30 de Agosto de 2015
En la última semana mucho se ha
dicho y debatido sobre el endeudamiento de los gobiernos estatales, en
particular el de Veracruz. Las cifras difieren de acuerdo a la procedencia de
la versión y la óptica e intereses con que se valora, todo esto a pesar de que
existe una declaración oficial, por parte de cada uno de los Poderes del Estado
de Veracruz, así como el monto oficial que consigna la Secretaría de Hacienda
del Gobierno Federal.
Asimismo, se ha estado hablando
de las gestiones que ya se emprenden para renegociar el plazo de la deuda y sus
intereses, así como la adquisición de nuevos empréstitos para paliar la
delicada situación financiera que enfrenta nuestra entidad, pero sin abordar y resolver
el fondo del problema.
Pienso que este es un tema de la
más alta prioridad, porque Veracruz no puede estar al borde de la parálisis,
máxime que hay un gran número de dependencias que no deben detener su
operación.
La economía veracruzana se
encuentra detenida, desde hace dos años. Solo en este año, al segundo
trimestre, se habían perdido 18 mil empleos.
Se tiene la percepción de que la
administración atraviesa por una crisis seria.
Es un rumor generalizado surgido
de las propias áreas administrativas, por ejemplo, el esfuerzo con que se paga
la nómina gubernamental cada quincena, sin dejar de mencionar las graves
carencias del sector Salud, cuyos trabajadores han ya expresado su molestia
mediante paros y los pacientes resentido la precariedad del sector. Esto es de
suma gravedad para la vida social de Veracruz.
Al respecto traigo a colación la
sentencia de Napoleón: “Vísteme despacio que llevo prisa”. Es necesario
renegociar la deuda y gestionar nuevos recursos, es casi una emergencia; pero
antes, es imprescindible atender las causas estructurales que permitieron que
Veracruz, al igual que muchas otras entidades federativas, incurriera en los
altos niveles de endeudamiento que hoy se tienen.
Ahí están los ejemplos de
Coahuila y Nuevo León, entre otros, que hoy enfrentan un problema muy similar
al de Veracruz.
Las reestructuraciones de
Coahuila y Chihuahua no son ejemplo de seriedad ni de responsabilidad. Son ejemplo
del desorden acumulado.
La situación internacional,
particularmente la baja del petróleo y el colapso del mercado de valores chino,
no es un pretexto. Hay muchas entidades, la mayoría, por cierto, que no están
reestructurando porque sus deudas son sanas.
¿Qué ocurre en Veracruz?
Lo que vivimos ha sido propiciado
por diversos factores en la planeación y administración de los recursos
públicos, pero también, por la falta de un sistema adecuado de frenos y
contrapesos que permitan la correcta aplicación y fiscalización del dinero
público, a través de la Rendición de Cuentas y la Transparencia.
Esta deuda no se generó de la
noche a la mañana, sino a través de varios años y en por lo menos tres
administraciones estatales. La deuda pasó de poco menos de casi 3 mil millones
en 2004 a 44 mil millones, al menos, hoy. La pregunta obligada es ¿Dónde
estaban quienes hoy se rasgan las vestiduras y fustigan a diario al Gobierno
del Estado, cuando esta deuda se estaba generando?
Fuimos pocos los que nos opusimos
a tiempo y en público al arranque de este proceso.
Diversas personas que interactúan
de manera profesional en el quehacer público hoy cuestionan el endeudamiento,
pero reitero ¿Dónde estaban? También la omisión implica complicidad. Entonces
no criticaban por desconocimiento –muy grave si tenían responsabilidades-,
conveniencia o complicidad.
De pronto, cuando hay afectación
de intereses, o sea, cuando las decisiones y los vientos no son favorables,
entonces son los más severos críticos. Creo que no se vale, porque la acción
política debe sustentarse siempre en Principios y Valores, no solo en
intereses.
Si los gobernantes incurren en un
error, como todo ser humano puede hacerlo, para eso está la división de Poderes
y para eso está la prensa libre, así como los académicos e intelectuales y la
propia oposición política. Esa es la interacción que hace que una sociedad sea
políticamente desarrollada: el ejercicio de los Frenos y Contrapesos que
sustenta la Democracia.
Pienso entonces, que antes que
empeñarnos en ampliar plazos para el pago de la deuda y gestionar recursos
frescos, es urgente hacer una reforma profunda del marco jurídico y político en
Veracruz; asimismo, reordenar las finanzas públicas. De lo contrario, esta
situación podría repetirse en los próximos años, incurriendo en un círculo
vicioso de graves consecuencias para nuestro estado y el bienestar de los
veracruzanos.
Hay un dato muy claro. Ya se ha
reestructurado la deuda de Veracruz. El monto no fue menor: fue superior a los
9,500 millones de pesos.
Más reestructuración dará flujo,
pero no cura el problema.
¿Las anteriores
reestructuraciones impulsaron el crecimiento, la infraestructura, el empleo?
No. ¿Se cubrieron las obligaciones con proveedores? Tampoco.
¿Que será diferente ahora?
Lo dije y lo sostengo: hay que
reestructurar. Esa no es la pregunta. La pregunta es ¿para qué?
No se puede generar más carga,
por más tiempo, a los veracruzanos.
La reestructuración es una
condición necesaria, no suficiente, para solucionar el grave problema económico
de Veracruz. Hay que hacer más.
El Gobierno debe compactarse y
adoptar las mejores prácticas de administración. Sin ejemplo, no habrá
convocatoria posible a más sacrificios sociales inútiles.
El destino del ahorro y el flujo
que se libere de la restructuración debe supervisarse por el Senado de la
República o por una Comisión de la Sociedad Civil. Tenemos que garantizar que
aquello que se libere llegue a manos productivas que inviertan en Veracruz en
proyectos de alto impacto: competitivo y de generación de empleo.
Hay, también, recursos por recuperar,
que debe conseguirse a través de la aplicación de la ley. El castigo a malos
funcionarios, contratistas, no basta: hay que restituir el daño al erario.
Desde el Senado de la República
apoyaremos un esfuerzo, con el énfasis en que sea integral.
El objetivo debe ser que la
economía vuelva a crecer para que se distribuya el bienestar y, al mismo
tiempo, se reduzca el peso de la deuda con respecto al PIB.
En fin: hay un paquete de medidas
que hay que tomarse de inmediato: no hay balas de plata.
Hacer lo mismo, recordaba
Einstein, lleva a los mismos resultados.
Desde el Senado de la República
haremos los que corresponda.
Ahí está la Ley que aprobamos
para regular la Deuda de los Estados y Municipios; ahí está también el Sistema
Nacional Anticorrupción que ha impulsado el Presidente Enrique Peña Nieto. Son
dos elementos muy valiosos que deben ser tomados en cuenta y ser la referencia
para reformar la forma de ejercer el gasto público en los estados, entre ellos
Veracruz, de manera responsable.
La más alta prioridad debe ser
hoy garantizar a los veracruzanos que lo ocurrido con el endeudamiento y con el
posible uso indebido de los recursos no vuelva a repetirse jamás. De lo
contrario solo estaríamos atendiendo la urgencia, pero sin visión de futuro.
Lo he dicho y lo reitero: hay que
castigar a los servidores públicos que resulten responsables de los manejos
indebidos de los recursos públicos, pero sobre todo, hay que impedir que esto
se repita.
Esta posición no es nueva ni
obedece a proyectos personales, siempre he sido congruente con la postura de
ser cuidosos con el endeudamiento público.
La contratación de deuda debe ser
bien pensada y con objetivos claros, como lo demuestra el Diario de los Debates
del H. Congreso del Estado Veracruz, ahí está mi postura contundente sobre la
bursatilización.
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