martes, 14 de diciembre de 2010

“El señor, el niño y el burro"

Columna: CLAROSCUROS

José Luis Ortega Vidal

(1)

El dos de diciembre pasado -apenas 24 horas después de la toma de protesta de Javier Duarte de Ochoa como Gobernador de Veracruz- en sustitución de Fidel Herrera Beltrán, articulistas y columnistas de medios impresos en la entidad establecieron juicios en torno a esta noticia.
Los comentarios fueron sobre aspectos variados y reflejaron puntos de vista contrarios ó coincidentes, según el ángulo que se abordaba.
Hubo quienes criticaron la falta de atención a los periodistas de parte del comité organizador de la toma de protesta de Duarte.
Hubo otros que enfocaron sus baterías hacia la amplia lista de personalidades políticas nacionales que acudieron aquél día a la Legislatura Veracruzana.
Hubo también quienes abordaron el tema del discurso del nuevo jefe del ejecutivo y al respecto unos dijeron que fue bueno y otros lo consideraron un texto tibio.
En fin…
Me llamó la atención un tema común que observé en la mayoría de los trabajos que leí aquel dos de diciembre: el intento de responder a la pregunta sobre ¿Quién mandará el Veracruz los próximos seis años?
Unos dijeron que mandará Fidel y que Javier es un prestanombres. Otros opinaron que Javier se impondrá por su inteligencia. Hubo quienes plantearon que Fidel mandará los primeros dos años y Duarte ejercerá el poder durante los últimos cuatro…
La pregunta, por sí misma, me pareció inadecuada; las respuestas, tan absurdas como respetables.
Legalmente, durante los próximos seis años el gobierno de Veracruz será encabezado por Javier Duarte de Ochoa y él mandará.
Ahora bien, desde el punto de vista político, la misma pregunta lleva a diversas perspectivas, pero es una duda fuera de contexto.
Me parece que una pregunta de esa naturaleza representa adelantar vísperas…
Pero también, una interrogante al respecto implica amarrar navajas…
Es una manera pseudo disfrazada de llamar a Fidel Herrera Beltrán aspirante a cacique y de considerar a Javier Duarte de Ochoa un novato sin personalidad propia para el ejercicio del poder…

(2)

El periodismo pitoniso puede caer en su propia trampa.
Preguntarse cosas a destiempo, puede implicar la incapacidad reporteril del análisis o de la falta de formación intelectual.
Las dos variables que implica la pregunta de quién mandará en Veracruz durante los próximos seis años, son erróneas. Se trata de silogismos falsos. Son planteamientos sin sentido.
No hay respuesta lógica a esas preguntas.
De modo tal que los autores que se han planteado esas inquietudes y aquellos periodistas que en los días que corren pretenden ir analizando día con día el trabajo de Javier Duarte desde la misma perspectiva, fabrican burbujas en un escenario sin sentido.

(3)

Para saber cómo gobernará Javier Duarte se requiere tiempo.
Para determinar si el joven gobernante tiene la personalidad y la estatura suficientes para ejercer adecuadamente el poder en la entidad, se necesita tiempo.
Si el fidelismo es un factor político que ha marcado a Veracruz y pasó la estafeta o aún se encuentra entre todos y marcará a fondo el sexenio que apenas inicia, es preciso que el tiempo haga su labor.
Cuando ponemos una olla de frijoles a cocinarse, no podemos saber si resultarán de buen sabor o si, en cambio, su resultado final nos desagradará.
No hay de otra: es necesario esperar a que los frijoles estén cocidos y servidos para probarlos y poder obtener nuestra valoración.
Una hipótesis previa en torno al sabor que tendrán los frijoles, insisto, no tiene sentido.

(4)

Fidel Herrera Beltrán ha sido el gobernante más mediático que haya tenido Veracruz durante los últimos sexenios.
Asimismo Herrera es, sólo después de Miguel Alemán Valdés, uno de los personajes políticos más ególatras que hayan gobernado nuestra entidad.
Desde la Presidencia de la República en el sexenio 1948-1954, Alemán inundó el país de obras a las que les puso su nombre: hay presas, calles, avenidas, carreteras, escuelas de todos los niveles, ejidos, rancherías, organizaciones, monumentos, fundaciones, etc., que dibujan la personalidad enfermiza que caracterizó a Miguel Alemán Valdés, quien gobernó Veracruz a temprana edad –apenas a los 31 años, al inicio de su sexenio- entre 1934 y 1940.
Toda proporción guardada, algo semejante hemos vivido con la llamada fidelidad.
El rojo emblemático del sexenio de Herrera Beltrán y su control absoluto del manejo mediático de la entidad, son temas cuyas consecuencias son -desde hoy- temas de estudio para los comunicólogos.

(5)

Acerca del sexenio que hoy cumple 14 días de función, hay periodistas que siguen abordando el mismo tema de lo que pasará en los próximos seis años entre la fidelidad y la gestión de Javier Duarte de Ochoa.
En lo particular, este asunto me remite a dos referencias:

a) La pregunta correcta no es ¿Quién mandará durante los próximos seis años en Veracruz? Porque la respuesta legal ya está dada y la respuesta política requiere de tiempo.
La duda es ¿Qué le depara a Veracruz durante el próximo sexenio?
Y la respuesta al respecto es tan amplia como difícil de obtener.
De entrada, pienso que a Javier Duarte no le queda de otra más que jugar el papel que desempeñó Adolfo Ruiz Cortínez cuando sustituyó a Miguel Alemán Valdés en la Presidencia de la República.
Fue tal la problemática financiera en que Alemán dejó envuelto a México, que su paisano se limitó a meter orden en la administración pública y con ese sello ha pasado a la historia como un buen Presidente.
Si Javier Duarte pone orden en el manejo del dinero público veracruzano durante los próximos años, habrá hecho un buen papel.

b) Por lo que toca a la pregunta de quién mandará, expuesta en los medios de comunicación, bien vale la pena recordar aquel viejo cuento que nos ilustra sobre la relativa importancia que debemos dar al punto de vista ajeno.
Un señor viajaba junto a un niño y un burro. El hombre iba montado y el niño caminaba detrás suyo cuando pasaron frente a un grupo de personas que al ver aquella escena comentaron: “qué hombre tan injusto; habrase visto: él muy cómodo montado en el burro y el pobre niño a pie”.
El señor recapacitó al oír aquellas palabras y bajó del burro y montó al niño al tiempo de caminar detrás de ambos. De este modo, volvió a topar con un grupo de personas y escuchó lo siguiente: “mira nada más ¡qué chamaco tan inconsciente! Él, joven y fuerte y va montado mientras el pobre hombre, de edad mayor, anda a pie…”
He allí que el señor volvió a tomar en cuenta las palabras de la gente y optó por montarse él junto al niño y avanzar así ambos encima del cuadrúpedo, sólo para escuchar la tercera opinión: “abusadores, injustos, pobre burro apenas respira con tamaño peso encima”, ante lo cual el señor y el niño se bajaron y caminaron junto al animal sin carga.
Entonces, ocurrió el punto de vista final: el cuarto grupo de personas que vio esta escena de inmediato apuntó: “par de mensos, el burro tan tranquilo y ellos a pie”.

(5)

Cuando no fundamentamos nuestros puntos de vista; cuando no contextualizamos adecuadamente nuestros argumentos, los periodistas nos convertimos en los protagonistas de este cuento.

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