El subcomandante Marcos, vocero y líder político-militar del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). Foto: Germán Canseco |
Enero
1 de 1994. Arranca la insurrección del EZLN, que coloca a Carlos
Salinas frente a sus peores temores: el fin de su proyecto económico y
el quiebre de su legado. A partir del levantamiento encabezado por el
subcomandante Marcos, el organismo de inteligencia del gobierno
mexicano, el Cisen, preveía, según documentos obtenidos por Proceso,
la multiplicación de guerrillas en varios estados, huelgas masivas, fuga
de inversiones y contragolpes armados de la ultraderecha. Ante un
escenario de esta magnitud, “Estados Unidos querrá intervenir
abiertamente”.
El levantamiento del Ejército Zapatista de
Liberación Nacional (EZLN) hizo temer al gobierno de Carlos Salinas de
Gortari lo peor: la movilización de otros grupos guerrilleros en varias
partes del país, una respuesta terrorista de la ultraderecha y la
intervención abierta de Estados Unidos. Ante ese escenario, no le quedó
más que buscar una solución pacífica, mantener el cese unilateral del
fuego y negar en todo momento que el de Chiapas fuera un problema
militar.
Después de soslayar por meses los informes de
inteligencia civil y militar sobre la gestación del EZLN, Salinas se
empeñó en acotar el movimiento armado que se hizo visible el 1 de enero
de 1994.
Su inmediata respuesta militar sólo duró 12 días y la
reemplazó por una fórmula de negociación porque su gobierno llegaba a su
último año en medio de una complicada sucesión presidencial, que se
agravaría tres meses más tarde con el asesinato de su candidato
presidencial, Luis Donaldo Colosio.
Este es un adelanto del número 1939 de Proceso, ya en circulación.
La
gran apuesta de Salinas fue la entrada en vigor del Tratado de Libre
Comercio de América del Norte (TLCAN), pero el día que estalló la
rebelión zapatista, el mandatario supo que la guerrilla no era cosa del
pasado en México, a pesar de la represión militar y paramilitar
desplegada en las décadas de los 60 y 70.
Los servicios de
inteligencia del Estado mexicano conocían la evolución de los
movimientos armados hasta llegar al surgimiento del EZLN. Sabían que era
un ejército muy organizado, con una estructura amplia, relaciones
intensas con organizaciones populares y preparación militar a partir de
experiencias internacionales. Incluso llegaron a aceptar que había unos
35 mil hombres alzados en las montañas del sureste mexicano. La mayoría
de ellos, armados con el apoyo de grupos de chicanos y puertorriqueños
desde Estados Unidos.
Estaban también informados de que Chiapas
era sólo una de las entidades de la Federación propicias para la
guerrilla. Buena parte del país había mantenido durante años la
formación clandestina de grupos armados, sobre todo en el centro y el
sur. Una respuesta castrense exacerbaría más el ánimo en territorio
nacional.
Tal era la lectura que Salinas hacía de los hechos en
los primeros días del levantamiento zapatista, de acuerdo con dos
documentos del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen)
entregados a Proceso a través de la Ley Federal de Transparencia y
Acceso a la Información Pública Gubernamental.
Este es un adelanto del número 1939 de Proceso, ya en circulación.
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