lunes, 16 de marzo de 2009

La desvergüenza . . . del PRI

La primera conmoción nacional por los secuestros ocurrió a mediados de los 90, con los casos Harp, Vargas, Losada, Senderos. México estaba gobernado por el PRI. Los guaruras se centuplicaron.
Cuando en 1994 y 1995 las bandas de secuestradores de La Víbora, Los Aparicio, Los Tlaycas tomaron Morelos, la entidad era gobernada por el priísta Jorge Carrillo Olea, un especialista en seguridad. Quedó registro de la complicidad entre criminales y policías. El director de la Policía Judicial morelense era una leyenda policiaca del PRI: el capitán
Jesús Miyazawa.
El apogeo de los cárteles de la droga en Jalisco comprendió también el periodo del gobernador priísta Enrique Alvarez del Castillo, a quien luego el priísta Carlos Salinas de Gortari nombró procurador general de la República.
El auge de los cárteles y el crimen en Sinaloa se dio entre gobernadores priístas: Antonio Toledo Corro, Francisco Labastida, Renato Vega.
Con el argumento de que poco pueden hacer con la migración, los municipios conurbados del Estado de México han sido desde el priísta Carlos Hank González hasta el priísta Enrique Peña Nieto, zona franca para delincuentes grandes y pequeños.
Chihuahua es hoy la entidad más violenta del país. El PRI la gobierna desde hace diez años. Ni qué decir de Tamaulipas, Coahuila, Durango, Oaxaca...
Con una desvergüenza del tamaño de la desgracia, la presidenta del PRI, Beatriz Paredes, culpó el fin de semana a los "otros" por la presente tragedia de la inseguridad. Y perfiló a su partido como el único que en el futuro puede encararla y doblarla. Su partido, el de Cosío Vidaurri, Cavazos Lerma, Montiel.
Desvergüenza: dicho o hecho impúdico o insolente.
Desvergüenza, la de Beatriz. Y la del PRI: la opción de la experiencia. (Domingo, 15 de marzo de 2009 /Ciro Gómez Leyva/ Milenio).

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