Eva López Robinson
Queridos compañeros:
Estamos llamados a ser uno solo en el ejercicio de un derecho, aunado a la vocación y el deber de ser voceros de todos los acontecimientos que se dan en nuestro entorno. Y en mi sentir, la vieja unidad de más de 30 años atrás, cuando comencé en este camino, se fue deteriorando según creció el número de comunicadores, cada vez más incomunicados, debido a motivos múltiples, entre ellos, quizá el principal, la pertenencia a diferentes empresas en competencia día con día.
¿Qué sucede con esta gran familia a la que amo, sin importar quienes la integran? Su esencia se diluye en diferencias inútiles que nos alejan en vez de unirnos para buscar fortalecernos. No importa si tú eres universitario y yo empírica; o si el medio donde me expreso, es muy humilde junto a la mega empresa a la que sirves; si estás en la flor de tu juventud y otros no somos ya tan jóvenes; finalmente recorremos el mismo camino, nuestros pies tropiezan igual, sentimos el mismo sol y cumplimos una misión en la sección para la cual escribimos. Nosotros nos tenemos a nosotros mismos, ni sueñes con funcionarios amigos, o cargos que según tú te hacen importante, y tal vez influyente, eso, es una quimera que descubres tarde o temprano, cuando algo te hace retirarte por algún tiempo del espacio periodístico.
Hoy más que nunca necesitamos estar juntos de nuevo, sin envidias, sin egoísmos. No son menester las siglas para considerarnos familia, lo somos desde el momento de trabajar en el mismo campo, pero… cambiemos de actitud, queridos compañeros. Mentira que el enemigo acecha desde fuera, somos nosotros mismos echando leña al fuego donde nos consumimos y no pasamos a ser sino cenizas que cualquiera pisotea; por eso el pobre concepto que le merecemos a mucha gente… Es tiempo de retomar el camino que se ha perdido, deponer el orgullo y la soberbia, valorar la noble tarea de ser la voz que relata al pueblo el diario acontecer.
El mejor reconocimiento que podemos recibir, es aquel que nace primero desde adentro, en el seno de esta familia que al proyectarlo hacia afuera, hará eco en la gente que nos lee. Podemos recuperar la admiración que obtuvieron las viejas plumas desaparecidas; el respeto que inspiraba un periodista, la estima y la confianza, la admiración, la presencia ganada a pulso a través de su espacio expresivo. Somos gente valiosa, nunca lo olviden. Sólo necesitamos retomar aquellos patrones que convirtieron en figuras importantes a nuestros antecesores.
Les abrazo cálidamente desde mi humilde palestra, con la esperanza anidada en el corazón, de vernos unidos todos, sin diferencia alguna, simplemente tomados de la mano, celebrando con alegría el premio que cualquiera de nosotros merecidamente reciba… Tomados de la mano en torno al lecho de enfermo de algún compañero… Tomados de la mano a lo largo del camino, en angustias y alegrías… Y finalmente juntos, tomados de la mano para despedir al que rinda tributo a la madre tierra.
Dios les cuide siempre.
Queridos compañeros:
Estamos llamados a ser uno solo en el ejercicio de un derecho, aunado a la vocación y el deber de ser voceros de todos los acontecimientos que se dan en nuestro entorno. Y en mi sentir, la vieja unidad de más de 30 años atrás, cuando comencé en este camino, se fue deteriorando según creció el número de comunicadores, cada vez más incomunicados, debido a motivos múltiples, entre ellos, quizá el principal, la pertenencia a diferentes empresas en competencia día con día.
¿Qué sucede con esta gran familia a la que amo, sin importar quienes la integran? Su esencia se diluye en diferencias inútiles que nos alejan en vez de unirnos para buscar fortalecernos. No importa si tú eres universitario y yo empírica; o si el medio donde me expreso, es muy humilde junto a la mega empresa a la que sirves; si estás en la flor de tu juventud y otros no somos ya tan jóvenes; finalmente recorremos el mismo camino, nuestros pies tropiezan igual, sentimos el mismo sol y cumplimos una misión en la sección para la cual escribimos. Nosotros nos tenemos a nosotros mismos, ni sueñes con funcionarios amigos, o cargos que según tú te hacen importante, y tal vez influyente, eso, es una quimera que descubres tarde o temprano, cuando algo te hace retirarte por algún tiempo del espacio periodístico.
Hoy más que nunca necesitamos estar juntos de nuevo, sin envidias, sin egoísmos. No son menester las siglas para considerarnos familia, lo somos desde el momento de trabajar en el mismo campo, pero… cambiemos de actitud, queridos compañeros. Mentira que el enemigo acecha desde fuera, somos nosotros mismos echando leña al fuego donde nos consumimos y no pasamos a ser sino cenizas que cualquiera pisotea; por eso el pobre concepto que le merecemos a mucha gente… Es tiempo de retomar el camino que se ha perdido, deponer el orgullo y la soberbia, valorar la noble tarea de ser la voz que relata al pueblo el diario acontecer.
El mejor reconocimiento que podemos recibir, es aquel que nace primero desde adentro, en el seno de esta familia que al proyectarlo hacia afuera, hará eco en la gente que nos lee. Podemos recuperar la admiración que obtuvieron las viejas plumas desaparecidas; el respeto que inspiraba un periodista, la estima y la confianza, la admiración, la presencia ganada a pulso a través de su espacio expresivo. Somos gente valiosa, nunca lo olviden. Sólo necesitamos retomar aquellos patrones que convirtieron en figuras importantes a nuestros antecesores.
Les abrazo cálidamente desde mi humilde palestra, con la esperanza anidada en el corazón, de vernos unidos todos, sin diferencia alguna, simplemente tomados de la mano, celebrando con alegría el premio que cualquiera de nosotros merecidamente reciba… Tomados de la mano en torno al lecho de enfermo de algún compañero… Tomados de la mano a lo largo del camino, en angustias y alegrías… Y finalmente juntos, tomados de la mano para despedir al que rinda tributo a la madre tierra.
Dios les cuide siempre.
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