Déjame que te cuente…
Por Sergio M. Trejo González
Sabrán mis amigos que el poder
político y el billete influyen de manera significativa en nuestras fantasmagóricas
apariciones. Por muchas leyes de transparencia que se dicten, la tendencia
natural del que manda es la de administrar la información a cuentagotas: Perdón
flor, te pisé?
Pero, al margen las reglas y vicisitudes,
aquí continuaremos, cada que sea posible, sin perjuicio de que los amigos hagan,
en las redes, lo posible para no quedarnos con ganas de platicarles algunas
elucubraciones que llaman nuestra curiosidad. Como esa novela de que los
alcaldes de los municipios de nuestra región andan haciendo la coperacha para
sacar adelante al hospital Miguel Alemán de Acayucan-Oluta; quesque entre sus
deficiencias está la falta de quirófanos equipados y, de ahí, se dice que
existe una cotización para habilitarlos en un costo de 75 mil pesos. Ante este
planteamiento los munícipes convocados determinaron apoyar con 10 mil pesos,
cada uno “ya que los accidentes están al
día y las cirugías no pueden esperar”. Casos como este son precisamente los que
motivan nuestra pregunta ¿quién maneja la política económica del estado?
Entendemos modestamente que existe un
Manual para la Gestión Financiera Municipal y su Fiscalización. Que tal
documento consta de tres apartados: primero, Planeación, Obtención y Aplicación
de los Recursos; segundo, Mecanismos de Registro, Control y Participación
Ciudadana, y tercero, Procedimiento de Fiscalización Superior. Esos aspectos
creemos que los diputados del congreso local tienen la responsabilidad de
revisar para que los recursos públicos se apliquen con transparencia y eficacia
a lo que están destinados… no sé, pero presiento que la grilla no anda muy bien
en Veracruz, pues refleja problemas de irresponsabilidad y desorden político,
tanto que permea hasta los instancias de salud pública.
Podríamos revisar las estadísticas de
mortalidad pero mis deseos no van por ese rumbo, lo apreciable son los
indicadores del rendimiento del gasto en las hospitales, que vienen expresando los
niveles de pobreza y de penuria de la sanidad gratuita; porque, se reconozca o
no, existe una precaria salud de los veracruzanos a causa del rezago social que
vivimos, esto impacta en la capacidad productiva y en la calidad de vida de las
personas, consecuencia de un mal manejo económico del estado, pues la
incapacidad para atender los problemas de salud de las personas, tanto por la
escasez de recursos privados, como de recursos públicos, es resultado del hecho
que somos un estado mal administrado.
Sin animus chingativo, escondido en
la papada, podemos decir que no es malo que se invierta billete grande en
fiestas patronales y carnavales, circos y bailongos, para que la gente ande
contenta. Es necesario y muy sano que el pueblo baile al ritmo de los grupazos como
los que vinieron para Acayucan hace quince días, y los que se anuncian para amenizar
la vida de Sayula y de Oluta, próximamente; pero estamos de acuerdo en que
debemos mantener un hospital digamos funcional, acorde a la derrama de muchos millones, de los que declaró el presidente de
la CANACO local, por tan ruidosa fiesta pretérita inmediata. Digo, la ley de
sobrevivencia nos indica que lo primero es antes de lo segundo y, en esa
perogrullada, si se derrocha diversión es porque tenemos salud. Todo lo bonito
que nos divertimos debe obedecer a que cuidamos lo más lo más importante y se tiene la disponibilidad de los insumos
necesarios para llevar bien la pachanga. Podríamos aquí subrayar todos los
cuentos de nuestro congreso de Veracruz y el Orfis, para que los recursos
públicos sean administrados conforme a la normatividad y aplicados en bienes y
servicios de calidad, pero prefiero para no aburrirlos, y por qué a lo mejor ni
me publican mis garabatos, a manera breviario histórico, permítame recordar que alguna vez alguien me
platicó la idea esa de crear lo que ahora
conocemos como DIF, “para que tuvieran
en que entretenerse las esposas de los presidentes, los gobernadores y los
alcaldes”(y para promoverlas a ocupar puestos de elección popular). Los
antecedentes datan de 1929, cuando se fundó el programa “Una gota de leche”,
mediante el cual un grupo de mujeres ofrecían desayunos escolares a los
niños desamparados. Después vendría el
concepto de asistencia a partir de 1943, cuando se constituyó la Secretaría de
Asistencia Pública, la cual compartía con el Departamento de Salubridad, las
funciones de atención a los grupos sociales más desprotegidos y vulnerables. En
ese tenor se crea para enero de 1961, el Instituto Nacional de Protección a la
Infancia (INPI), que luego se reestructuró en el 68 para dar pasó al Instituto
Mexicano para la Infancia y la Familia (IMPI). Posteriormente, el 15 de julio
de 1968 surgió el Instituto Mexicano de Asistencia a la Niñez (IMAN), orientado
a la atención de niños huérfanos, abandonados, desvalidos, discapacitados o con
alguna enfermedad. Así las cosas llegamos al 10 de enero de 1977 para
instaurar el Sistema para el Desarrollo
Integral de la Familia. Después don Miguel de la Madrid propuso que los
municipios cedieran un porcentaje del presupuesto. Algunos se resistieron
tantito en sus cabildos pero de alguna manera cedieron a la idea, en lo que
muchos consideramos una dualidad de funciones; una determinación de cierta
manera absurda, cuando examinamos que tal organismo cuenta en ocasiones con más
equipo y personal que los propios centros oficiales de salud.
No quiero molestar a nadie pero entiendo
que andan mal las cosas, en Veracruz y por nuestro hospital regional, hasta el
grado de una deuda por varios miles de pesos por cuenta de alimentación a
pacientes. Algo que todavía no se ventila, a mí nadie me lo dijo, nadie pero yo
lo sé... que hay reclamos y compromisos de pago, que no se cubren, y a ese paso
veremos el sostenimiento del nosocomio en base a la caridad o continuaremos con
el deceso de los pacientes ahora también por inanición.
Por lo pronto no nos hagamos rosca
para cuando veamos pasar la charola al estilo de los arrieros, los migrantes y
salubridad. Realmente no he leído nada de Krishnamurti pero esa frase me dejo
pensando: “No es síntoma de buena salud
el estar perfectamente adaptado a una sociedad enferma”.
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