Mantienen cerco policiaco en el Zócalo. Foto: Hugo Cruz |
MÉXICO,
D.F. (apro).- Soldados uniformados y con armas largas deambulan por el
Centro Histórico capitalino. Unos pasos más allá, las formaciones de la
Policía Federal (PF) se relajan, asoman en escaparates y flirtean con
las dependientes de los comercios del sector.
Estampa de una plaza
pública desalojada y tomada por el Ejército. La anciana María Elia
García intenta llegar a paso lento, del brazo de su también anciano
esposo, a una farmacia por 16 de Septiembre y 5 de Febrero, donde se
mantienen vallas metálicas reforzadas.
Ahí, encara a un agente del
Estado Mayor Presidencial (EMO) que, impertérrito, le niega el paso.
Aunque está a escasos metros del acceso a la farmacia, el guardia
presidencial le instruye que haga un rodeo regresando por 16 de
Septiembre, siga por Palma, Venustiano Carranza y regrese a 5 de
Febrero, es decir, a su punto original, pero del otro lado del cerco
militar.
Por poco desata un tumulto, pues otros transeúntes se suman a los reclamos:
Que
si están para cuidar, no para fregar a los ciudadanos; que por qué no
van detrás de los de Tepito; que así fueran buenos con los narcos; que
también pagan impuestos…
La pareja tiene urgencia y decide seguir la ruta indicada. El soldado se mantiene en su puesto.
Al
fondo, se observa Palacio Nacional. Entre las vallas que no pudieron
franquear los ancianos y el edificio simbólico del poder presidencial,
hay una plancha repleta de formaciones de soldados con boina roja.
Subsisten algunas estructuras metálicas que fueron colocadas ahí para
que el presidente Enrique Peña Nieto encabezara el desfile militar del
lunes anterior.
En dos gigantescas carpas blancas, las partidas de
soldados que no están en la formación comen, o como dicen ellos, “hacen
el rancho”.
El lugar está libre de los maestros de la
Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) que el
viernes 13 abandonaron el lugar ante la inminencia del desalojo por la
fuerza policiaca y militar. La amenaza convertida en ocupación:
desalojaron el Zócalo, lo que sólo sirvió para alojar a cientos de
militares.
Marcha por el Centro Histórico
Miles
de personas marchan, es decir, recorren a pie el centro de la ciudad,
ante la ocupación policiaca y militar. Los cercos se mantienen en las
bocacalles, con granaderos que mantienen defectuosas filas. Impericia,
distracción o agotamiento por las horas y el esfuerzo, a uno de los
agentes le resbala el escudo provocando que caigan otros tres. El
estruendo es seguido por otro: el de las carcajadas de sus compañeros.
Una
mujer habla por su teléfono celular a gritos en el exterior de la
estación de Metro Allende. Entre el bullicio y la música de los artistas
urbanos, intenta explicar a su interlocutora que la estación Zócalo,
permanece cerrada.
–Mi hija está embarazada –se lamenta— vamos a
caminar al consultorio de su médico que está en Moneda, porque todo está
cerrado. Yo creí que se habían ido los maestros, pero parece que ahí
siguen.
Como ella, miles de personas transitan en tumultos por
esas calles, sujetas a revisiones, teniendo que sortear vallas de acero,
encarando las increpaciones de policías y Estado Mayor, mientras en la
plancha del Zócalo se forman y desforman los soldados.
La mujer
está convencida de que la CNTE continúa en el lugar y reprocha las
protestas de los maestros que, sin embargo, hoy decidieron realizar una
marcha de su campamento en el Monumento a la Revolución a la Plaza de
las Tres Culturas, en Tlatelolco. Ni cerquita pasaron del Zócalo
capitalino que, por otra parte, mientras estuvo el campamento de la
CNTE, mantuvo su estación del Metro en servicio.
Pocos saben que
el cerco continuará hasta mañana, jueves 19 de septiembre, cuando el
presidente Enrique Peña Nieto encabece el acto por la conmemoración
luctuosa del terremoto que devastó a la ciudad en 1985, si es que la
devastación nacional de estos días se lo permite.
Ceremonia ya
conocida. Cada mañana del 19 de septiembre, para recordar a las víctimas
del terremoto, el presidente camina sobre la plancha del Zócalo, donde
se le coloca un módulo. Ahí, encabeza un saludo a la bandera, los
militares cumplen con alguna solemnidad fúnebre y, finalmente, el
mandatario, para colocar la bandera a media hasta, apriete un
imperceptible botón en el módulo.
Crimen y caos
La
zona es caótica de por sí, con el tránsito dilatado y la afluencia de
personas que realizan su rutina en el sector. Todo se suma: en 16 de
Septiembre, las obras de remozamiento urbano han convertido esa vía en
paso peatonal; no es posible pasar de Tacuba a Donceles, por una obra
del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH)…
Pero aun con esas obras y el campamento de la CNTE, el centro de la ciudad pocas veces ha sido tan inexpugnable como hoy.
Desde
Eje Central Lázaro Cárdenas, donde la circulación se interrumpió en
Venustiano Carranza, hasta las calles en torno al Zócalo, las
formaciones de granaderos se han asimilado a la fisonomía urbana.
Hostigamiento
por indumentaria. Miles de personas transitan por esas calles, pero en
16 de Septiembre y Bolívar, un joven que viste estilo hip-hop, debe
someterse a una “revisión de rutina”.
Esta calle fue escenario de
una batalla campal apenas el viernes pasado. Desde el Zócalo hasta Eje
Central, un grupo de jóvenes se enfrentó a la Policía Federal (PF) y,
entre unos y otros, se arrojaron toda clase de objetos. Las mismas obras
de remozamiento sirvieron de “parque”. Los comercios cerraron y, cuando
finalmente la vía fue desalojada, un equipo de limpia entró en acción.
–¿Causaron destrozos en el negocio? –se le pregunta a quien se presenta como Paco, mesero de una Churrrería.
–Ninguno en los negocios, dicen que aventaron piedras con los banqueros (el Club de Banqueros) pero ni se ve nada…
Unos
pasos más cerca de Eje Central, una anciana indigente pretende
descansar en la banqueta. Rápido, los granaderos la levantan e incitan a
continuar. Hay tímidos reclamos desde el interior de comercios que, sin
embargo, se someten cuando los granaderos, desafiantes, reaccionan
aproximándose al lugar de donde proceden los reclamos.
Sin la CNTE
en la Plaza de la Constitución y cerrada ésta por el operativo, las
calles convergentes son estacionamiento de autobuses repletos, no de los
turistas que el comercio organizado reclama, sino de policías federales
que logran satisfacer su hambre en las garnachas de banqueta.
Junto
a ellos y a los granaderos, en Tacuba, Allende y Madero, como siempre,
se ofertan lentes con graduación a la medida de dudosa salubridad:
comprometen la entrega en media hora a un precio de 250 pesos.
Por
Eje Central, la mercadería es abundante: software y películas pirata,
reconfiguraciones para teléfonos celulares robados, equipos de
tecnología de punta sin patentes ni factura de origen, pantallas,
reproductores y una extensa gama de artículos usados de bajo costo. Por
lo que se dice en televisión y en cada producto original, algunos de
esos oferentes podrían estar incurriendo en delitos federales.
A
quién le importa. Los agentes de ese entorno optan por concentrarse en
observar a una joven pareja que, con acordeón y violín, interpretan
magistralmente la Marcha Húngara No. 5 de Brahms y están ahí por otra
razón: cuidar que el público no ingrese al espacio público del Zócalo.
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