Por Angel Gabriel FERNANDEZ
Dicen que un comentario lo puede hacer cualquiera; un análisis sólo lo puede hacer alguien con conocimiento de causa.
Hoy he decidido hablar de la policía, porque sé lo que es ser policía… sé lo que se sufre desvelarse, dormir a veces en el frío suelo o en las bateas de las unidades, percibir un mísero sueldo, recibir órdenes a veces absurdas de autoridades municipales, hacerla de mandadero o cargador.
El actual inspector de la policía municipal, Víctor Acrelio Alegría, tiene un gran paquete; es un hombre sencillo, de pueblo, que tiene ganas de servir y en descargo de él, nadie nace sabiendo. Lo he visto preocupado por la incidencia de delitos, pero también en su descargo, debe saber que ya recibió así la ciudad.
Al inspector de la policía nadie le dejó siquiera un archivo de expedientes o de fotografías de los delincuentes más comunes que operan en la ciudad. Recibió la corporación cuando los elementos no trabajaban, inconformes porque no les pagaban.
A la gente, de plano, nada le gusta. Cuando se veía a “El Diablo” Vázquez que llegaba a cenar a los restaurantes del centro y que cerraba las calles con sus escoltas, críticas. Cuando se enteraban que Alfonso Lara Montero apretaba las tuercas a los delincuentes, críticas. Cuando en una ocasión un comandante de la Judicial fue encerrado por un comerciante de la calle Hidalgo, críticas por manso. Ahora que el jefe de la policía Víctor Acrelio, es conocido, populachero, con quien se puede platicar, críticas.
La situación que se vive en el País es preocupante; la mala educación a las nuevas generaciones ha provocado que ahora vivamos inmersos en la delincuencia.
Se ha in tentado de todo: hasta traer a Rudolf Giuliani, el famoso ex alcalde de Nueva York que puso en práctica el programa “Cero Tolerancia”.
El problema no es que falten policías; es un problema cultural.
Aunque venga la Scotlan Yard de Londres; aunque venga la Sureté de Francia; aunque entre el FBI de los Estados Unidos, aunque hagan revivir a la KGB de Moscú y ni aunque traigan al Mossad, la famosa policía secreta de Israel… aunque traigan a los mejores policías del mundo, en México las cosas sólo van a cambiar cuando se inculquen verdaderamente los valores ciudadanos y cuando el nivel de educación sea mayor.
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El policía actual gana dos mil 200 pesos a la quincena. Menos de 70 pesos diarios, con los cuales tiene que mantener a su familia, pagar el transporte ya que la mayor parte de elementos es del área rural. Ese dinero les debe alcanzar para mandar a sus hijos a la escuela, para comprar medicinas y hasta para traer el “lonche” para comérselo como ambulantes, ya que hasta desaparecieron la cocina que había en el cuartel.
Mientras el ciudadano trabaja… el policía trabaja; mientras el ciudadano duerme o se divierte… el policía trabaja.
El policía actual gana dos mil 200 pesos a la quincena. Menos de 70 pesos diarios, con los cuales tiene que mantener a su familia, pagar el transporte ya que la mayor parte de elementos es del área rural. Ese dinero les debe alcanzar para mandar a sus hijos a la escuela, para comprar medicinas y hasta para traer el “lonche” para comérselo como ambulantes, ya que hasta desaparecieron la cocina que había en el cuartel.
Mientras el ciudadano trabaja… el policía trabaja; mientras el ciudadano duerme o se divierte… el policía trabaja.
CARTA DE UN POLICÍA A SU HIJO…
Si hijo mío soy policía, mi trabajo es muy modesto -tú lo sabes- y apenas nos da para vivir, pero dentro de su modestia tiene muchas satisfacciones; somos los malos de la sociedad que tanto nos necesita y tan mal nos paga, pero créeme hijo da gusto servir a los demás y nos sentimos importantes cuando salvamos una vida, protegemos un inocente o detenemos un criminal; estas son satisfacciones que en otro trabajo no se tienen, nuestra profesión es a veces ingrata y nos arrojan piedras o insultos cuando cumplimos con nuestro deber, porque todos quisieran que la ley se cumpliera solo para los demás y no para ellos.
La gente nos humilla cuando nos ofrece una dádiva para que no cumplamos con nuestro deber y si la aceptáramos nos dirían deshonestos, tú sabes hijo, que cuando salgo de la casa no se si volveré a verte porque nuestro trabajo es de riesgo constante en donde va de por medio la vida misma.
Así es a veces tenemos que morir defendiendo la vida y la propiedad ajena mientras tú me esperas inútilmente para darme ese beso que a diario me das de bienvenida y entonces hijo me duele decirlo ya no volverás a verme porque habré entregado mi vida por esta ingrata sociedad que tanto nos exige y nada nos da, y ni siquiera es capaz de pedir que nos den un sueldo decoroso para que tú y todos los hijos de los policías puedan estudiar una carrera en la que puedas servir como yo a los demás, si a veces no te veo es porque en este ingrato, pero emocionante trabajo, no tenemos horario.
Si es cierto trabajamos ocho horas, pero solo cuando se puede, pues a veces por necesidad del servicio nos doblamos en horario de trabajo. Lo siento hijo, nosotros nunca decimos que no cuando sabemos que otros nos necesitan para su seguridad, porque es cierto que cuando la sociedad descansa o duerme nosotros estamos de pie vigilando. Cuando quisiera poder estar a tu lado vigilando tu sueño, mirándote crecer, sonriendo contigo, pero confórmate con verme de vez en cuando.
De todas formas yo estoy contigo pensando en ti porque nunca te olvido. Ahora yo también estudio para ser mejor policía y eso también me impide verte más tiempo. Perdóname hijo me gusta ser policía y lucho como mis compañeros porque tú y otros niños jóvenes y adultos puedan desarrollarse con seguridad y puedan caminar por las calles y llegar a la escuela libres de sobresaltos y de miedo, porque para eso estoy aquí y por eso soy policía, no importa que todos nos ataquen y que la gente nos acuse por no dejarnos golpear, robar, o matar.
Si tu supieras hijo con qué clase de gente nos enfrentamos diariamente: drogadictos, borrachos, asesinos, influyentes, todos ellos irrespetuosos y agresivos y nosotros tenemos que tratarlos como si fueran gente decente; de veras estos es lo que más nos lastima, que no sepan o no se den cuenta que nosotros también somos seres humanos y que nos duelen los insultos y las agresiones y que crean que estamos obligados a aguantar todo porque somos policías olvidados de Dios.
Hijo quiero que comprendas y que sepas que porque soy policía no puedo atenderte como te mereces ni darte todo lo que necesitas; solo puedo darte como herencia mi honor, mi orgullo y mi dignidad de hombre.
Este artículo fue transmitido el viernes en la radio local, XEVZ, en los noticieros de las 6:15 de la mañana y 2 de la tarde.
La gente nos humilla cuando nos ofrece una dádiva para que no cumplamos con nuestro deber y si la aceptáramos nos dirían deshonestos, tú sabes hijo, que cuando salgo de la casa no se si volveré a verte porque nuestro trabajo es de riesgo constante en donde va de por medio la vida misma.
Así es a veces tenemos que morir defendiendo la vida y la propiedad ajena mientras tú me esperas inútilmente para darme ese beso que a diario me das de bienvenida y entonces hijo me duele decirlo ya no volverás a verme porque habré entregado mi vida por esta ingrata sociedad que tanto nos exige y nada nos da, y ni siquiera es capaz de pedir que nos den un sueldo decoroso para que tú y todos los hijos de los policías puedan estudiar una carrera en la que puedas servir como yo a los demás, si a veces no te veo es porque en este ingrato, pero emocionante trabajo, no tenemos horario.
Si es cierto trabajamos ocho horas, pero solo cuando se puede, pues a veces por necesidad del servicio nos doblamos en horario de trabajo. Lo siento hijo, nosotros nunca decimos que no cuando sabemos que otros nos necesitan para su seguridad, porque es cierto que cuando la sociedad descansa o duerme nosotros estamos de pie vigilando. Cuando quisiera poder estar a tu lado vigilando tu sueño, mirándote crecer, sonriendo contigo, pero confórmate con verme de vez en cuando.
De todas formas yo estoy contigo pensando en ti porque nunca te olvido. Ahora yo también estudio para ser mejor policía y eso también me impide verte más tiempo. Perdóname hijo me gusta ser policía y lucho como mis compañeros porque tú y otros niños jóvenes y adultos puedan desarrollarse con seguridad y puedan caminar por las calles y llegar a la escuela libres de sobresaltos y de miedo, porque para eso estoy aquí y por eso soy policía, no importa que todos nos ataquen y que la gente nos acuse por no dejarnos golpear, robar, o matar.
Si tu supieras hijo con qué clase de gente nos enfrentamos diariamente: drogadictos, borrachos, asesinos, influyentes, todos ellos irrespetuosos y agresivos y nosotros tenemos que tratarlos como si fueran gente decente; de veras estos es lo que más nos lastima, que no sepan o no se den cuenta que nosotros también somos seres humanos y que nos duelen los insultos y las agresiones y que crean que estamos obligados a aguantar todo porque somos policías olvidados de Dios.
Hijo quiero que comprendas y que sepas que porque soy policía no puedo atenderte como te mereces ni darte todo lo que necesitas; solo puedo darte como herencia mi honor, mi orgullo y mi dignidad de hombre.
Este artículo fue transmitido el viernes en la radio local, XEVZ, en los noticieros de las 6:15 de la mañana y 2 de la tarde.
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