Por José Luis Ortega Vidal
Niñez drogadicta: un asunto de Estado y de Amor
(1)
Empresarios
de Coatzacoalcos han manifestado su preocupación por el incremento de niños
drogadictos en las calles porteñas.
Varones y
mujeres, adolescentes, jóvenes y niños, los drogadictos que le preocupan a
miembros del sector privado ocupan esquinas de la ciudad para pedir limosna o
trabajar como limpiaparabrisas.
La queja
de los empresarios señala que se han dado casos de agresiones por parte de los
muchachos.
Una de
las posibles soluciones –plantean los ciudadanos preocupados- es solicitar la
intervención de Seguridad Pública y ubicar a estas víctimas de la drogadicción
en albergues donde se puedan rehabilitar.
(2)
El problema
de la drogadicción es multifactorial.
Lo es
entre la población adulta, pero en los sectores juvenil e infantil lo es aún
más.
Me
explico: un adulto pudo haberse convertido en drogadicto a una edad ya avanzada
y por decisión propia, consciente y ajena a influencias familiares, sociales,
económicas, psicológicas o de otra índole.
Existe
–sin embargo- un amplio número de adultos, hombres y mujeres de todos niveles y
estratos económicos, que se convierten en drogadictos por voluntad propia, en
forma consciente, pero influenciados por factores externos: como la necesidad
de socializar, la existencia de un ámbito familiar problemático, un éxito o un
fracaso económico y la existencia de desórdenes psicológicos nuevos o añejos;
etcétera.
(3)
El caso
de los niños, adolescentes y jóvenes drogadictos –hombres y mujeres- se vincula
a todos los aspectos expuestos anteriormente, pero con el añadido de la ruptura
total o parcial de entornos familiares, de la inseguridad y explotación económica,
del abandono social y de abusos físicos, sexuales y daños psicológicos
profundos desde la primera, segunda o tercera infancia.
Vale
señalar que la drogadicción entre niños, jóvenes y adultos existe en todos los
estratos sociales: clase baja, clase media y clase alta.
Dicho de
otro modo: entre los familiares de los empresarios –por ejemplo- pueden existir
problemas de drogadicción.
La
diferencia entre una persona drogadicta de clase alta y alguien de clase baja,
es la capacidad de atender su adicción y la opción de manejar este tema en
privado.
Un niño
drogadicto que surge del lumpen proletariado, irremediablemente saldrá a la
calle a exhibir su adicción y a pedir limosna para sobrevivir junto con ella.
Un niño o
joven o adulto drogadicto, miembro de una clase social con recursos económicos
suficientes, puede obtener la droga sin necesidad de exhibirse en la calle ni
pedir limosna.
Esa es la
única diferencia.
Un
drogadicto que pertenece a una familia con dinero, irá a un Centro de
Rehabilitación privado.
Un
drogadicto de la calle será llevado por la policía a un Centro de
Rehabilitación que es llamado así aunque no cumpla los requisitos para serlo.
Es claro
que la niñez más vulnerable es la de la clase baja. Es más fácil encontrar a un
niño adicto en ese sector de la población que en la clase media o la clase
alta.
El
motivo: en la clase baja el abandono total es común; mientras que en los
estratos sociales de menor pobreza el abandono se disemina, es menor.
Por otra
parte, en la medida que pasamos a la adolescencia, juventud y adultez, el
cáncer de la drogadicción nos ataca a todos y son los valores, los entornos
familiares y las condiciones sociales las que nos permitirán defendernos al
respecto y evitar caer en esta situación que es dañina para todos.
(4)
A los
drogadictos, a todos, se les debe conceptualizar como víctimas, no como
victimarios.
Son un
producto individual, pero también social.
Han
llegado al drama en que se encuentran, por circunstancias que involucran a
todos las estructuras sociales y sólo en el caso de los adultos, son victimas
también de decisiones personales.
El de los
niños y adolescentes adictos, es el rostro más grave del fenómeno de las
drogas.
Ellos son
absolutamente víctimas del fenómeno de las drogas: sin importar su condición
económica, ni su género.
Por lo
tanto, pensar en que el problema de los niños y adolescentes drogadictos en las
calles de Coatzacoalcos se puede solucionar con apoyo de la Secretaría de
Seguridad y con albergues de rehabilitación, es un planteamiento equivocado.
Un adicto
requiere de atención múltiple, que abarque aspectos de salud física y
psicológica; sociológicos, que permitan atenderlo desde la perspectiva de su
individualidad pero también desde su entorno; económicos, para rehabilitarlo no
sólo en sus aspectos físicos, sino en sus necesidades como ciudadano y como
miembro de una sociedad que lo proteja, no que lo combata.
El tema
de la drogadicción también tiene que ver con la educación: rehabilitar no sólo
significa atender y recuperar habilidades físicas, sino también habilidades mentales,
psíquicas, psicológicas.
También:
Rehabilitar es sinónimo de Amar.
Los niños
drogadictos carecen de amor y creen encontrarlo en las drogas o a través de
ellas se olvidan de esa carencia.
Lo mismo
pasa con muchos adultos drogadictos.
(5)
El tema de
los niños y adolescentes drogadictos pasa, a su vez, por el tema del crimen
organizado.
Indefensos,
muchos niños y jóvenes son introducidos a la drogadicción por medio de la
violencia y luego son utilizados como “burros” del narco para poder sostener su
adicción.
En este
caso, el tema que nos ocupa además de ser de seguridad, es un asunto de Estado.
(6)
Entiendo
que todos compartimos la preocupación de los empresarios de Coatzacoalcos por
los niños drogadictos que cada día son más en las calles de la ciudad.
A su voz,
son muchas las voces que deben sumarse.
Y sobre
todo: son, somos, muchas las manos que debemos empezar a actuar.
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