Déjame que te cuente…
Por Sergio M. Trejo González.
Hace unos días me encontré, por las páginas de los diarios, algunas
llamadas, cabezas, bajadas, entradas, cuerpo
y remate, de notas periodísticas, que hablaban de una muy importante capacitación
para asuntos de la oralidad. Ahí tiene usted que, yéndome con la finta, compré
mis ejemplares y busque la privacidad, acomodándome cómodamente en cierto clima
de calidez, provocada por la fantasía de las cuestiones orales, usted sabe: besos,
murmullos que resultan factor de entusiasmo, fundamental siempre, en el plan
oral. Me imaginaba, un curso intensivo paradójicamente por escrito sobre esos
encuentros cercanos de carácter oral. Esperaba encontrar un tratado sobre la
boca, labios, lengua y, por supuesto, el cuerpazo del deleite, en todas sus regiones,
colocado principalmente en la famosa postura sexual conocida como "el
69" que constituye para muchos liberales una de las más democráticas que
existen. No entiendo bien porque en realidad resulto un inveterato conservador,
retirado prácticamente de estas lides, pero he leído de los expertos sobre
algunos inconvenientes relativos a la talla: "Hacerlo con una pareja de estatura
diferente puede conseguir que uno de los integrantes acabe con lumbalgia, lo
que puede provocar dolor de cervicales".
El asunto al final es que no, no iba por ahí la cosa, toda vez que se
trataba de cosas de los juicios orales, que para nada tienen que ver con
asuntos concupiscentes, sino de otro forma de cuerpo, del delito, y de las
instituciones y figuras de cuestiones penales, que tampoco nada tienen que ver
con el órgano sexual masculino (menos con el femenino) sino con la serie de
postulados de justicia que conforman el orden normativo de nuestra sociedad,
que establece y regula el castigo de los
crímenes o delitos, a través de la imposición de ciertas puniciones como la
prisión.
Así entonces me doy cuenta, por medio de las sendas planas de
sociales, con muchas fotografías, de algunos amigos y conocidos picapleitos, que
han tenido lugar una serie de cursos de actualización, para estar a la moda sobre
la oralidad en los tribunales; supongo que en tales coloquios se ventilaron
todas esas cosas que alguna vez escuchan los estudiantes del derecho: Las
teorías del delito y del caso y el chisme, las etapas del procedimiento penal
acusatorio y las salidas alternas, derechos humanos, las investigaciones
inicial, formal y la etapa intermedia, procedimientos especiales, la
terminación anticipada del proceso y la
impugnación y cierto taller de técnica de litigación.
Qué bueno, me complace saber que los abogados de nuestra localidad,
los que se mueven en la trinchera de los tribunales, se capacitan para los
juicios orales que no tardando mucho serán obligatorios por ley en los procesos
judiciales de cualquier tipo de delitos, no sólo en el estado de Veracruz, sino
en todo el país. Resultará muy interesante conocer las características
primordiales de estos procesos donde no solo es cosa de verbo y rollo, sino
también están la publicidad y la contradicción, la continuidad y la
concentración, porque es un sistema adverso… un juicio transparente y
garantista.
En algunos estados del país creo, ya, ha sido impuesto con regular
éxito, aunque todavía existe reticencia, desconocimiento y cierta
experimentación en este proceso de, digamos, evolución al nuevo sistema penal
acusatorio mexicano, que mediáticamente se ha denominado juicios orales; en
algunas partes, se sostiene y transita sobre mentiras e inventos legales, mitos
institucionales, e incompetencias gubernamentales; en fin, simulación pura; hay
quienes vaticinan que el nuevo modelo de justicia que se ha venido
implementando en Veracruz, está condenado a un irremediable descalabro, al abismo,
porque no existe un trabajo de fondo, de sustento académico, sino solo de
ocurrencias y protagonismo político, en donde cada quien opina y ejecuta planes
y proyectos, siendo perfectos ignorantes del caso. De resultar así, pobre de
nuestro estado, pobre de los ofendidos y de los acusados, porque será un infortunio.
Si hoy estamos jodidos con un sistema judicial obsoleto y caduco, con la
innovación estaremos perdidos, porque nadie sabe cómo funciona con exactitud.
En Acayucan de manera más optimista se piensa que estamos a tiempo
para enfilar el rumbo, trabajando a marchas forzadas, sin descanso, en estos
renglones y obviamente se actualizan quienes desean la superación y
perfeccionamiento; pues en lo general el nuevo sistema penal acusatorio es un
cambio tal que los litigantes, ministerios públicos y jueces, deben de estudiar
y cultivarse no solamente en los capítulos del derecho sino idioma y lenguaje
corporal, con materias básicas de
argumentación y estilo, porque los alegatos serán eso, manifestaciones precisas,
sin ambigüedades, y en donde, el que no sepa expresarse, hundirá a su defendido
o exonerará a su acusado.
Sin menospreciar a nadie, se debe reconocer que tanto en las áreas
de procuración, como en la impartición de justicia, vivimos en un marasmo de
rutinas donde los escribientes en muchos de los casos son quienes sacan la
chamba, y hasta se sorprenden y se dan por ofendidos, cuando un abogado les
pide el uso de la voz. Otros postulantes le dan vuelta a sus asuntos, rodeando
todo. Repetimos, cantinfleamos y trespatineamos, demostrando insolvencia para
comunicar eficientemente.
Trataré de explicarme, creo que los juicios orales son además del
conocimiento del derecho, expresión y actuación, en donde el juez, defensor,
fiscal, el imputado y la víctima, tendrán un rol, y deberán estar presentes,
porque desde el arranque habrá polémica, negociaciones y acuerdos. Todos
tendrán el mismo nivel, y accederán a las pruebas que uno y otro presenten,
para desvirtuarlas, pues el defensor tendrá acceso a la carpeta informativa de
investigación, que en Veracruz será en buena parte obtenida con aportaciones
policiacas... Alrededor de todo estará el público.
La investigación, las pruebas (confesional, testimoniales,
peritajes) tendrán el mismo valor, y podrán ser desvirtuados por
contradicciones de Los partes, que deberán de defender de memoria, sin asesoría
de ninguna clase y ni apuntes, por lo que todos ellos deberán estar certificados,
donde el juez, también certificado, puede pedir
el desalojo de la sala al profesionista notablemente inexperto, para designar
un defensor público. Habría que enterarnos quienes van a certificar a los
jueces y a los postulantes. Eso todavía resulta un tanto impreciso por cuanto a
que se habla de licenciados en derecho y recuérdese que un título y una cédula
profesional (sin penetrar en los detalles perniciosos y los vicios acendrados)
son patente legal. De cualquier manera queda tiempo, para conseguir esos
expertos, las Facultades de Derecho debieron haber modificado sus retículas
hace años, pues aún enseñan derecho penal bajo el sistema inquisitorio, en
donde el Ministerio Público aporta pruebas, el juez se va con ella y se llega
al caso en que el acusado es detenido sin tener derecho a la defensa, y luego,
accede a ella estando privado de la libertad. Ese estudio ya se encuentra
desfasado, pues esos abogados tendrán que cabida en los juicios orales solo
estudiando con ahínco, asistiendo a conferencias impartidas por gente
autorizada porque, también hay que señalarlo, se han impartido algunos talleres
trikis mikis, cursos y diplomados, donde todo se reduce a disertaciones precarias,
sin calidad forense y sin idea.
Para aliviar tal deficiencia en la enseñanza, las escuelas y
algunas instituciones y colegios profesionales como el de Acayucan, se
encuentran promoviendo algunas formas de orientación para, en su momento, poder
intervenir en una audiencia con categoría. Es importante conocer los pasos de
los juicios orales para poder desarrollarlos. No se puede estar improvisando
sobre una justicia de ensayo y error. Nada de “echando a perder se aprende”.
Por lo pronto, una sugerencia a los organizadores de tanto simposio
de preparación, para que los juristas se mantengan a la vanguardia de la fama y
el prestigio para el verbo, de ahí lo de leguleyos: promover paralelamente a la
capacitación con el nuevo sistema de impartición de justicia de modelo
acusatorio, una especie de cursillo de oratoria judicial, con argumentos
lógicos y persuasivos, verdaderos, verosímiles y breves. Con la decencia,
cortesía y el decoro en los vocablos y la prudencia y saber, acorde con la
gravedad de la instancia. Con recomendaciones de prudencia en los vocablos. Recordando
por supuesto que la Oratoria Forense: Es la que tiene por objeto ilustrar la
inteligencia y mover la voluntad para
decidir si un hecho se ha realizado o no, si una persona es o no culpable, si
ha de aplicarse tal o cual regla jurídica o si ésta ha de interpretarse en uno
u otro sentido.
Hago hincapié en estos renglones porque resulta notable la
limitación de algunos litigantes que hasta tatatartamudean al solicitar algo;
es necesario atender algo de la elocuencia, como facultad para provocar
determinados sentimientos, pasiones, emociones a través de la palabra,
transferir conocimiento, convencer de manera eficaz a otro u otros de algo con
el fin de obtener una respuesta o reacción. La oratoria usa como herramienta el
discurso que es una forma de lenguaje escrito o hablado, es un mensaje, es un
acto de palabras para dirigirse a una audiencia. Por eso se debe abordar para
pronto el tema del discurso jurídico, desde la óptica del pluralismo para la
construcción de un Discurso contra-hegemónico del derecho. No se necesitan
habilidades retoricas recargadas, basta
conocer el asunto del que se habla, utilizar un lenguaje muy cotidiano y
valorizar los conocimientos que se tienen y se transmiten, fundando y motivando
los argumentos, evitando las redundancias, el exceso de muletillas y enriqueciendo
tantito el vocabulario para no caer en la incoherencia y lo inaudito.
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