sábado, 27 de julio de 2013

Diario de un reportero: Cuando Julio Scherer enfurecía



alt
•“El periodismo no deja”
•“Tu reportaje no sirve”
•Julio Scherer enfurecía…

Por: Luis Velázquez

Veracruz, México; 27 de julio de 2013.-- DOMINGO “Tu reportaje no sirve”: José Pagés Llergo, el legendario director de la revista Siempre! que años más tarde sería, fue nombrado director general de un periódico en Guadalajara: “El occidental” (parece).
Así, invitó al joven reportero Roberto Blanco Moheno para treparse a su nave y embarcarse en la aventura periodística.
En la primera, segunda semana, Pagés Llergo le encargó un reportaje, y cuando aquella tarde lo entregara, Pagés leyó en silencio el texto mientras Blanco Moheno lo miraba también en silencio, y al último el tabasqueño apretujó las hojas de papel revolución y las tiró al cesto de la basura.
“No sirve. Vuelve a escribirlo” le dijo sin una explicación de los errores y las fallas.
Una hora después, Blanco Moheno entró al privado de Pagés y entregó el segundo y luego el tercero y después el cuarto, y en todos los casos, la respuesta era la misma.
“No sirve. Vuelve a escribirlo”.
Casi a la medianoche, Blanco Moheno entregaba el reportaje número diez escrito y reescrito y Pagés Llergo le repitió la misma leyenda.
“No sirve. Vuelve a escribirlo” y lo arrojó al cesto de la basura.
Entonces, ante el asombro de Blanco Moheno, Pagés se tiró al suelo y buscó en el cesto los diez reportajes y los tendió en el escritorio y luego de escudriñar uno por uno, dijo: “Tú mejor reportaje fue el primero. Ese publicaremos”.
Explosivo, con indignación crónica, Blanco Moheno supo disciplinarse ante su amigo y director del periódico y salió del privado sin pronunciar una sola palabra.

LUNES

La boda de Jack Kennedy
El 20 de octubre de 1968, Jacqueline Kennedy casó en segundas nupcias con el armador griego Aristóteles Onassis, quien había estado casado con la soprano Margarita Callas.
La nota informativa llegó a la redacción del periódico “La nación”, en el puerto jarocho, entre 10 y 11 de la noche, y el reportero de guardia, Jorge Arias, la recibió en el teletipo, la miró, y la dejó por ahí, sin darle la importancia para la chismografía social que significaba.
Y, bueno, al otro día “La Nación” apareció sin la nota, ni siquiera, vaya, en la página de sociales, donde el reportero Joe de Lara escribía una columna de la gente VIP de Veracruz y en donde a cada rato saludaba con admiración a la señora Elizabeth Esquinca, la dueña del prostíbulo más famoso en la historia jarocha, “La escondida”, sin que nadie de los dueños le dijeran una sola palabra.
En la tarde, el gerente del periódico, Antonio de la Miyar, llegó enfurecido a la sala de redacción y se fue con todo, hasta con mentadas de madre que se escuchaban en la calle, en contra de Jorge Arias.
Y luego de las catilinarias efervescentes, el gerente de “La Nación” despidió a Jorge Arias sin mayores explicaciones, sin el pago de la quincena, sin una liquidación, pues la información de la nueva boda de Jaqueline Kennedy debía haberse publicado a ocho columnas, en portada, dijo.

MARTES

Cuando Julio Scherer enfurecía
Nada enfurecía tanto a don Julio Scherer García, director general de Proceso, como una carta aclaratoria a un reportero.
Uno: porque Proceso era puesto en evidencia.
Dos: porque quizá, acaso, el reportero había descuidado alguna fuente, un dato, una prueba.
Tres: porque cuestionaba el trabajo profesional de un medio, basado en la esencia pura del rigor informativo.
Entonces, don Julio llamaba a su oficina al reportero desmentido y que Dios lo cuidara…
Claro, si el reportero tenía las pruebas y las mostraba y demostraba, don Julio arremetía duro y tupido contra quien se hubiera atrevido a enviar la carta aclaratoria.
Sólo así Proceso se convirtió, entre otras razones, en uno de los medios más respetados, enfurecidamente crítico, del país.
Pero, también, cuando un reportero llegaba a la portada con un trabajo excepcional, fuera de serie, campanazo, don Julio se desvivía y en su ternura de padre amoroso hasta enviaba una ramo de flores al periodista, fuera hombre o mujer.

MIÉRCOLES

“El periodismo no deja”
En 1968, las Olimpiadas se efectuaron en la ciudad de México, cuando apenas había pasado el movimiento estudiantil con la matanza de Tlatelolco, ordenada por el presidente Gustavo Díaz Ordaz.
En el periódico “La Nación”, en el puerto jarocho, el reportero de deportes, Juan Álvarez, todos los días se sentaba desde la mañana frente al televisor en su casa, en short, chanclas y una chela a su lado, tomaba datos que en la tarde, cuando en el periódico seguía mirando la tele con las Olimpiadas, escribía para la edición diaria.
Y en cada nota agregaba la leyenda bíblica de “enviado especial”, con todo el cinismo del mundo.
Incluso, para el jefe de redacción significaba una estafa, pero desde la gerencia del periódico llegó la orden de que se le dejara el epígrafe de “enviado especial” porque lucía al medio.
Así cubrió toda la Olimpiada el compañero Juan Alvarez. Años después, renunciaría al medio y a trabajar en el periodismo porque un día descubrió que “no era ningún negocio trabajar de reportero”.
Acuñó, además, la siguiente frase bíblica: “Esto no deja”.
Y siguió chambeando de profesor de escuela primaria.

JUEVES

La fuente no se le dice ni a Dios
La dueña del periódico llamó a Jorge Arias para exigirle el nombre de la fuente informativa sobre un violador, amigo de su amigo.
--Disculpe, usted, pero la fuente de un reportero no se le dice ni a Dios.
--Soy la dueña.
--Usted será la dueña. Y se le respeta. Pero en todo caso, la noticia es si la nota es cierta o falsa.
--Deme la fuente.
--La fuente, repito, no se le dice ni a Dios.
Entonces, la dueña habló con el jefe de Información, el profesor Alfonso Valencia Ríos, y Jorge Arias repitió la misma cantaleta.
--Sólo quiero sabe si es cierto.
Y Jorge Arias le entregó el documento del Ministerio Público con todo y sentencia al violador de la menor.
Don Alfonso lo leyó y releyó y devolvió el documento al reportero.
Luego, defendió a Jorge Arias ante la dueña del periódico con el mismo argumento: “La fuente de un reportero no se le dice ni a Dios”.

VIERNES

La reportera perdió la nota…
La incipiente y joven reportera leyó su primera orden de información: hablar con el delegado de Tránsito, el capitán Ramón Cano Beltrán, en el puerto jarocho, sobre los pendientes de vialidad.
Probó su grabadora, checó el volumen de las pilas y desde el periódico se fue caminando unas seis, siete cuadras a la oficina del funcionario.
Cano Beltrán se parecía, años entonces, al artista galán Julio Alemán. Y aun cuando es bajito de estatura, el perfil físico lo emparentaba como un hermano menor.
Y la novata reportera se prendió del Julio Alemán jarocho quien ante los ojos verdes, grandes, la piel blanca, la cabellera lacia y larga cayendo sobre los pechos, alardeó de su condición de político y sonreía, alucinado con la chica, alucinante él.
Por aquí la chica reportera lanzaba una pregunta, el capitán sonreía y sonreía, contestando, claro, pero al mismo tiempo, seductor.
Quedaron de verse para seguir platicando otro día.
Y cuando la incipiente reportera llegó al periódico para escribir la nota, descubrió, angustiada, que había apretado una tecla equivocada de la grabadora y nunca había registrado una sola palabra del delegado de Tránsito.
Y regresó a la oficina del capitán. Pero el capitán ya se había retirado a tomar su cafecito de todos los días, cita puntual, inevitable, con los amigos, para componer el mundo.
La novel reportera se puso a llorar…
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario