocero del
Mando Único Policial; Arturo Reyes, enlace de la SSP en Coatzacoalcos, y
Pedro Eliseo Quiroz, delegado de Tránsito, los tres últimos como
testigos de la entrevista entre el vocero de seguridad y el corresponsal
de Grupo ACIR. “Caiga quien caiga”, suele decir el gobernador Javier
Duarte de Ochoa. ¿Será?…
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