sábado, 28 de abril de 2012

Reynaldo Escobar

Con la carga de las derrotas priistas en Xalapa



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*Derrotados en las urnas tres aspirantes a Los Pinos y 3 a gobernadores

*Reynaldo Escobar cuenta historias del fracaso panista en un país convulso

*Ha perdido 15 kilos en campaña, pero está amarrando el voto priista

Por Luis Velázquez/Segunda parte

Xalapa, Veracruz. 28 de abril de 2012.-El candidato anda en campaña. Camina el distrito. A pie. De casa en casa. El eje central, escuchar a la gente. A los otros. Entra a una tienda de la colonia El Moral y platica con las señoras. Pasa a una tortillería y se come una tortilla y platica con las mujeres. Pasa a una miscelánea y sigue dialogando. Entra a una carnicería y se lleva medio kilo de bisteces y platica. Pasa el autobús urbano y se trepa. Y saluda. Y obsequia el tríptico con la foto de Enrique Peña Nieto y la suya.
Reynaldo Escobar camina desde temprano. Un desayuno de trabajo con los electores. La visita a otra colonia. Y a otra. Y a otra. Todo el día. A las 7 de la noche, apenas oscureciendo, llega de invitado especial a la asamblea, digamos, de las transportistas independientes, todas mujeres. En la noche, en su búnker, cafecito y pan con los promotores electorales.
El candidato a diputado federal por Xalapa urbano carga el siguiente peso histórico: en el año 1994 el candidato presidencial del PRI, Ernesto Zedillo, perdió la elección en el distrito. Y en otros más de Veracruz.
En el año 2000, Francisco Labastida Ochoa también perdió Xalapa urbano. Y otros distritos.
En el año 2006, Roberto Madrazo Pintado de igual fue derrotado.
En 1998, el candidato priista a gobernador, Miguel Alemán Velazco, perdió Xalapa.
En 2004, Fidel Herrera Beltrán, también.
En 2010 no obstante que le habían prometido 80 mil sufragios, Javier Duarte perdió Xalapa. Y otras regiones.
Por eso Reynaldo Escobar camina. Más de doce horas diarias atrás del voto. Y lo promociona para el candidato presidencial de su partido, el rojo. Y para los Yunes priistas, sobrino y tío. Y, claro, para él mismo, luego de 37 años de carrera en diferentes cargos públicos y de 22 años como maestro en la facultad de Leyes de la Universidad Veracruzana.
Aprendiz de zapatero, de panadero y repartidor en el final de la niñez y la adolescencia, el candidato platica con la población electoral, sin rollos ni discursos populistas y ramplones ofreciendo el paraíso utópico, como otros candidatos que bajan el cielo y las estrellas diciendo que terminarán con la pobreza durante los tres años en el Congreso federal.
Debajo de un árbol frondoso, con mucha sombra, el candidato escucha. Toma nota. Registra peticiones. Una hora después, quizá más tiempo, en vez de una perorata tan estéril como inútil, conversa. Cuenta historias. El frívolo paso de Vicente Fox y Marta Sahagún (aquella que gobernaba con un brujo en Los Pinos) y de los hermanitos Bribiesca. Y sus negocios millonarios. El toallagate, las toallas de 4 mil pesos que Martita se compraba para secarse luego del baño.
También cuenta la historia de Felipe Calderón cuando apenas llegó a director de Banobras y solicitó un préstamo para comprarse una residencia. El desengaño del presidente del empleo, como se llamaba a sí mismo Calderón. Los 90 mil muertos que ha dejado la guerra contra el narcotráfico. Los 80 mil desaparecidos en el país. Muchos, dice, en Veracruz. Y en Xalapa.
“No es posible”, dice el candidato, “tanto derramamiento de sangre. Y tanto desempleo”.

EL CANDIDATO HA PERDIDO 15 KILOS

Entonces recuerda a los electores aglutinados alrededor, debajo del árbol, que a la hora de despedirse Benedicto XVI dejó a Felipe Calderón ‘’la víbora chillando’’ por el número insólito de muertos.
Y también recuerda que cuando días después Calderón viajó a Estados Unidos, el presidente Barack Obama también le dijo que el número de muertos en ningún momento justificaba la narco/guerra.
Así, el candidato se convierte en el único del priismo con un lenguaje frontal, de cara a la realidad. Sin evadir hechos ni circunstancias. Planteando a la gente, a partir de historias, el estilo de gobernador de los dos presidentes azules.
Incluso, cuando describe las ambiciones políticas de Marta Sahagún, de pronto el candidato interrumpe la historia y pregunta si ahí la dejan o desean conocer el desenlace de la telenovela foxista.
La gente, entonces, pide más. Y detalla cómo, de qué manera Martita abandonó a su esposo, Bribiesca, para seguir a Fox. Y cómo se le metió a Fox hasta la recámara. Y como sus hijitos hicieron negocios a diestra y siniestra. Y cómo Martita también con su Fundación Sahagún.
Los electores terminan más indignados que nunca, cuando, y como en la colonia El Moral, miran y redescubren la desigualdad social y económica que habitan.
Con Fox, recuenta el candidato, 60 millones de pobres. Con Calderón, 28 millones más en pobreza alimentaria.
¡Ah, el México que están dejando los presidentes panistas!, exclama Reynaldo, y a partir de las historias, arranca el aplauso, la solidaridad, la garantía de que la gente votará por la fórmula tricolor.
Casi 40 años de Reynaldo en el servicio público. Polémico, controvertido, bragado, una vez más enfrentará a la oposición en las urnas. Y su reto es descomunal. Tres candidatos del PRI a Los Pinos han perdido en el distrito de Xalapa urbano. Tres candidatos a gobernador, también. Ahora lucha para “sacar al buey de la barranca” como sostiene el dicho ranchero. Y camina. Tanto, que por ahora ha bajado 15 kilos. Y además, está a dieta rigurosa con una nutrióloga. Recobrando vitalidad y destreza en el cuerpo. (Tomado de El Piñero/ 28 abril del 2012).

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