Joaquín Hernández Galicia |
Fue
un ardid. Espantados por la renovación moral de Miguel de la Madrid,
Joaquín Hernández Galicia, La Quina, líder moral del sindicato
petrolero, y Salvador Barragán Camacho, líder ejecutivo, tramaron el
engaño. Y es que las cosas ya no eran iguales. La Quina había jugado
varias veces con el chantaje de su retiro, Siempre le había dado
resultado. Hasta que ya no.
Cuando Luis Echeverría subió a la
Presidencia. La Quina lo invitó a su plaza fuerte, Ciudad Madero. “Señor
presidente, yo ya estoy cansado y he pensado en retirarme de la vida
sindical”. Echeverría ante semejante pérdida: “No, Joaquín. Quédese
usted. Siga”. La Quina, sacrificado ante el mandato supremo: “Está bien,
señor presidente, como usted ordene”.
Seis años más tarde invitó a
José López Portillo: “Me retiró, señor presidente, ya estoy cansado”.
López Portillo, ante la pérdida irreparable: “Usted es necesario,
Joaquín, tiene que seguir”. La obediencia de La Quina: “Como usted
ordene señor presidente”. Otros seis años. Invitó a Miguel de la Madrid:
“Ya estoy cansado, señor presidente. He pensado en retirarme”. Silencio
presidencial. De la Madrid quería una limpia en Pemex. Y La Quina y
Barragán tramaron el sacrificio expiatorio.
En un restaurante del
DF se reunieron con El Trampas, Héctor García Hernández, su
lugarteniente en Coatzacoalcos y en la zona sur, de quien Barragán era
jefe, protector y compadre. Analizaron con él la gravedad de la
situación y le anunciaron que lo ofrecerían en holocausto, para
aparentar la renovación moral del sindicato: te destituimos, te
acusamos, huyes, le echamos tierra al asunto y en dos años vuelves. Lo
destituyeron, huyó a McCallen, lo acusaron, le cargaron los platos rotos
y la vajilla entera. Eso no estaba en el trato. El Trampas reaccionó en
McCallen y le escribió una carta al presidente. Dijo lo que sabía –y
sabía mucho– de sus jefes. Le tocó a La Quina el turnó de reaccionar.
Mandó a secuestrar a El Trampas. Lo trajeron de McCallen vendado y en la
cajuela de un automóvil. Lo entregaron a la policía de Reynosa. La
policía lo llevó a Ciudad Madero, ante La Quina: “Te dije que te sacaría
de donde te metieras”. Lo hicieron firmar acusaciones. A un calabozo en
Tampico. Incomunicado. Al Reclusorio Sur. Encarcelado.
Desde
1983, Proceso ha venido publicando la historia negra de La Quina y del
sindicato petrolero, forjada en connivencia y bajo tutela de Pemex. A
decir verdad, desde marzo de 1977 –número 18 de la revista–, cuando fue
asesinado Heriberto Kehoe Vincent –Secretario general y presidente del
Consejo de Vigilancia de la sección 30, con sede en Poza Rica– y herido
Oscar Torres Pancardo, su sucesor, que también sería asesinado tiempo
después.
La historia de La Quina no es nueva ni es oculta, aunque
apenas se haya “descubierto” en estos días. Hace más de diez años que se
viene denunciando. Ni es el presidente Salinas el primero que la
conoce. El 21 de marzo de 1983 –No. 333– Proceso publicó: “Enésima
denuncia. Durante su largo cacicazgo en el STPRM, La Quina ha sido
reiteradamente acusado de enriquecerse ilícitamente, de realizar
negocios personales con recursos sindicales, de reprimir toda disidencia
y hasta de contrabando de armas, como ocurrió en noviembre de 1977,
cuando se descubrió un cargamento destinado a él en el buque tanque
‘Gustavo A. Madero’, en Veracruz”. Las autoridades tardaron doce años en
descubrirle armas a La Quina. Y homicidios. Aquí presentamos una
síntesis de la historia negra que Proceso ha contado durante doce años.
HABLA EL TRAMPAS
En
una carta de McCallen y desde su conocimiento interno del sindicato, El
Trampas informa al presidente Miguel de la Madrid: la corrupción
sindical opera en el gremio petrolero. del monto total de las obras que y
servicios que ejecuta, Pemex entrega al sindicato el 2% para obras de
beneficio social. El Trampas, cuando recibía la orden expresa, cobraba
ese dinero, lo depositaba en una cuenta bancaria personal y luego giraba
sobre esa cuenta a nombre de La Quina. El era sólo uno de los
sobradores. La Quina manejaba el dinero personalmente. En diez años –y
de los pesos de entonces– la suma fue de 20,000 millones.
Lo mismo
ocurre con los fondos que provienen de las tiendas sindicales de
consumo, de las granjas, de los ranchos, de las cajas de ahorro
sindicales. Lo mismo ocurre con el 35% que el sindicato cobra a sus
contratistas, porque tiene el poder de subcontratar las obras que Pemex
le encarga. Sólo el secretario general –Barragán– y La Quina –tras
bastidores– deciden en qué se gasta, en qué se invierte y cómo se maneja
ese dinero, sin recibos, sin documentos, sin constancias. En
consecuencia, todos los miembros del Comité Ejecutivo General –los
cobradores, El Trampas entre ellos– no pueden justificar el dinero
recibido ni su destino. Sólo La Quina sabe, pero La Quina recibe en
efectivo el dinero depositado en otras cuentas personales. Los
responsables son otros. Nadie puede oponerse a las órdenes del jefe, aun
a costa de sus intereses personales.
Que se haga una auditoría en
el sindicato, le pide El Trampas a Miguel de la Madrid, y se sabrá lo
que es el manejo de ese dinero. (La auditoría, por supuesto, nunca se
hizo). Ahí están enredados los gastos, las inversiones, las obras
sociales reales o supuestas, las viviendas de los líderes y de los
afiliados –construidas o no–, a lo que hay que sumar los préstamos –780
millones– del Banco Nacional de Obras Públicas.
El Trampas al
presidente: que se investigue la fortuna personal del secretario general
del sindicato. Se verá la trampa que le tendieron al Trampas. Y al
presidente. Le ofrece pruebas y documentos.
Allí no se detiene El
Trampas, Barragán y La Quina quitan de en medio a quienes estorban y
callan a sus opositores, como le pasó al Güero Kehoe. Se acalló la
investigación de su asesinato.
El Trampas envió su carta el 22 de
agosto de 1983. Ese mismo día el presidente De la Madrid acudió a la
celebración del aniversario sindical petrolero con Mario Ramón Beteta,
director entonces de Pemex, con La Quina y con Barragán, en el que
Beteta anunció “el surgimiento del nuevo Pemex, con el apoyo de la
agrupación sindical”.
Beteta notificó que se proponía “aplicar la
renovación moral que erradique las maniobras inconfesables, las
ineficiencias, las desviaciones y los hábitos malsanos” en la empresa.
El director de Pemex acababa de aumentar en miles de millones, por obra y
gracia del nuevo contrato colectivo de trabajo, las canonjías del
sindicato, “exponente excepcional de la energía y entrega que
caracterizan a nuestra clase trabajadora”.
La Quina, en su
discurso del día: “La gran historia de México, escrita por los
sacrificios de los hombres, ha sido manchada también por los hombres que
la han traicionado por su egolatría, por su ambición dictatorial, por
sus propósitos de enriquecerse, no importando los medios. A pesar de
esto, nuestra historia y nuestra bandera siguen avanzando contra estas
desviaciones humanas. Nos gustaría ver qué pasaría si en un momento
terminaran de golpe todos los mantos aceitíferos. A ver si esos enfermos
o convenencieros que tanto insultan a la industria petrolera, a sus
trabajadores, vivirían de lo que tanto queremos”.
El Trampas acaba de escribir desde McCallen y Miguel de la Madrid tenía la carta. Todos cantaron el Himno Nacional.
El
Trampas a Proceso, en el Reclusorio Sur: “Ningún director de Petróleos
Mexicanos se ha decidido hasta ahora a combatir la corrupción sindical.
Todos han preferido cuidar el escritorio y su posición política. La
Quina y Barragán Camacho son los que mandan. Ellos han implantado el
terror en el sindicato y se han enriquecido escandalosamente con las
concesiones de la empresa, en perjuicio de la nación”.
Contratismo,
usura, imposición, pistolerismo, despilfarro, negocios personales
solapados por Pemex, maniobras de los líderes para conservar el poder,
intrigas, acusaciones falsas, parrandas de Barragán en Las Vegas, juego,
hipocresía, engaño, robo, traición, poder. “Joaquín ha enloquecido de
poder”. Son las denuncias de El Trampas. 1983.
La Quina llegó a la
secretaría general nacional por decisión de Pedro Vivanco, el cacique
antecesor, en 1962. Y a Pedro Vivanco fue al primero que eliminó, en
cuanto agarró el poder. Luego siguió Rafael Cárdenas Lomelí. Después
Manuel Terrazas y otros.
“Mantiene su poder a base de terror. El y
Salvador lo controlan todo, lo deciden todo. Las secciones han perdido
toda autonomía. Ellos ponen y quitan dirigentes. Ahí está el ejemplo de
Poza Rica. Murió Heriberto Kehoe. Murió Oscar Torres Pancardo –8 de
septiembre de 1983–, que eran dirigentes de la sección 30. Entonces
llega Salvador y, sin más, dice: éste. E impone al sucesor de Oscar. Por
dedazo, en una sección que tiene mas de 6,000 trabajadores”.
Otra
forma de someter y de hacer incondicionales a los dirigentes de sección
es ponerles “un cuatro” para que se metan en problemas. “Es lo que
hicieron a Sebastián Guzmán Cabrera en Minatitlán. Le quisieron poner
una trampa para que luego llegara a La Quina como su salvador y así
tenerlo agarrado”.
Junto al terro, el dinero. Se cierra el candado
del poder sindical. “Dinero para comprar gente, para chantajear, para
apercollar a los trabajadores. Préstamos personales como forma de
sometimiento. Ahí tienen la caja de ahorros de Ciudad Madero.
Simplemente eso: millones de pesos que La Quina maneja a su antojo,
porque el dinero es suyo y de Salvador. Ellos ganan los intereses. Ellos
prestan. Ellos disponen los descuentos. A su antojo. La Quina,
personalmente, autoriza o niega los préstamos. Y Pemex hace los
descuentos al trabajador, a lista de raya.
“Si te pones al brinco o
no estás de acuerdo con lo que hacen, le dicen al jefe de la caja de
ahorros: a éste déjamelo con cinco pesos a la semana. ¿Y qué hacer?
Tienes familia. Ni modo. Tienes que ir corriendo a suplicarle a Joaquín.
Y entonces, como perdonavidas, ordena que te reduzcan el descuento,
pero ya te tiene agarrado.
“En Pemex, los que están arriba solapan
la situación. Eso ya ni se dice. Pemex tiene que hacer lo que el
sindicato ordene. en lo de los préstamos, la empresa se concreta a
aplicar los descuentos conforme con las relación que le pasa el
sindicato. Nada más.”
DESTINO, LAS VEGAS
De
acuerdo con información publicada por Proceso en su momento de 1977 a
1983 –y en los pesos de entonces– se calcula que La Quina recibió de
Pemex, por el 2% de las obras, más de 70,000 millones, por comisiones,
de los contratistas a quienes La Quina y Barragán asignaban los
contratos.
Por la cláusula 36 de contrato colectivo, el 40% de las
obras de Pemex se otorgaba al sindicato, que podía subcontratarlas. el
contratista escogido entregaba al sindicato 35% del monto de la obra.
Desde ese momento, el contratista ya iba quebrado, obligado a robar en
el campo, a dar dinero a los supervisores para inflar estimaciones. Así,
una obra que Pemex tiene calculada en 200 millones, al darle el
contrato al sindicato se eleva a 400 millones.
El sindicato asigna
esos contratos sin concurso. Por eso el contratista tiene que dar el
35%. El concurso impediría la corrupción. Por ejemplo. En 1971, cuando
Barragán ocupaba por primera vez la secretaría general, se construyó la
refinería de Tula. Barragán manejó el asunto completo. La obra costó
28,000 millones de pesos. El sindicato recibió el 2% de esa cantidad,
uno 360 millones.
Otros negocios de La Quina. La perforadora El
Aguila. Se le pagaba en dólares. Había equipos parados y se les pagaba
tiempo muerto. Había equipos de Pemex parados, para que trabajaran en la
perforadora El Aguila, a costa de Pemex.
La flotilla de camiones
Mac. en todos los departamentos de transportación de Pemex habían
equipos y trabajadores parados –no trabajaban–, para darle preferencia a
esta flotilla. se duplicaban los costos. Pemex tenía sus vehículos, con
sus choferes, pero estaban parados.
Ambas empresas son de
contratistas privados, de prestanombres, porque La Quina es el dueño de
todo. Pero hay prestanombres que lo cubren, como Sergio Bolaños y Ramiro
Garza Cantú.
Sergio Bolaños compró en 1983 el colegio Hamilton,
en 1,100 millones de pesos, y un predio contiguo, en las Lomas de
Chapultepec, y –meses antes– la casa que fuera de Carlos Trouyet.
De
acuerdo con los testimonios publicados, eran frecuentes las franchelas
de Barragán y otros líderes en Las Vegas. Iban tres o cuatro veces al
año. también a Lake Tahoe y a Atlantic City. Con muchos cuates. A veces
50, 60. Todo pagado. Una noche, en Las Vegas, Barragán perdió un millón
de dólares en el bacará en cuatro o cinco horas.
Otras veces se
trasladaban Las Vegas a Ciudad Madero, para las fiestas de La Quina y de
Barragán. Se llevaban diez, veinte mujeres. En avión especial.
Directamente de Las Vegas. Mujeres para divertirse.
El sindicato
petrolero fue fundado por Lombardo Toledano y por Eduardo Soto Innes. El
último secretario general en su historia independiente fue Eulalio
Ibáñez. La independencia del sindicato terminó en 1949, cuando Miguel
Alemán implantó el charrismo sindical.
Eulalio Ibáñez, en 1983,
fue entrevistado por Proceso. Dijo: “El Trampas, La Quina y Chava son el
fruto más acabado de la corrupción del sistema. Es un iluso quien crea
que el gobierno quiere acabar con ellos. El gobierno les ha dado
impunidad, apoyo económico y fuerza política, para someter a los
trabajadores. Si pensamos con ingenuidad que al gobierno ya no le
sirven, de todos modos nos pondrían en su lugar a otros peores, más
eficientes”.
El Negro Ibáñez previó entonces el futuro de El
Trampas: “Lo van a tener encerrado un tiempo, devolverá algo y, como
todos están sucios, lo dejarán en libertad a cambio de su silencio”. El
Trampas estuvo un tiempo en la cárcel, devolvió algo y lo dejaron en
libertad, aunque su silencio no fue total.
CON DIAZ SERRANO, RELACIONES CORDIALES
Había
complicidad de líderes y empresa. La empresa obedecía órdenes de La
Quina y de Barragán y les concedía todo: contratos libres, permisos,
plazas, prebendas y dinero. No sólo Pemex. La Secretaría del Trabajo
solapaba las imposiciones y arbitrariedades de La Quina. Mediante
mordidas de 50,000 pesos, los inspectores de esa dependencia avalaban
asambleas seccionales inexistentes y la designación de líderes por
dedazo. Los secretarios del trabajo, en tres sexenios fueron buenos
amigos de La Quina. Lo mismo Salomón González Blanco que Gálvez
Betancourt que Pedro Ojeda Paullada. Nunca tuvo La Quina ninguna
dificultad con ellos.
Las relaciones de Jorge Díaz Serrano con el
sindicato fueron muy cordiales. Trataba directamente con La Quina y con
Barragán. Se veían a solas. Con Díaz Serrano, la empresa concedió a los
líderes cuanto quisieron. Los funcionarios de Pemex, incluido el
director, iban con frecuencia a rendirle pleitesía a La Quina, en su
casa de Ciudad Madero. Lo mismo ocurrió después con Mario Ramón Beteta.
Jesús
Reyes Herodes, cuando fue director de Pemex, fue el único que quiso
frenar la corrupción. Por eso La Quina y Barragán lo consideraron
siempre su enemigo.
En el sexenio de López Portillo, José Andrés
Oteyza, secretario de Patrimonio, se opuso a que el sindicato manejara
los contratos en la forma en que lo hacía. Detectó esa corrupción y por
eso su relación con La Quina siempre fue mala. Con él no hubo amistad,
como la hubo con Francisco Javier Alejo. Con Oteyza hubo pleito y
enfrentamientos verbales. Muchas veces. Hubo ocasiones en que se negó a
recibirlos en su despacho.
Tampoco Miguel de la Madrid, entonces
secretario de Programación y Presupuesto, estuvo de acuerdo con los
contratos. Según Héctor García Hernández, “don Miguel hizo un estudio.
El sindicato no debía manejar a su antojo las obras, por ningún motivo.
El dijo no. Si el sindicato quiere obras, que concurse. Y dos veces
rechazó la petición del presidente López Portillo de que accediera a las
demandas del sindicato. La primera vez, don Miguel se negó, entonces
fueron los líderes a ver otra vez al presidente. Y el presidente le
volvió a pedir su acuerdo. Con su puño y letra, López Portillo le puso
que tomara muy en cuenta al sindicato de petroleros. Aunque no le
ordenaba directo. Y don Miguel volvió a rechazar la petición. Luego yo
ya no supe nada”.
El caso fue que el sindicato logró su propósito
con el apoyo de Díaz Serrano y tuvo manos libres para subcontratar las
obras, mediante comisión del 35%. Y eso hizo que los contratistas
elevaran sus costos al doble o más.
FARELL Y BARRAGAN ABRAZADOS
Estaba
El Trampas en la cárcel. Estaba en curso su juicio. Estaban frescas sus
denuncias y sus acusaciones. Era el 28 de octubre, dos meses después de
la carta a Miguel de la Madrid. Los petroleros realizaron una reunión
para evaluar la obra del sindicato en el programa alimentario del
presidente. Asistió Beteta. Asistió Arsenio Farell Cubillas, secretario
del trabajo. Asistió Francisco Labastida Ochoa, secretario de la Semip.
No asistió La Quina.
Barragán y Farell se abrazaron. Como en los
tiempos felices. Discurseó Farell: “Los felicito por estos logros.
Ahora, como nunca, la industria petrolera requiere de ustedes, señores
trabajadores. Su espíritu de colaboración, de nacionalismo y de lucha,
su sentido revolucionario para que en la paz, en la democracia, en la
igualdad, este país llegue a ser lo que todos deseamos, igualitario y
justo”.
Ocho meses atrás, el 20 de febrero, La Quina había
pronunciado un discurso en su plaza fuerte: “Debe ser nuestro amigo,
como dijo Chava Barragán, por la buena o por la mala; pero el presidente
Miguel de la Madrid va a tener que ser amigo de los petroleros de todo
el país. Qué importa que el mismo gobierno no nos comprenda; qué importa
que nuestros amigos, los presidentes, empiecen en contraposición con
nosotros y terminen siendo nuestros amigos”. Así fue con Echeverría. Así
fue con López Portillo. Así fue con Miguel de la Madrid.
El 5 de
enero de 1984, los líderes petroleros estaban en Palacio Nacional para
asegurarle al presidente que se sumaban a la renovación moral y darle un
regalo de Reyes: “Las fallas que tenemos las vamos a corregir en menos
de dos años”. Así le dijo La Quina a De la Madrid. La Quina, acusado de
crímenes para eliminar a sus enemigos y proteger su poder y sus
ganancias; que alardea de someter a los presidentes por las buenas o por
las malas; líder de una pandilla que “está destrozando Petróleos
Mexicanos,” como le reveló a Luis Echeverría su director de Pemex,
Antonio Dovalí Jaime; responsable de una política sindical fincada en el
uso de la fuerza, de la represión y de la violencia, como tantas veces
acusó Hebraicaz Vázquez, dirigente del Movimiento Nacional Petrolero. La
Quina, ahora, ante Miguel de la Madrid, campeón de la renovación moral.
El
presidente recibió satisfecho el compromiso y agradeció el apoyo de los
petroleros y su deseo de emprender, con el gobierno, un “amplio
programa de superación”. Les dijo: “Es tiempo de renovar nacionalismo y
patriotismo, y de revocar las virtudes morales del pueblo mexicano”.
Barragán
se purificó: “La corrupción en el sindicato quedó atrás. Es una hoja
que ya se dobló y no quiero acordarme”. La Quina se sublimó
humildemente: “Todos tenemos el compromiso –se dirigía al presidente– de
seguir su ejemplo, de que todo se maneje con honestidad”. El combate a
la corrupción quedaba en manos de los líderes acusados de propiciarla.
Faltaba
el coronamiento. Echeverría le había suplicado –ordenado, para La
Quina– que se quedara, que siguiera. López Portillo le había dicho que
era necesario. De la Madrid no le había dicho nada. Todavía. Pero se lo
dijo, finalmente, el 4 de julio de 84, en la plaza fuerte. Allí, en
Ciudad Madero, el histórico 4 de julio, Miguel de la Madrid cinceló sus
palabras:
“Quiero reconocerle al sindicato petrolero su tenacidad,
su esfuerzo, su sentido de lealtad y de compromiso por hacer de
Petróleos Mexicanos, cada día más, un modelo de empresa mexicana, un
modelo de honorabilidad, un modelo de honestidad en el manejo de su
sindicato”.
Y se dieron el abrazo. Cálido. Efusivo. Miguel de la Madrid y La Quina. Frente a 12,000 petroleros. Los dos amigos.
Habían
empezado las fiestas saturnales. Por esos tiempos se publicaron tres
libros sobre la vida incorruptible y luminosa del líder petrolero:
hombre ejemplar, ser humano incomparable, trabajador incansable,
valiente, generoso, audaz, visionario, patriota, vigilante, modesto,
pobre, demócrata, recto, honrado, tierno, prudente, amoroso, dadivoso,
abnegado. Un espejo en el que deben verse los mexicanos, urgidos de
modelos que imitar. Se editaron dos discos con canciones románticas de
su propia inspiración, evidencia de su espíritu sensible, sencillo y
popular. Se puso en marcha una campaña por radio y televisión para
exaltar las aportaciones del sindicato petrolero al desarrollo del país y
al bienestar de los mexicanos. Las saturnales romanas para glorificar
al héroe surgido de la pobreza.
El periodista Luis Suárez puso el
broche de oro con una entrevista a La Quina –”La Quina visto por La
Quina”– que publicó en la revista Siempre el 27 de junio de 1984, ocho
días antes del abrazo de Miguel de la Madrid. Joaquín Hernández Galicia
se describe a si mismo: “Soy un hombre realizado, seguro de mi mismo, el
más feliz del país. He dominado la egolatría y la vanidad. Mis
virtudes: lealtad, trabajo y honradez”. “La pobreza me destroza y me
deprime; la opulencia y el desperdicio me enfurecen”. “Los placeres me
gustan a base de hacer el bien. A cualquiera que sea, hasta a mis
enemigos”. “Soy humilde y sencillo”. “Soy apasionado de las cosas
buenas, pasión buena, lealtad, trabajo, creatividad, realizaciones,
todas las causas nobles”. “Así va a ser, hasta que el Supremo Creador
disponga mi meta final: ser un sembrador permanente”. Y así por el
estilo.
“MODELO DE HONESTIDAD”: MMH
Beteta
encendió las velas del santuario. 27 de mayo de 1984. Ciudad Madero.
“Amigo Joaquín, amigo Chava. Se reafirmaron las relaciones de
entendimiento y de amistad entre los trabajadores y la administración de
Pemex. Siempre atentos, como están ustedes y quienes los encabezan, al
acontecer nacional y apoyados, como lo están, en su patriotismo
acrisolado, los dirigentes del sindicato, encabezado por Joaquín
Hernández Galicia y por Salvador Barragán Camacho, han comprendido la
necesidad de apoyar sin reservas, como lo hemos venido a ratificar aquí
esta mañana, la política de Miguel de la Madrid. Yo estoy seguro de que
éste no es solamente el principio, sino la ratificación de un
compromiso, de una relación cada vez mejor, cada vez más sólida, cada
vez más sincera y cada vez más llena de afectos verdaderos entre el
sindicato y la dirección de Petróleos Mexicanos”.
De la corrupción
“ya no quiero ni acordarme”. Prepotencia, abuso, venta de plazas,
tráfico de contratos, negocios privados al amparo del sindicato,
reprensión –inclusive física–, asambleas espurias, despilfarro sin
límites, explotación de los trabajadores transitorios, complicidad con
funcionarios corruptos de Pemex, terror como instrumento de poder,
imposición abierta de dirigentes seccionales y nacionales, violación
sistemática de los estatutos sindicales, manejo personal de cientos de
miles de millones de pesos sin rendir cuentas a nadie, 2,000
trabajadores comisionados al servicio personal del dirigente moral del
sindicato, montones de acusaciones y de denuncias judiciales y
periodísticas, alteros de expedientes, pruebas y documentos. Todo quedó
atrás. “Ya no quiero ni acordarme”, dijo Barragán. La Quina es un modelo
de honestidad en el manejo de su sindicato”, dijo Miguel de la Madrid.
* * * * *
1977.
Antonio Madrigal Mendoza mata al Güero Kehoe, líder de la sección 30,
Poza Rica. Kehoe era del grupo de La Quina. Desde 1972 y, sobre todo en
1975, cuando intentó reelegirse como secretario general de la 30, los
trabajadores lo acusaron –y presentaron documentos– de enriquecimiento
inexplicable.
Ya entonces, Hebraicaz Vázquez acusaba: “El
asesinato de Kehoe es el resultado de tantas injusticias, represión,
corrupción y falta de democracia en nuestra organización. Para evitar
hechos sangrientos tan lamentables, es necesario devolver a los
trabajadores la autonomía seccional y sindical, la libertad para elegir a
sus representantes. Mientras Joaquín Hernández Galicia siga imponiendo
comités ejecutivos locales y delegados a las convenciones, éstos
responderán a los intereses de grupo de La Quina y no a los legítimos
intereses de los trabajadores. Esta situación propicia no sólo la
corrupción en todos los niveles, sino una alarmante baja productividad
que da origen, entre otras consecuencias, a una duplicación de costos de
producción. Ha llegado el momento de rectificar, destruyendo la
estructura económica y política creada por Hernández Galicia, que
provoca estallidos de violencia”. Demandó una investigación a fondo. No
se hizo.
En marzo de 1975 se suicidó Félix Lezama Alvarez, en
Macuspana, Tabasco. En septiembre de 1974, Jaime Marín Servera fue
encontrado muerto en su automóvil incendiado. El cadáver tenía un balazo
en la cabeza.
Antes de suicidarse, Lezama dejó dos cartas, una
dirigida al gobernador del estado, Mario Trujillo García: “Yo, Félix
Lezama Alvarez, secretario general de la sección 29, soy parte del
triunvirato que formamos José Vasconcelos Morales y Héctor García
Hernández (El Trampas), para acabar con la vida de Jaime Martín
Servera”. Lezama se quita la vida por remordimiento y para pagar su
acción.
“Que se sepa, ninguno de los otros dos inculpados en este
crimen ha sido sometido a proceso”, dice Hebraicaz. “Es una prueba más
de la impunidad que ofrece a sus testaferros la mafia que maneja el
sindicato”.
En 1978, Poza Rica era una ciudad de 200,000
habitantes; 60,000 de ellos hacinados en tugurios. El 87% de sus calles
no tenía pavimento. La mitad de las casas no tenía agua potable y más de
la mitad no tenía drenaje. Agua contaminada hasta la podredumbre,
desempleo, corrupción, mendicidad, carestía, pandillerismo, hedor
permanente, suciedad, vicio, prostitución. Ciudad petrolera. Allí se
inició la epopeya del petróleo nacionalizado hace 50 años. De allí se
habían extraído, hasta 1978, 2,000 millones de barriles de crudo.
Allí
vivía José Torres, enfermo, alcohólico, limosnero a los 78 años de
edad, después de haber trabajado 27 años en Pemex como transitorio. Como
él, 11,000 trabajadores –hoy se calculan 100,000– estaban en espera de
una plaza en Pemex, de un trabajo fijo y seguro.
Allí vivía Anastasio Camuel, en un prostíbulo inmundo de la zona de tolerancia, añorando el auge de los años cincuenta.
Allí
era la proliferación de vinaterías, cervecerías, cantinas y piqueras
–400 en ese entonces–, mientras 82 policías tenían a su cargo la
vigilancia del municipio.
Allí era el feudo del siniestro FRUS,
camarilla dirigente de la sección 30, con sus líderes millonarios y
poderosos y con 250 funcionarios privilegiados y de confianza de Pemex,
aislados en zonas residenciales y clubes exclusivos. Dos de sus
dirigentes, el Güero Kehoe y Oscar Torres Pancardo fueron asesinados.
Hoy se especula y se rumorea otra vez sobre el autor del segundo de esos
asesinatos.
De allí, de Poza Rica, salió en otros tiempos un
joven ambicioso, Joaquín Hernández Galicia, que se fue a Ciudad Madero a
iniciar el camino que lo llevaría a crear el imperio sindical
petrolero, el imperio de La Quina.
Allí, en los años cincuenta,
sembraba el terror con sus pistoleros un líder atroz, Pedro Vivanco, que
haría disparar a sus hombres contra una manifestación popular, en 1958,
y que encumbraría a La Quina en 1963.
De allí huyó a Estados Unidos, ese año, Jaime J. Merino, con el producto de 18 años de saqueo.
Represión
de trabajadores disidentes, escandalosa venta de plazas, viacrucis
inacabable de los transitorios, cacicazgo del Güero Kehoe –y su muerte
nunca investigada– y asesinato nunca aclarado de su asesino.
Poza Rica fue el teatro del XL aniversario de la expropiación petrolera, presidido por José López Portillo.
* * * * *
En
1974, La Quina y Barragán trataron de desarticular la disidencia
sindical. Los dirigentes del Movimiento Nacional Petrolero, la
disidencia más importante entonces, encabezada por Hebraicaz, fueron
sancionados por el sindicato y cesados por la empresa.
Nueve años
después, en 1983, la Suprema Corte de Justicia les otorgó el amparo
contra la determinación del sindicato y de las autoridades laborales.
La
empresa les da dinero. Si no lo da, lo obtienen de sus negocios. Si
necesitan más, lo piden prestado, con la seguridad de que la empresa les
condonará la deuda. Acumulan ganancias y cuotas sindicales. Negocios
dentro de los negocios: cooperativas agropecuarias, tiendas sindicales,
fábricas, constructoras, equipo de perforación terrestre y marítima,
concesiones, poder político, contratos y subcontratos, regalo de Pemex
al gusto y al capricho. Sólo de cuotas sindicales, en 1983, obtenían 100
millones mensuales. Regalo de 75 millones de Pemex para terminar el
centro de convenciones de la sección Uno. Regalo para muebles de
oficina. Condonación de una deuda de 25 millones. Regalo de 400 millones
para incrementar el fondo sindical de compras de artículos para tiendas
petroleras y para producir alimentos en los centros agropecuarios del
sindicato. Regalo de 8 millones para un equipo de comunicación en las
tiendas sindicales.
En todos los negocios sindicales trabajaba gente que cobra en Pemex. Unos 4,000.
En
1980, el sindicato valuaba sus propiedades en 2,000 millones. Hoy se
calcula que valen más de 100,000. Y abarcan todo: tierras cultivables,
cabezas de ganado y de ganado estabulado, fábricas de ropa, mueblerías,
ladrilleras, imprentas, funerarias, cines, maquinaria pesada y de
perforación.
En 1979, La Quina modificó los estatutos para que el
secretario general durara cinco años. Cuando Vivanco lo hizo llegar a la
secretaría general, su período fue de 1963 a 1964. Y propuso la
creación de un nuevo cargo en el Comité Ejecutivo Nacional: director de
obras sociales y revolucionarias del sindicato. Era el puesto que creaba
para su persona, que ocupó de inmediato y desde el cual dirige su
proyecto de “Revolución Obrera” y el líder moral del sindicato.
“En
1974 –relata Hebracaiz–, en una asamblea amañada, la sección 15 nos
aplicó la cláusula de exclusión. El Movimiento Nacional Petrolero no se
desarticuló. Al contrario. En Marzo de 1980, nos mandó llamar el
presidente López Portillo, para acusarnos de intransigentes: atentábamos
no sólo contra el sindicato, sino contra el país. Nos propuso que
fumáramos la pipa de la paz con Hernández Galicia y con Barragán. Y le
dio instrucciones. Al respecto a su secretario particular, Roberto
Casillas, y al secretario del Trabajo, Pedro Ojeda, para que fueran
testigos del acto.
“Barragán nos llamó primero, para que
platicáramos en su casa de Ciudad satélite. Nos dijo que, por
instrucciones de Joaquín, íbamos a ser reinstalados en la empresa, a
condición de que firmáramos una carta. En ella querían que aceptáramos
que nuestro movimiento estaba financiado por políticos como Jesús Reyes
Heroles, Emilio Martínez Manautpou, Francisco Javier Alejo, Horacio
Flores de la Peña y Antonio Dovalí Jaime”.
Todos enemigos de La
Quina. “Nos negamos a firmar. Ni nos levantaron el castigo ni nos
reinstalaron. Al contrario: presionan a la Junta Federal de Conciliación
y Arbitraje para que fallara en contra nuestra”.
Nueve años después, la Suprema Corte revirtió el dictamen. “Barragán y La Quina no lo querían creer”.
HACE 12 AÑOS, ACOPIO DE ARMAS
En
la misma denuncia, Hebraicaz Vázquez hace responsable a La Quina de dos
asesinatos, de la venta de plazas en Pemex, de agresiones a los
trabajadores y de fraudes a Pemex y al Sindicato de Trabajadores
Petroleros de la República Mexicana (STPRM), acusaciones que repitió
–con más elementos y pruebas– en noviembre de 1983, ante la Procuraduría
General de la República.
Pero no le hicieron caso. Ahora –doce
años después– Hebraicaz dice “los presidentes anteriores nunca tuvieron
la voluntad política para investigar los hechos”. Por el contrario, “la
corrupción sindical fue prohijada por el propio gobierno. Luis
Echeverría y José López Portillo le dieron a La Quina tanta concesión y
poder que crearon un Frankestein, que pronto los rebasó y los
condicionó.
“Estos expresidentes, afirma deben asumir su
responsabilidad histórica por ello, porque no es posible que así, de
repente, se descubra que La Quina y sus incondicionales son corruptos y
asesinos. Los presidentes en turno supieron todo. Fueron, en su momento,
los hombres mejor informados. Si a La Quina se le permitió hacer y
deshacer fue porque contó con anuencia presidencial y si a La Quina se
le dieron concesiones de Pemex fue porque el presidente en turno así lo
dispuso”.
“Luis Echeverría prometió intervenir, acabar con la
corrupción y actuar conforme a derecho. A instancias suyas hubo varias
reuniones con el secretario del Trabajo, Porfirio Muñoz Ledo. Con él
platicamos de nuestros proyectos: queríamos que hubiera nuevas
elecciones en el sindicato, por vía del voto secreto y directo. Nunca se
resolvió nada. Seguramente no tuvo la autorización presidencial.
Llegamos a tener ciertas esperanzas de que Luis Echeverría hiciera
justicia. Nada de eso ocurrió: en 1975 tomamos las instalaciones
sindicales y en junio de ese año nos aplicaron la cláusula de exclusión.
Treinta meses estuvimos fuera de Pemex y Echeverría terminó hablando
muy bien de Hernández Galicia.
“A José López Portillo le expusimos
la corrupción sindical y le mostramos nuestro desacuerdo por su
política petrolera. Nos dijo que no comprendíamos, que deberíamos
acostumbrarnos a la riqueza del petróleo. Pidió que limáramos asperezas
con Barragán Camacho y con Hernández Galicia, cosa que fue imposible.
“Eran los años del boom petrolero y La Quina era útil para el sistema: se necesitaba el control de los trabajadores”.
* * * * *
Durante
su largo cacicazgo, La Quina ha sido acusado infinidad de veces de
múltiples cargos, incluso judicialmente. Hasta de secuestro, golpes,
injurias y vejaciones ejecutadas por sus guardaespaldas. Nunca nadie
había logrado nada en su contra.
Lorenzo Cantú Nava, petrolero
sindicalizado, lo acusó en 1976 y fue golpeado. El 2 de marzo de 1983,
con copia a autoridades federales y estatales, le escribió a La Quina:
“Es ya mucho el daño que usted ha hecho a la nación, a Petróleos
Mexicanos y al sindicato. El apoyo oficial le ha permitido desempeñar su
triste papel de cacique todopoderoso durante más de 20 años,
convirtiendo en caricatura el viejo sindicato petrolero. Ud. cometió la
indignidad de expulsar de la organización sindical a muchos antiguos
trabajadores que tuvieron el privilegio de conocer, vivir y actuar en la
época del sindicato democrático, que fue desmantelado por Ud.
“En
previsión de que sea cierto que se retira (La Quina acababa de anunciar
su retiro por enésima vez), le pido dos cosas. La primera, que rinda
cuentas claras sobre el incalculable capital que Ud. ha manejado a su
entero capricho durante más de 20 años, como si fuera de su propiedad
personal. La segunda, que Ud. por ética elemental, informe a los
trabajadores cual era su patrimonio al hacerse cargo de la
responsabilidad que ostenta, y a cuánto asciende hoy.
“El
cumplimiento de estos dos deberes, uno de carácter legal y otro de
carácter moral, no lo releva de sus responsabilidades históricas.”
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