MATHIEU TOURLIERE
Víctimas afuera del restaurante La Belle Equipe, en París.
Foto: AP
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La Agencia France Presse difundió el pasado 2 de octubre una nota con una advertencia inequívoca: Islamistas radicales preparaban atentados terroristas de gran envergadura contra Francia y era muy probable que la policía no pudiera desactivarlos. La nota se apoyaba en entrevistas con funcionarios de los servicios de inteligencia galos. Los atentados “pronto van a llegar”, dijo uno de ellos… Y llegaron. El viernes 13, yihadistas armados mataron a unas 150 personas en seis acciones realizadas de manera simultánea en lugares públicos de París. De golpe, la guerra en Irak y Siria contra esta organización –en la que participa el ejército francés– se trasladó a las calles de la Ciudad Luz.
MÉXICO, DF (Proceso).- El concierto de los cuatro músicos californianos del grupo Eagles of Death Metal empezó de manera extraña, en la sala Le Bataclan: El vocalista clavó un cuchillo en una bocina. El recinto ubicado en el número 50 del bulevar Voltaire –un escenario, una sala, un balcón y un pequeño restaurante– estaba lleno el viernes 13.
Poco menos de una hora después del arranque de la tocada, el caos se apoderó del lugar. Según los reportes, cuatro hombres armados con rifles de alto calibre asesinaron a los guardias de seguridad, ingresaron al recinto –algunos sobrevivientes aseveran que gritaron “¡Allahu akbar!” (¡Dios es grande!)– y abrieron fuego de manera indiscriminada contra las centenas de personas que asistían al concierto. Entre la oscuridad y el elevado volumen de la música, los asistentes tardaron en reaccionar.
“En un inicio pensamos que era parte del show, pero rápidamente entendimos”, recordó un testigo. “Disparaban hacia la masa. Estaban armados con rifles pesados, me imagino que eran kaláshnikov, hacían un ruido infernal. Había sangre por todos lados, cadáveres por todos lados. Se oían gritos. Todos intentaron huir. La gente se aplastaba. Era un infierno”.
Julien Pearce, periodista de la radio Europe 1, se encontraba en la sala y recordó: “Escuchamos detonaciones en la parte trasera de la sala. Me di la vuelta y observé a dos hombres con rifles en bandolera. No llevaban máscaras. Eran muy jóvenes: tendrían unos 20 años. Iban vestidos todos de negro, con una pequeña barba”.
El reportero explicó que los atacantes –pertenecientes al Estado Islámico, según confirmó el gobierno francés– “dispararon al azar sobre la multitud”, vaciaron sus cargadores una y otra vez contra el público y los caídos. En el piso se amasaban personas agonizantes, y los asaltantes abrían fuego con ráfagas “de tres o cuatro segundos”.
Tres asistentes del concierto, consultados por el diario Libération, vieron desde el balcón cómo los agresores masacraron primero a los clientes de la barra. “Luego vimos un movimiento en la pista. Era como el paso del viento en el trigo: todos caían –muertos, heridos y vivos–. Aunque no tengamos experiencia de la guerra, entendimos de inmediato lo que ocurría”, relataron.
Un vigilante les indicó una salida de emergencia; dos de ellos subieron hasta la azotea y otro se refugió en una sala.
Una mujer subió al escenario y alcanzó la sala, donde permaneció con otras 25 personas durante más de dos horas. “Teníamos una probabilidad sobre dos de recibir una bala al subirnos. Escuchamos a la gente que gritaba, los rehenes sobre todo, y las amenazas de los atacantes: ‘¡Mírame!’, decían.
“Después de 10 minutos interminables, todavía no era una toma de rehenes sino una carnicería. Mucha gente estaba en el piso, herida o convulsionando. Desafortunadamente no podían hacer nada, por temor”, abundó Pearce.
Junto con un grupo de aproximadamente diez personas, el periodista logró escapar del recinto y salir hacia la calle Charonne, en la cual encontraron una situación “apocalíptica”: cuerpos y personas gritando de dolor en las banquetas.
(Fragmento del reportaje que se publica en la revistaProceso 2037 ya en circulación)
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