domingo, 29 de diciembre de 2013

1994: Los terrores de Salinas

El subcomandante Marcos, vocero y líder político-militar del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). Foto: Germán Canseco
El subcomandante Marcos, vocero y líder político-militar del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).
Foto: Germán Canseco

Enero 1 de 1994. Arranca la insurrección del EZLN, que coloca a Carlos Salinas frente a sus peores temores: el fin de su proyecto económico y el quiebre de su legado. A partir del levantamiento encabezado por el subcomandante Marcos, el organismo de inteligencia del gobierno mexicano, el Cisen, preveía, según documentos obtenidos por Proceso, la multiplicación de guerrillas en varios estados, huelgas masivas, fuga de inversiones y contragolpes armados de la ultraderecha. Ante un escenario de esta magnitud, “Estados Unidos querrá intervenir abiertamente”.
El levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) hizo temer al gobierno de Carlos Salinas de Gortari lo peor: la movilización de otros grupos guerrilleros en varias partes del país, una respuesta terrorista de la ultraderecha y la intervención abierta de Estados Unidos. Ante ese escenario, no le quedó más que buscar una solución pacífica, mantener el cese unilateral del fuego y negar en todo momento que el de Chiapas fuera un problema militar.
Después de soslayar por meses los informes de inteligencia civil y militar sobre la gestación del EZLN, Salinas se empeñó en acotar el movimiento armado que se hizo visible el 1 de enero de 1994.
Su inmediata respuesta militar sólo duró 12 días y la reemplazó por una fórmula de negociación porque su gobierno llegaba a su último año en medio de una complicada sucesión presidencial, que se agravaría tres meses más tarde con el asesinato de su candidato presidencial, Luis Donaldo Colosio.
Este es un adelanto del número 1939 de Proceso, ya en circulación.
La gran apuesta de Salinas fue la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), pero el día que estalló la rebelión zapatista, el mandatario supo que la guerrilla no era cosa del pasado en México, a pesar de la represión militar y paramilitar desplegada en las décadas de los 60 y 70.
Los servicios de inteligencia del Estado mexicano conocían la evolución de los movimientos armados hasta llegar al surgimiento del EZLN. Sabían que era un ejército muy organizado, con una estructura amplia, relaciones intensas con organizaciones populares y preparación militar a partir de experiencias internacionales. Incluso llegaron a aceptar que había unos 35 mil hombres alzados en las montañas del sureste mexicano. La mayoría de ellos, armados con el apoyo de grupos de chicanos y puertorriqueños desde Estados Unidos.
Estaban también informados de que Chiapas era sólo una de las entidades de la Federación propicias para la guerrilla. Buena parte del país había mantenido durante años la formación clandestina de grupos armados, sobre todo en el centro y el sur. Una respuesta castrense exacerbaría más el ánimo en territorio nacional.
Tal era la lectura que Salinas hacía de los hechos en los primeros días del levantamiento zapatista, de acuerdo con dos documentos del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen) entregados a Proceso a través de la Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública Gubernamental.
Este es un adelanto del número 1939 de Proceso, ya en circulación.

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