sábado, 21 de marzo de 2015

Dame permiso, papá… quiero deambular esta madrugada



Las letras de Eva

Eva L. Robinson

Papá…

Voy con un candil de lata, de los que fabricabas por los años 20… y quiero sentarme a la luz de la luna, para contemplar, desde el corredor de tu casa, a las chicas yendo al baile… algunas llevan suecos y las zapatillas en la mano; tocan sus cabellos con flores frescas… sus vestidos son un sueño, largos, hermosos. Junto a ellas caminan madres o tías envueltas en su chal de señoras… Van rumbo al mercado, donde los comerciantes levantaron sus puestos y los muchachos ensayan sus mejores pasos, bailando hombre con hombre en aprendizaje obligado…

La música de “Las Liras de San Martín” apaga el silencio de una noche acayuqueña, invitando a los bailadores a su pista nocturna, centro de abastos por el día… Puede “tocar” mi imaginación la belleza de Conchita Bravo, Delia Rodríguez, Gloria Lajud y otras hermosas que no reconozco, escoltadas por  caballeros elegantes, impecablemente vestidos… La sonrisa de Abel Vidaña, la seriedad de Pancholín Béjar, instalados en el casino, a la espera de las  chicas dispuestas para el baile… Muy cerca, doña Ninfa Placeres se une  con Leonor Lara, en paciente espera por sus muchachas, incansables bailadoras de la noche que transcurre en el alegre ambiente de los marimbistas…

Fuera, los pequeños focos cual tizón iluminan las centrales calles de Acayucan. Chanón impaciente ve el reloj esperando por las 12 para cortar el fluido eléctrico y las lechuzas merodean, ocultándose al final en la torre de la iglesia… Pareciera que este tiempo se va a quedar estático y en sí, es cierto, lo atraparon en la foto de rostros sonrientes y frescos que observo en pleno siglo 21, complementando con los comentarios de mi amiga Yoya Reyes, asidua de aquellos bailes y que me invita a verla, dejando los suecos y el candil encargados con doña Pacita la garnachera, frente al parque, del lado de la calle Victoria…

Dame permiso, papá… quiero deambular esta madrugada, para ver el regreso de las jóvenes… No pasa nada, el parque está muy quieto, iluminado por una luna inmensa, sumergido en el silencio entre las fantasmagóricas sombras de árboles y maceteros… El oscuro palacio me parece de cuento tenebroso y el viento hace silbar siniestramente a los eucaliptos… No tengo miedo, se siente una inmensa paz  bajo el claro de luna y mis pies desnudos se llenan de tierra… Un solitario paseante toma café con Pacita y me arrebujo en la banca de concreto, tratando de imaginar un amanecer de estos tiempos…

El murmullo de alegres voces llega muy claramente a mis oídos. Los primeros bailadores se retiran, comentando las experiencias de esta noche, cuando escucho las campanas de la iglesia, dar las 12. Las lechuzas anidadas volaron asustadas por el ruido… No hay más vida contra el cielo, aunque escudriño desde aquí… soy un fantasma del futuro infiltrado en páginas añejas donde no puedo encontrarte, porque aún no te conozco… Papá… sólo me contabas cosas de estos tiempos y quizá me aferro porque no conocí los míos, sólo pude imaginarlos, desde un catre en cada oscura noche de mi juventud… ¿Sabes cuántas veces me pregunté qué era bailar? Lo asimilé como un pecado ante tus negativas de permitirnos vivir la experiencia, y al escuchar los comentarios a mi alrededor, sólo podía soñar con lo desconocido…

 Pero, no importa, aquí estoy, en un mundo que no es el mío, contemplando el hermoso pasado, quizá lamentando no haber pertenecido a esos días mágicos, aunque a mi alcance por boca de quienes lo vivieron… Déjame tomar el candil de lata nuevamente, papá, que es virtual porque tal vez no quería nada de ti y tus artesanías se diluyeron igual que el tiempo, pero sí recuerdo tus lámparas de gasolina, las tolvas de molino, las sombrillas reparadas, las ollas de peltre que alguna vez soldé… tu viejo banco de madera con un riel de remate… veo a mamá con uno de tus molinillos, batiendo chocolate en la fría noche invernal y escucho la lluvia caer sobre el techo de la mediagua; algunas gotas mojan mis cabellos de niña y me siento de nuevo en el corredor de la abuela, para soltar barquitos de papel, hechos con las hojas de un viejo cuaderno a rayas…

Es tarde, como antes, me regañas… es hora de dormir y sé que mañana despertaré adulta; escucharé hablar a la comadre Lupe y Marisa hará mucho ruido en la cocina… Me asomaré al balcón para enterarme que estoy en el siglo 21… Buenas noches papá… buenas noches por siempre.

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