Del Facebook de Josué Viveros Cuervo
*Visión y revisión de la historia de Veracruz, ¿re escritura?
*La participación de las mujeres en gestas independentistas y revolucionarias en la región Sotavento y sus luchas por sus derechos ciudadanos, sociales y políticos.
* La sublevación de 1877 en
Acayucan, precursora de la Independencia de México; encabezada por una
mujer indígena acayuqueña, Ana Pascuala “La Filota”, quien exigió los
derechos de los pueblos indígenas.
*Acayucan, históricamente tierra de rebeliones y de movimientos sociales, algunos encabezados por mujeres. Contradictoriamente, en la actualidad, el sector femenino y otros, pasivos a las actuales circunstancias del país y del estado. Delgado explica los motivos, también históricos.
*Acayucan, históricamente tierra de rebeliones y de movimientos sociales, algunos encabezados por mujeres. Contradictoriamente, en la actualidad, el sector femenino y otros, pasivos a las actuales circunstancias del país y del estado. Delgado explica los motivos, también históricos.
Por: Rubén de Leo Martínez.
Para el antropólogo Alfredo Delgado Calderón (Cuautla, Morelos 1962) la historia es esencialmente masculina. En el devenir histórico del país y del estado, las mujeres son las grandes invisibles, como otro sector de la población que le dio identidad a Veracruz: los negros.
Al igual que la raza negroide (no explica el estudioso si por razones racistas) el sector femenino, sobre todo en el Sur de Veracruz, -conocido históricamente como El Sotavento- fue excluido y marginado de la acción historicista, a pesar de su activa participación en hechos históricos. Sin embargo, nuevos datos históricos revelan que fue una mujer quien en 1787, junto con otras indígenas, encabezó una rebelión en Acayucan, considerada precursora de la Guerra de la Independencia de México.
El autor de varios libros de antropología social y culturas populares, asombrado por la riqueza histórica, cultural y geográfica del Sur de Veracruz, donde radica desde hace más de 15 años para estudiar diversos fenómenos propios de su quehacer antropológico y arqueológico, hidalga a las mujeres como “Las Invisibles”.
En una larga, pero amena entrevista en los portales de Acayucan, entre sorbos cortos y a veces largos de café, el responsable del cuidado del patrimonio histórico y antropológico de los veracruzanos se saca la espinita profesional.
A modo de confesión y mea culpa, reconoce –incluyéndose- la omisión de los especialistas en la exclusión del estudio de las mujeres en acontecimientos no sólo históricos, si no culturales y sociales. Es una especie de deuda histórica con la región sotaventina, a la que mucho se le debe por sus aportaciones a la conformación republicana y federalista.
Una de las grandes omisiones de investigadores, historiadores, antropólogos, arqueólogos y sociólogos –por la cultura patriarcal del país- fue la de no saber mirar la figura femenina como un destacado personaje histórico, activo en los movimientos sociales del país, inclusive en sus episodios más álgidos, como fueron las gestas de la Independencia y de la Revolución Mexicana, su participación en la lucha agraria y en la defensa de la soberanía nacional.
La entrevista transcurre sin prisa en un café de Acayucan, en los tradicionales portales,
un espacio que muchos lugareños desconocen como histórico. No sólo por estar situado frente a la plaza central, sino por los acontecimientos ahí suscitados.
-Alfredo, ¿Por qué en la historia de Veracruz las mujeres siempre han sido “Las Invisibles”, como usted dice?
-Porque no la sabíamos ver, hasta hace poco. Yo tampoco las veía, pero ahí están ellas, pero no la sabíamos ver, no la tomamos en cuenta, ni tampoco las estudiamos. ¿Por qué? Porque, como los negros, ahí están presentes, pero son invisibles.
Un buche más de cafeína para decir las verdades históricas, basta para que el autor de Historia, cultura e identidad en el Sotavento, se explaye en lo que ya parece una charla de camaradas, cada vez más confesional.
-En mi trabajo con las mujeres, en la historia, sobre todo, en el Sur de Veracruz, hay un tema pendiente: verlas, porque ahí están en los documentos (históricos), pero la pasamos por alto, no las vemos, porque la historia es esencialmente masculina, como si los hombres fueran los únicos participantes en la historia”.
Y ante una especie de catarsis profesional, como un desnudo interno, una liberación que de algo que pesa desde hace años en las espaldas, en los hombres, reconsidera su postura ante la avasallante mayoría de las féminas:
-Actualmente, en mi trabajo de investigación, estoy viéndolas con otros ojos, revisándolas en los documentos, en los archivos históricos, -afirma con un martilleo en el aire, a puño cerrado, como si tratara de reafirmar sus palabras, cada vez menos audible ante el bullicio de los comensales en el café. (Al fondo, el chillido de un infante como ratón).
Las manos de Alfredo no le bastan para explicar lo que su boca dice: entre lo que antes apretados dientes, ahora la suelta mandíbula le alarga el rostro y a menudo la lengua para decir lo que antes callaba y simulaba no mirar. (Al menos así lo percibí a través de la mirada que iba soltando destellos en la medida en que profundizaba en el tema).
- Dígame, y usted, ¿cómo se pone a mano?
- Estoy trabajando un libro sobre la participación de las mujeres del Sur de Veracruz en la historia regional, sobre todo en las etapas previas a la independencia y a la revolución.
-¿Es una especie de reivindicación?
-Sí, claro. Estoy trabajando en eso. Porque las mujeres han sido las grandes relegadas de la historia nacional. No aparecen en los documentos históricos, porque difícilmente tomaron las armas. La presencia de ellas, su participación en la historia, fue indirecta, dejaron testimonios y soportaron acciones de más de 30 siglos de historia en el Sur de Veracruz.
-¿Cómo aprendió a ver a estos sectores de la población veracruzana, relegadas de la historia, tanto a las mujeres como a los negros?
-A los negros aprendí a verlos en un proyecto llamado “La Tercera Raíz” de la Dirección General de Culturas Populares Región Sur (de la que Alfredo fue director).
A las mujeres, cuando estaba escribiendo sobre la Revolución. En ese entonces la doctora Margarita Dalton, me cuestionó: -Alfredo, las mujeres ¿dónde están? Y yo le respondí: maestra, las mujeres no lucharon. Claro que no lucharon -me dijo- pero ahí están. Pero no están en los documentos, le refuté. Y sí están pero no sabía verlas. Efectivamente, cuando puse otra mirada en los documentos, las vi. Noté no sólo su presencia, sus ideas, su participación.
-Cuénteme, ¿Qué fue lo que más le impactó al revisar esos documentos históricos en los cuales descubrió la participación activa de las mujeres en distintas acontecimientos históricos del estado?
-A mí lo que más me impactó fue que me topé con una mujer extraordinaria, una indígena que encabezó la rebelión de 1787, en el antes Cantón de Acayucan. Además me la volví a encontrar en una fecha especial, un 22 de octubre de 1987, el día que se cumplieron justamente 200 años de aquella sublevación. Esto para mí, fue algo extraordinario, yo lo vi como una señal. Esa mujer, Ana Pascuala, alias “La Filota”, me estaba pidiendo que la diera a conocer. Entonces por eso escribí un folleto que se llama “Acayucan, tierra sublevada”. Al revisar archivos encontré varios documentos de ella, y descubrí que los hacendados de la época la odiaban. Recuerdo una carta de un hacendado de Acayucan que le mandaba a otro y le decía textualmente: Ayer fue el día más funesto de la historia de Acayucan porque regresó la maldita Filota. Entonces me pregunté: ¿qué hizo ese día La Filota para que fuese el día más funesto de la historia de Acayucan? Entonces me puse a buscar en el Archivo de Tlacotalpan que estábamos rescatando en ese momento y encontré más de 20 cartas, órdenes militares y documentos oficiales que hace referencia de esa rebelión indígena.
Anochece. Una pertinaz llovizna cae sobre Acayucan. Una tenue neblina surge de la nada, como de repente la lluvia tras un recio día de sol. Influyen en los pobladores, en las plantas, en los animales. El ambiente es otro. Este es el marco geográfico y social que mantiene cautivado a Alfredo Delgado, un tanto obsesionado, entercado con el pasado y el presente del Sur de Veracruz, por donde vive y anda en diversos proyectos personales, profesionales.
La entrevista que transcurre hasta las cero horas, se torna cada vez más profunda. Los personajes investigados por el antropólogo, parecieran estar presente en esta atmósfera geográfica de por sí insurrecta.
Alfredo Delgado Calderón, se adentra revelando datos inéditos de la historia regional.
Sus continúas inclinaciones de cabeza, los movimiento de sus manos, el mentón alargado por la charla y su abdomen expandido contra la mesa empujándola, confirman la contundencia de sus revisiones históricas, de sus investigaciones que pronto serán dadas a conocer en la publicación de un libro ahora en prensa.
Por lo pronto, suelta prenda –primicias pues- ya que adelanta datos reveladores que ponen de manifiesto la tergiversación de la historia veracruzana, su manipulación política a favor de ciertos personajes que entrevista final desnuda el delegado del INAH Veracruz.
Ya calmó el bullicio cafecino, como así la ventisca fresca de enero y el tupido chipi-chipi, ahora ya en corrientes por la calle Hidalgo abajo, Alfredo suaviza el timbre de su voz emocionada y, siempre mirando a los ojos de su entrevistador, abunda sobre la referida rebelión de 1787, aún desconocida en Acayucan:
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