Autodefensa en Las Colonias, Michoacán. Foto: AP / Darío López-Mills |
MÉXICO, D.F. (apro).- Esta región de Michoacán no pudo tener
nombre más propicio para estos tiempos de violencia. Desde principios de
este año los habitantes de los municipios de la zona de Tierra Caliente
—Apatzingán, Buenavista Tomatlán, Tepalcatepec y Coalcomán— se
rebelaron contra el gobierno de opresión que desde hace años venía
ejerciendo el crimen organizado cobrando no sólo impuestos sino
aplicando una versión moderna del derecho de pernada cobrándose con las
mujeres de campesinos, comerciantes, productores de aguacate y limón,
cuando estos se negaban a pagar la cuota de extorsión.
Como una expresión del hartazgo los habitantes de estos municipios
se organizaron en grupos de autodefensa ciudadana emulando a las
policías comunitarias que desde hace años vienen funcionando en zonas
indígenas de Michoacán y Guerrero. Pero a diferencias de estas, los
grupos de autodefensa lucieron de inmediato armas de alto poder,
similares a las de las bandas del crimen organizado, equipos de
comunicación sofisticados, camionetas todo terreno y recursos para
mantenerse por tiempo indefinido que ya hubieran querido las policías
comunitarias.
La gobernabilidad y la estabilidad social en Michoacán se vienen
sosteniendo con alfileres desde hace un tiempo. La deuda millonaria del
gobierno ha impedido que los programas sociales funcionen plenamente, la
inseguridad y la violencia permea en todos los municipios, los
movimientos magisteriales y normalistas rompen los ciclos de la
educación básica y las bandas del crimen organizado se han adueñado de
buena parte del territorio.
De acuerdo con información del gobierno estatal cada año se cometen
35 mil delitos del fuero común, la entidad se la disputan tres grupos
(Los Caballeros Templarios, La Familia Michoacana y el cártel de Jalisco
Nueva Generación), en 43 municipios hay grupos de autodefensa
ciudadana, policías comunitarias, rondas comunitarias y en otros 50
guardias blancas.
Todos estos grupos de autodefensa y bandas de delincuentes cuentan
con armas de alto poder que en cualquier momento pueden usarlas a pesar
de que el gobierno federal ha hecho intentos de desarmarlos y ha enviado
a 8 mil policías y soldados como parte de un operativo de recuperación
del estado.
Tierra Caliente es la región más emblemática de la pérdida de
gobierno ante el crimen organizado. A pesar de la permanencia de las
fuerzas policiales y castrenses, hasta ahora no se han desarticulado
ninguna de las bandas que siguen ejerciendo el gran negocio del
narcotráfico, extorsión, secuestro, piratería, venta de autos, etcétera,
estimado en casi mil millones de pesos anualmente.
El dominio de las tres bandas criminales se mantiene intacto a pesar
del incremento de las tropas y grupos de policías, y la muestra más
clara fue el enfrentamiento de hace unos día en Apatzingán entre grupos
de autodefensa ciudadanos y bandas criminales, ciudad que en la región
conocen como la casa de Los Templarios. Además ninguno de los líderes de
estos grupos ha sido tocado en su fuero construido a sangre y fuego.
El secretario de Gobernación, Miguel Osorio Chong, declaró
recientemente que están “recuperando territorio” en Michoacán, mientras
que el gobernador Fausto Vallejo Figueroa, hace esfuerzos por mantener
la gobernabilidad del estado tras su regreso de varios meses por una
enfermedad anunciado que invertirán en obras sociales en los municipios
donde surgieron los grupos de autodefensa ciudadana para también
recuperarlos.
Gobernabilidad y territorio, dos de los elementos esenciales del
Estado de derecho, están ausentes en Michoacán y esto conlleva a la
inestabilidad y a la ingobernabilidad.
Si se desata la violencia en esta entidad los costos serían
altísimos sobre todo para el gobierno de Enrique Peña Nieto, que en su
primer año ya sufre un desgaste político por el golpeteo del Pacto por
México y los miles de muertos que se siguen registrando por la guerra
contra el narcotráfico que ya lleva ocho años consecutivos.
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