Iba
leyendo los relatos que explicaban la supremacía del norte sobre el
sur. Leíamos también a Borges y algunos cuentos de Édgar Allan Poe.
Así se llegó la Primavera del Milenio que se celebró en el Tajín. En esa ocasión Roberto me invitó a ir con él. Yo pensé que ya conocía a Roberto Williams, pero para ese entonces yo todavía ignoraba muchas cosas de él.
Me llamaba mucho la atención las reverencias que le hacían a mi amigo a su paso por la zona arqueológica. No entendía, pensé que como ya era una persona de edad las merecía. Esa primera tarde en el Tajín una mujer italiana narraba al público el mito del Trueno Viejo. Roberto se quedó a escucharla con respeto. La mujer hablaba en su relato de siete ancianos. Esta diferencia llamó la atención de Roberto. Al terminar la mujer él se dirigió a ella y le preguntó dónde había escuchado esa versión, porque él conocía la de doce truenos. La mujer, arrogante y de manera despectiva le contestó como a un impertinente: “Lo que pasa es hay muchas versiones”.
Al día siguiente un vigilante no dejó que metiéramos el vochito blanco de Roberto al estacionamiento. Tuvimos que dejarlo en un lugar más lejos. A la entrada reparé en el mural que hiciera el maestro Teodoro Cano, donde con imágenes en bajo relieve relata el mito del Trueno Viejo. Junto a las imágenes está inscrito en piedra el mito y al final la firma de mi amigo: R. Williams.
“¿A poco tú lo hiciste?”, le pregunté a Roberto. Me dijo que sí y corrí a llamar al vi-gilante que no dejó meter el vochito de Roberto al estacionamiento. Henchido de orgullo le dije al policía: “Mire, mi amigo es quien rescató el mito del trueno viejo, y usted no nos dejaba entrar”.
Camino a la zona arqueológica me acordé de la italiana que lo había retado y entonces le reclamé: “¿Por qué no le dijiste a la extranjera esa que tú habías rescatado el mito original?”. Roberto siguió de largo y en el camino me dijo: “El mito no es mío, el mito es del pueblo”.
60 años del mito del Trueno Viejo y en 15 ediciones de la Cumbre Tajín no se han acordado de Roberto Williams. Yo ya le hubiera hecho un monumento, yo ya hubiera editado el mito y lo regalaría a la entrada a todos los visitantes del Tajín; yo ya hubiera puesto en escena, con luces, sonido y música totonaca el mito del Trueno Viejo, en representación teatral magnífica, todo en homenaje a Roberto Williams, en homenaje a nuestros antepasados.
Ya no podrán, ni el gobierno de Veracruz ni los organizadores de la Cumbre Tajín resarcir la omisión y la injusticia que cometieron contra Roberto Williams, porque Roberto, como su mito del Trueno Viejo, ya no pertenece a nadie en particular; Roberto, como el mito, ya pertenece al pueblo.
Así se llegó la Primavera del Milenio que se celebró en el Tajín. En esa ocasión Roberto me invitó a ir con él. Yo pensé que ya conocía a Roberto Williams, pero para ese entonces yo todavía ignoraba muchas cosas de él.
Me llamaba mucho la atención las reverencias que le hacían a mi amigo a su paso por la zona arqueológica. No entendía, pensé que como ya era una persona de edad las merecía. Esa primera tarde en el Tajín una mujer italiana narraba al público el mito del Trueno Viejo. Roberto se quedó a escucharla con respeto. La mujer hablaba en su relato de siete ancianos. Esta diferencia llamó la atención de Roberto. Al terminar la mujer él se dirigió a ella y le preguntó dónde había escuchado esa versión, porque él conocía la de doce truenos. La mujer, arrogante y de manera despectiva le contestó como a un impertinente: “Lo que pasa es hay muchas versiones”.
Al día siguiente un vigilante no dejó que metiéramos el vochito blanco de Roberto al estacionamiento. Tuvimos que dejarlo en un lugar más lejos. A la entrada reparé en el mural que hiciera el maestro Teodoro Cano, donde con imágenes en bajo relieve relata el mito del Trueno Viejo. Junto a las imágenes está inscrito en piedra el mito y al final la firma de mi amigo: R. Williams.
“¿A poco tú lo hiciste?”, le pregunté a Roberto. Me dijo que sí y corrí a llamar al vi-gilante que no dejó meter el vochito de Roberto al estacionamiento. Henchido de orgullo le dije al policía: “Mire, mi amigo es quien rescató el mito del trueno viejo, y usted no nos dejaba entrar”.
Camino a la zona arqueológica me acordé de la italiana que lo había retado y entonces le reclamé: “¿Por qué no le dijiste a la extranjera esa que tú habías rescatado el mito original?”. Roberto siguió de largo y en el camino me dijo: “El mito no es mío, el mito es del pueblo”.
60 años del mito del Trueno Viejo y en 15 ediciones de la Cumbre Tajín no se han acordado de Roberto Williams. Yo ya le hubiera hecho un monumento, yo ya hubiera editado el mito y lo regalaría a la entrada a todos los visitantes del Tajín; yo ya hubiera puesto en escena, con luces, sonido y música totonaca el mito del Trueno Viejo, en representación teatral magnífica, todo en homenaje a Roberto Williams, en homenaje a nuestros antepasados.
Ya no podrán, ni el gobierno de Veracruz ni los organizadores de la Cumbre Tajín resarcir la omisión y la injusticia que cometieron contra Roberto Williams, porque Roberto, como su mito del Trueno Viejo, ya no pertenece a nadie en particular; Roberto, como el mito, ya pertenece al pueblo.
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