Columna: Desde el Café
Por Bernado Gutiérrez Parra
Si había algo a lo que le tenía tirria como aprendiz de reportero era a que el Jefe de Información me mandara a cubrir la Cámara de diputados o la de senadores. Uta no, qué gueva.
Todo era tranquilo, calmado, sereno, quieto y sosegado, no había oposición y mucho menos debate. De vez en cuando algún panista se aceleraba y subía a la tribuna a decir que su partido estaba en desacuerdo con la propuesta presidencial de aumentar los impuestos, pero bastaba un ligero ademán del jefe de la bancada priista, para que la aplanadora tricolor se le echara encima y el susodicho quedara en calidad de fiambre.
Había tres maneras de aprobar las propuestas, sobre todo las presidenciales: por mayoría, mayoría absoluta y por unanimidad aplastante. Jamás nadie echó para abajo una propuesta emanada de Los Pinos y cuando le pregunté a un legislador blanquiazul la razón de tanta uniformidad me dijo: “Una cosa es que seamos oposición y otra bien distinta que seamos pendejos, chamaquito”.
Pero los tiempos y los legisladores han cambiado.
La semana anterior, por ejemplo, siguió el duelo entre Bety Walls y César Nava lo que dio pie a que armaran un espectáculo barriobajero donde el insulto, la diatriba, el improperio y la perorata sentaron sus reales durante las cinco horas que duró “el debate”.
Yo pregunto ¿acaso no se han dado cuenta de que su credibilidad está muy por debajo del suelo? ¿A eso van a la Cámara a sacarse sus trapos embarrados de mierda y a mostrar a los mexicanos la narrativa de miserias de la que hacen gala en lugar de legislar sobre los problemas nacionales?
Los desmadres entre legisladores que solían ser divertidos ahora rayan en lo patético, pero parece ser que a esta runfla de desadaptados sociales eso les tiene sin cuidado.
Convertidos en mariscales de campo de sus respectivas bancadas Bety y César aprobaban sonrientes la retahíla de epítetos que sus pares utilizaban para defenderlos: Pinocho, Chimoltrufia, bola de putos, gandallas, ojetes, vámonos pa afuera a partirnos la madre güey.
Me cae que dio vergüenza ajena verlos defender su “honra” en San Lázaro cuando debieron arreglar sus diferencias en una porqueriza.
Mientras el jaleo continuaba, un iracundo diputado tricolor le soltó a un colega panista una frase de alto nivel legislativo: “acéptenlo, todos ustedes son unos hijos de la gran puta”. A lo que el panista reviró, “eso lo serás tú y la manada que te acompaña, pendejo”.
Lo cierto es que la gran mayoría de diputados, senadores, gobernadores, alcaldes, secretarios de Estado y de gobierno, regidores, síndicos y no pocos Presidentes, son hijos e hijas de esas señoras. Y como ellos han fallado reclamo, requiero, demando y exijo que nos gobiernen las putas, a ver si ellas lo hacen mejor. (Tomado de entornopolítico.com/18 de marzo 2010).
bernardogup@hotmail.com
Todo era tranquilo, calmado, sereno, quieto y sosegado, no había oposición y mucho menos debate. De vez en cuando algún panista se aceleraba y subía a la tribuna a decir que su partido estaba en desacuerdo con la propuesta presidencial de aumentar los impuestos, pero bastaba un ligero ademán del jefe de la bancada priista, para que la aplanadora tricolor se le echara encima y el susodicho quedara en calidad de fiambre.
Había tres maneras de aprobar las propuestas, sobre todo las presidenciales: por mayoría, mayoría absoluta y por unanimidad aplastante. Jamás nadie echó para abajo una propuesta emanada de Los Pinos y cuando le pregunté a un legislador blanquiazul la razón de tanta uniformidad me dijo: “Una cosa es que seamos oposición y otra bien distinta que seamos pendejos, chamaquito”.
Pero los tiempos y los legisladores han cambiado.
La semana anterior, por ejemplo, siguió el duelo entre Bety Walls y César Nava lo que dio pie a que armaran un espectáculo barriobajero donde el insulto, la diatriba, el improperio y la perorata sentaron sus reales durante las cinco horas que duró “el debate”.
Yo pregunto ¿acaso no se han dado cuenta de que su credibilidad está muy por debajo del suelo? ¿A eso van a la Cámara a sacarse sus trapos embarrados de mierda y a mostrar a los mexicanos la narrativa de miserias de la que hacen gala en lugar de legislar sobre los problemas nacionales?
Los desmadres entre legisladores que solían ser divertidos ahora rayan en lo patético, pero parece ser que a esta runfla de desadaptados sociales eso les tiene sin cuidado.
Convertidos en mariscales de campo de sus respectivas bancadas Bety y César aprobaban sonrientes la retahíla de epítetos que sus pares utilizaban para defenderlos: Pinocho, Chimoltrufia, bola de putos, gandallas, ojetes, vámonos pa afuera a partirnos la madre güey.
Me cae que dio vergüenza ajena verlos defender su “honra” en San Lázaro cuando debieron arreglar sus diferencias en una porqueriza.
Mientras el jaleo continuaba, un iracundo diputado tricolor le soltó a un colega panista una frase de alto nivel legislativo: “acéptenlo, todos ustedes son unos hijos de la gran puta”. A lo que el panista reviró, “eso lo serás tú y la manada que te acompaña, pendejo”.
Lo cierto es que la gran mayoría de diputados, senadores, gobernadores, alcaldes, secretarios de Estado y de gobierno, regidores, síndicos y no pocos Presidentes, son hijos e hijas de esas señoras. Y como ellos han fallado reclamo, requiero, demando y exijo que nos gobiernen las putas, a ver si ellas lo hacen mejor. (Tomado de entornopolítico.com/18 de marzo 2010).
bernardogup@hotmail.com
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