domingo, 29 de septiembre de 2013

El policía



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Por: Luis Velázquez

Veracruz, México., 28 de sepriembre, 2013-- En las librerías de la ciudad circula el último libro de Rafael Rodríguez Castañeda, director general del semanario Proceso. Se llama “El policía”, y cuenta una parte de la vida de Miguel Nazar Haro, el temible policía de la llamada guerra sucia en el siglo pasado, los años 60, 70 y 80, cuando persiguieran de manera implacable a los guerrilleros.
Una frase define el eje rector del libro. “Cuando está de por medio la seguridad del Estado, no hay instituciones ni leyes que valgan una chingada’’. La dijo Nazar en aquellos años, a veces parecieran el México de hoy, de los días revueltos y turbulentos del México de Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría. Pero también, de Miguel Alemán Valdés. Y de José López Portillo y Miguel de la Madrid. Etcétera.
Para darse una idea rapidita de aquel tiempo convulso bastaría referir que Nazar Haro fue contemporáneo de, entre otros, Fernando Gutiérrez Barrios, Javier García Paniagua, Luis de la Barreda Moreno, José Antonio Zorrilla, Florentino Ventura, Mario Arturo Acosta Chaparro, Jesús Miyazawa Álvarez, Francisco Sahagún Baca y el llamado general de cinco estrellas, Arturo Durazo.
Todos ellos representaron lo que Nazar Haro decía en la siguiente frase bíblica: “El gobierno tiene por un lado una mano muy blanda y pro el otro una mano muy dura”.
Años aquellos, todavía hoy sin duda, cuando los jefes policiacos “perseguían, torturaban y mataban”… en nombre de la paz pública y la seguridad nacional, que incluía el paraíso para el presidente de la república en turno.
Y, cuando, además, los inconformes sociales, rebeldes, insumisos, irreverentes, incómodos, etcétera, eran secuestrados, torturados, ejecutados, cercenados y abandonados en la vía pública de equis ciudad del país, sin que nunca, jamás, uno de ellos fuera sometido a un juicio penal.
Salvo, claro, José Antonio Zorrilla, el policía-político (igual que muchos de ellos, Gutiérrez Barrios y García Paniagua, los más célebres) que ordenara el asesinato por la espalda del columnista Manuel Buendía, y que años después, ni hablar, y ante la resistencia popular y periodística, fuera encarcelado, y al que acaban de liberar hace unas semanas después de 19 años encarcelado.
Mucho, sin embargo, se teme, se siente, se percibe… que aquel México aún está vigente en algunas latitudes de la nación, entre ellas, Veracruz.
Por ejemplo:

JUEGO SUCIO DE LOS CARTELES…
A NOMBRE DEL ESTADO
 
La madrugada del 14 de septiembre, los profesores indignados con la reforma educativa y sus leyes secundarias fueron desalojados en Xalapa con macanas y toletes, perros amaestrados, aparatos especiales para toques eléctricos, gases lacrimógenos y policías, tanto hombres como mujeres, por si entre los manifestantes existía población femenina.
Pero además, oh maravilla de la modernidad, iban acompañados (eso dijeron, aun cuando hay dudas) de la Comisión Estatal de Derechos Humanos, donde despacha el más priista de todos los priistas, Fernando Perera Escamilla, él mismito que defendiera al cura pornográfico y pedófilo y él mismito que despidiera con violencia, altanero y majadero, a la jefa de Unidad de Género por revelar, previo estudio de campo, que las mujeres migrantes de Veracruz en Estados Unidos son cooptadas por los tratantes de blancas y obligadas a cometer 50 actos sexuales los fines de semana, más los de entresemana.
Así, en aquel desalojo un estudiante de la facultad de Sociología de la Universidad Veracruzana, y poeta y activista, fue detenido por haber cometido el peor delito de disolución social: filmar el desalojo y sólo fue liberado hacia el mediodía del domingo, más de 24 horas detenido, a partir de una manifestación de más de 5 mil personas, entre profes, estudiantes, ciudadanos (que ya están hasta la madre) y padres de familia.
Se trata, pues, de un dato imprescindible que de algún modo reproduce el México de la guerra sucia.
Y es que ahora, los políticos han enaltecido con otros factores y circunstancias: el billete por delante… para quebrar y doblegar la voluntad más férrea.
También, claro, como entonces, la intimidación familiar. El terrorismo sicológico. El acoso. El secuestro exprés. La tortura.
Sin embargo, habría de recordar que en el México de los carteles, cuando con frecuencia se han dado plagios, desaparecidos y ejecuciones… se ha culpado, cierto, a los sicarios, pero al mismo tiempo se ha afirmado que nadie dudaría de una alianza entre los barones de la droga con las policías y sus jefes iguales de corruptos y deshonestos.
Y por tanto, los carteles estarían haciendo el juego sucio… a nombre del Estado.

LA ABSOLUTA IMPUNIDAD

Fue el caso, por ejemplo, del discurso próspero de estar señalando una y mil veces que algunos de los nueve reporteros y fotógrafos asesinados en los años 2011 y 2012 lo fueron por sus malas amistades, aun cuando hasta la fecha el ciudadano espera las pruebas contundentes, pues eso de confiar en la palabra oficial significa hacerse tonto uno mismo.
Busque el ciudadano el libro “El policía”. En su lectura asistirá, cierto, al México sórdido y truculento del siglo pasado. Pero al mismo tiempo, vivirá los días que hoy todavía se padecen en el país, y en Veracruz, pues las versiones indican (¡Dios nos libre!) de políticos jarochos ligados a
homicidios como parte, digamos, de un ajuste de cuentas para eliminar a los enemigos, adversarios, y a quienes se han vuelto incómodos.
Incluso, hay quienes afirman que hasta algún francotirador habría sido trepado a un helicóptero para acribillar a ciudadanos ‘asegún’ bajo sospecha…
Y como en el México de Miguel Nazar Haro, Fernando Gutiérrez Barrios y Javier García Paniagua, entre otros, todos en la absoluta impunidad… (Tomado de El Piñero).

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