miércoles, 15 de diciembre de 2010

LA VOZ DE LA ESPERANZA…50 AÑOS DE LA XEVZ

Don Mundo Martínez, fundador de la estación de radio XEVZ en Acayucan. Hoy llegó a su 50 aniversario.
Nacho Martínez Escamilla, hijo de don Mundo, en plática con sus visitantes en la cabina de radio: la edil Wilka Aché y Norma Diz, regidora electa.

Wilka Aché, Nora Martínez (hija de don Mundo), Yayo Gutiérrez y Norma Diz, comentando anécdotas de la estación de radio VZ.

Julio César Ortega, coordinador del noticiario de la VZ, fue el encargado de darle la bienvenida a los invitados a la marathónica transmisión de la XEVZ, con motivo de cumplir medio siglo la radio de los acayuqueños.

En amena charla captamos a Arturo Antonio (del noticiario de la VZ), el locutor de la radio acayuqueña Lino, Nora Martínez (administradora) y Yayo Gutiérrez, invitado especial.

Por Angel Gabriel Fernández

En varias ciudades importantes del mundo hay calles que se llaman “Plaza de Armas”. Las hay en América Latina y en Europa. Contaba el historiador y escritor Carlos Monsiváis que llevan esos nombres porque así lo acostumbraban los españoles.
En Acayucan, hablar de la calle Plaza de Armas es hablar de la estación de radio XEVZ. Su historia de 50 años, que hoy se cumplen, es también historia de la Plaza de Armas.
Muy atrás quedaron los años aquellos cuando en Acayucan la gente empezaba a escuchar noticias y anuncios comerciales por medio del “palo que habla” de don Chucho Alegría, el cual por cierto estaba muy cerca de esta estación, en las calles Altamirano y Aquiles Serdán. Hoy por hoy, “La Veraz” es la jefa de jefas, la mamá de los pollitos: su frecuencia es escuchada en los barrios y colonias de la ciudad y hasta en las más recónditas comunidades de la región… La escucha el rico y el pobre; el culto y el lego; el triste y el feliz; el enamorado y el decepcionado.

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Poco conocí a Don Mundo Martínez, el fundador de la XEVZ. Cuánto tiempo perdido, diría el poeta Renato Leduc. Sinceramente: lo veía con temor, porque me apantallaba cuando lo veía micrófono en mano entrevistando a personajes. No era un entrevistador común: escarbaba, cuestionaba, incomodaba… Era irreverente, inconforme, revolucionario… como debe ser el periodista comprometido con la verdad.
Hizo de la XEVZ la casa de todos, porque igual llegaban a la estación políticos encumbrados que el humilde vecino de una colonia popular. Es decir: la radio ha estado, por instrucciones de don Mundo, con el poder, pero también con el pueblo. Le ha dado espacios a quienes disfrutan de las delicias del poder, pero también con el pueblo y sus sufrimientos.
Hizo de esta estación un mosaico de pluralidad, donde igual se escucha a Vicente Fernández que a Plácido Domingo; igual ha habido espacios para las letanías católicas, que para los espacios de iglesias evangélicas.
Porque, por ejemplo, mi padre don David Fernández, recuerda que en la ZEVZ se escuchaba el programa “La Voz de la Esperanza”, auspiciado por la Iglesia Adventista, y también se escuchaba “La Hora Bautista” conducida por el pastor y locutor Alvaro Martínez.

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Me inicié en los medios de comunicación escritos. Vendí periódicos, fui ayudante de linotipista, linotipista maestro, reportero, jefe de información y jefe de redacción. He sido encargado de las redacciones de los diarios más importantes de la región.
Sin embargo, me crié escuchando la radio.
Cuando me desempeñé como comandante de la policía municipal de Acayucan, una de las primeras llamadas de atención me la hizo el presidente municipal Radamés Trejo González. Recuerdo el diálogo: era un día como a las 6 y media de la mañana; el alcalde me citó urgentemente a su casa de la calle Guillermo Prieto y me dijo:
---Tigre, qué hiciste; dijeron en el noticiero de radio que echaste balazos.
Tuve que explicarle a la autoridad que se iba en persecución de un presunto delincuente y que éste de repente se volteó y amagó con sacar un arma, ante lo cual tuve que disparar para amedrentarlo, por aquello de que mejor que lloraran en casa ajena que en la mía.
Pero lo que más me gusta de la radio XEVZ es su nobleza: he dicho mis comentarios sin tapujos, sin que nadie me censure. Desde el primer día que pisé sus instalaciones, Nacho Martínez me recibió con honores inmerecidos y la contadora Nora sólo ha tenido atenciones para este pobre escribidor.
Podría volver a decir como Renato Leduc: “cuánto tiempo perdí…”.

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La última canción dice: “Ya mañana sé que esta canción la tendrás que escuchar en la radio sonar. . . . ”.
Pero esta no es la última canción: es la primera de los 50 años.
Concluyo con el poema de Manuel Buendía, un gran periodista. Le queda como anillo al dedo al gran periodista que fue don Mundo Martínez.
Quisiera derrumbarmeal doblar la esquinarumbo a la máquina de escribirdespués de haber holladoel pavimento cálidocon mis zapatos de reportero.
No me dejes morir ahitode goces y de lágrimas.Prefiero la lívidasensación del pánicoque sube del estómagoy genera las palabras.
No dejes que me sorprenda el finmeciéndome en la telarañade una insulsez.Quiero más bienescuchar el último fragor de la batalla.
Si así muero, sabrásque terminé feliz.Reclama el cuerpo, incéndialo y riega las cenizasen las aguas de Cozumel.
Escrito leído el 15 de diciembre del 2010 en la estación de radio XEVZ

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