Columna: Déjame que te cuente…
Por Sergio M. Trejo González
Hace unos días, 7 de marzo, muy tempranito, me doblaba de la risa mientras leía el “Sumario” del nunca bien ponderado Gustavo González Godina, un periodista combativo, cáustico, socarrón. Siempre corrosivo y recalcitrante.
¡Se pasa! dicen algunos detractores de Gustavo, pero no lo creo. El hombre es bien ubicado e inteligente. Soflamero y castroso, porque es su estilo de permanecer en el medio difícil que es el periodismo, pero es un excelente amigo.
Procedente de un lugar de Jalisco, de cuyo nombre no puedo acordarme, llegó a estas latitudes don Gustavo hace efectivamente muchos años, con el ímpetu de los chamacos y con una objetividad bárbara. Un inquisidor cuando de dialogar o debatir se trata. Anduvo por Acayucan un buen chingo de años y cultivó la amistad con varios vecinos que le guardan cariño y admiración. Muchas anécdotas existen de Gustavo en “La Llave del Sureste” como testimonio de su paso por estos lugares, donde resulta hombre temido y respetado por su flamígera pluma. Difícilmente pierde una discusión pero no es un necio, si acaso un poco exigente y específico para quienes se apantallan por su temperamento; periodista valiente, condescendiente y generoso con quien respetuosamente disiente de sus perspectivas.
Por poco me ahogo de un sofoco, de tanto carcajear, leyendo sus cuestionamientos. Ni en tiempo de mis lecturas de la familia Burrón me atacaba de tal manera como esa mañana en que digería ese “A todo se oponen”; refiriéndose Gustavo a que en la capital de nuestro estado mucha gente se resiste y echa bronca por cualquier acción del gobierno. En tal entrega Godina les da una barrida a líderes de diversos sectores que se resisten a todo sistemáticamente. De una manera muy chingona exhibe limitaciones y carencias de quienes se involucran para resolver el problema de circulación vehicular en Xalapa. Todo mundo opina pero nadie formula soluciones viables ni sensatas en una agarradera de pendejos, muy común en nuestro país. En esas estaba cuando aparece Gustavo por estos lares dejándome la referencia de que estoy loco. También me ha llamado fundamentalista, pero yo por supuesto niego todo, más bien soy católico, apostólico y romántico. En fin que tal opinión no resulta novedad, la conozco desde muy pequeño. Por los diferentes planteles que atravesé, muchos amigos me llamaron de tal manera. Al principio me encabronaba. Llegue a darle sus madrazos a dos que tres hasta que me convencí de que en realidad mi personalidad rayaba en la chifladura, sin que llegara a la demencia, afortunadamente. “Pero no soy peligroso”, les decía a las muchachas, para que no se asustaran. Comprendí que mi desvarío es solamente un estado de ánimo, una rutina que gobierna mis sentidos; mi paranoia resulta un estilo de vida adoptado para poder llevármela capulina, leve… ¡Dalaaay!, entre las mariposas amarillas que en mí ser revolotean.
Mi hija Viridiana tiene un mensaje de entrada a su correo que dice: “No confundas mi personalidad con mi actitud. Mi personalidad es quien yo soy y mi actitud depende de quien seas”. Ahí puede estar la clave. Vivir así no es un lió, como algunos piensan, al contrario se puede navegar en este océano gracias a cierto camuflas que se requiere para ser. Si el mundo no lo sabe Dios me comprende… Let it be.
A propósito de aluciones, recuerdo que hace unos años por estas parcelas anduvo Don Hesiquio Aguilar de la Parra, buscando el voto popular para ocupar un escaño en la cámara de diputados. El calor era sofocante, como suele dejárnoslo caer el sol en la temporada primaveral y veraniega, otoñal e invernal. Aquí se chinga uno con el clima todo el año. La temperatura pues, le hizo expresar al “Cachorro de la Revolución”, en plena campaña, sin la menor sensibilidad política: “En este lugar solo se puede vivir loco o como candidato”. Que poca manera de conquistar nuestro sufragio; empero considero que algo similar deben pensar las hermanas Vázquez Saut, quienes dejaron su lugar de residencia habitual en la colonial ciudad de Puebla, para hacernos el grandísimo favor de venir a radicar en nuestros palmares, con sendas maniobras proselitistas y administrando nuestro presupuesto público. La duda me corroe: ¿será que también ellas solo en condición de gobernantes o de candidatas estarán entre nosotros?
En tal circunstancia que papel estarían jugando los acayuqueños que no están locos ni son candidatos a nada. Por supuesto que prefiero que se nos considere chiflados a la realidad triste y vergonzosa de ser unos verdaderos penitentes.
Pero bien, ya me salí del tema, que resultaba ser concretar un saludo cordial, preñado de afecto, al buen amigo Gustavo, por iluminar muchos caminos con sus reflexiones cotidianas. Cierto que mi saludo carece de cabeza y de pies porque así escribo como soy, a un tiempo lucidez y esquizofrenia. Quite usted la parte que guste de mis divagaciones y encontrará mi admiración al intrínseco talento del señor Gustavo.
¿Si es factible que un ser normal reciba la visita inoportuna de una idea parásita banal o torturante, porqué una persona inteligente no habría de albergar en su pensamiento un reflejo de neurosis? Sostengo que una sociedad estresante rebaja los recursos psicológicos. El flagelo de la crisis económica con su secuela de corrupción, desocupación, pobreza, explotación, discriminación, prostitución, adicción, inseguridad, etc. inducen a que cualquiera pueda cometer actos de locura... Alguien ha dicho: “Si se escucharan nuestros pensamientos, pocos escaparíamos de ser encerrados por locos”.
Godina no es un chistoso, pero nos hace reír, cuando se pone a escribir, sutil y carrascaloso. No es cuentero ni es gracioso, simplemente es corrosivo. Un tanto cuanto agresivo, cáustico y recalcitrante. Escritor de buen talante: Pródigo, franco, afectivo.
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