José Gil Olmos
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Autodefensas patrullan Aguililla después de un enfrentamiento con Templarios. Foto: Miguel Dimayuga |
El
presidente Peña Nieto presumió en el Foro Económico Mundial que su
estrategia para Michoacán ha frenado la violencia y que las policías
locales podrían absorber a parte de las autodefensas civiles. Sin
embargo, cuando funcionarios como Monte Alejandro Rubido y Alfredo
Castillo repiten ese discurso, se les olvida que no están en Suiza y por
lo tanto sus declaraciones optimistas de que ya terminó la violencia
tienen como fondo la guerra abierta entre autodefensas y templarios.
APATZINGÁN, Mich. (Proceso).-
El atardecer del martes 21, en la comunidad de El Carrizo, en los
linderos de este municipio con Apatzingán, presuntos integrantes de Los
Caballeros Templarios intercambiaron disparos de manera intermitente con
los grupos de autodefensa ciudadana desde la cuatro de la tarde hasta
que anocheció. El enfrentamiento cesó cuando llegaron helicópteros
artillados de la Policía Federal y provocaron la huida de los señalados
como sicarios, que tenían un campamento instalado entre los matorrales.
Los
vecinos de El Varal, Cancita y La Cofradía se refugiaron en sus casas
al escuchar las ráfagas y no salieron sino hasta horas después, cuando
el sol volvió a salir. Entonces se fueron de ahí con algunas
pertenencias.
Ese martes por la noche, cuando aún se escuchaban
detonaciones, en la capital del estado el secretario ejecutivo del
Sistema Nacional de Seguridad (SNS), Monte Alejandro Rubido, trataba de
negar los hechos:
“No se ha dado ninguna situación de tensión de
los grupos organizados que interactúan en la entidad. En todo este
escenario creo que el resultado, sin echar campanas al vuelo, desde
luego, es prudentemente optimista”, afirmó en una entrevista en el
palacio de gobierno de Michoacán.
La mañana del miércoles, varios
periodistas acudieron a El Carrizo para corroborar si ocurrió la
balacera. Encontraron a un nutrido grupo de policías federales y
soldados, así como a decenas de “autodefensas” armados y apostados en
barricadas, quienes confirmaron la escaramuza con los templarios.
Varias
familias huían de su comunidad en camionetas. También ellos, ajenos al
tiroteo, manifestaron que la balacera paró “hasta que apareció el avión”
(el helicóptero policiaco).
También ese día, mientras
autodefensas y lugareños narraban el enfrentamiento con los sicarios, en
un comunicado la Secretaría de Gobernación trató de minimizar la
violencia. Se trató, dijo, de “disparos aislados de arma de fuego, sin
que se haya producido enfrentamiento” y “sin que hasta el momento se
tenga el registro de heridos ni de bajas”.
El jueves por la tarde
la situación se agravó. En la comunidad de Puerto del Quirreño,
municipio de Aguililla, hubo otro tiroteo en el que murió un miembro de
las autodefensas, Alejandro López Pinto, y otros cinco resultaron
heridos. Son las primeras bajas de estas organizaciones desde que el
gobierno de Enrique Peña Nieto cambió su estrategia con el envío de más
policías y soldados, además de anunciar una inversión inicial de 3 mil
millones de pesos en programas sociales para la zona del conflicto.
(Fragmento del reportaje principal que se publica en Proceso 1943, ya en circulación)
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