martes, 24 de abril de 2012

Por los muertos del camionazo

Municipios del sur de luto!

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Coatzacoalcos, Ver.-  Para las víctimas del accidente carretero ocurrido el viernes en el norte de Veracruz viene lo peor. Algunos pasan por el trago amargo de despedirse por siempre de los suyos y, otros, supuestamente los más afortunados, a superar las escenas de terror que vivieron.
Municipios de esta región del sur de Veracruz están de luto. Las carrozas fúnebres, sus ataúdes y los restos de quienes viajaban  en el fatídico autobús de la línea “Butrón”, accidentado en el municipio de Alamo, iniciaron su doloroso peregrinar.
Doce de las 43 víctimas son de este puerto de Coatzacoalcos, pero el resto están diseminados en una docena de municipios como Jaltipan, Minatitlán, Acayucan, San Andrés Tuxtla, Salta Barranca, Boca del Río, Córdoba, entre otros más.

Dolor por los que se fueron

Las escenas de dolor se repiten por doquier.  En su mayoría en viviendas humildes, la muerte hizo de las suyas y enlutó a madres, padres, esposos, esposas e hijos. Difícil describir el sufrimiento.
En Jáltipan con los familiares de Abraham Martínez García y Dora María García Pérez; en Coatzacoalcos en las viviendas de María Elena Bejar, Gloria Zapata Hernández, Ángel Villa Treviño y Pedro Borja Domínguez, entre otros más.
Ana Laura, madre de tres niñas de 4,7 y 8 años de edad y esposo de Pedro Borja - uno de los choferes de la unidad accidentada y quien aparece en la lista oficial de muertos- aún recuerda las últimas palabras que escuchó de su marido. Y entonces un escalofrío recorre el cuerpo: “Cómo están mis niñas, ¿ya se van a dormir? Cuídalas. Nosotros todo bien vamos en carretera”.
El jueves a las ocho de la mañana abandonó su casa  y a las 9  salió conduciendo el autobús de la línea “Butrón” que acabó completamente desecho en una carretera del municipio de Álamo.
“Alguien tiene que responder por el accidente”, exige y reveló  que su esposo llevaba tres años laborando para la empresa “Butrón”, cuyos propietarios ahora pretenden deslindarse.
“Mi esposo ya tenía tres años trabajando en esa empresa que pertenece a viajes Butron aunque ellos digan que ya vendieron el carro”, acusa con total seguridad y con el dolor acuestas.
Ángel Villa de 30 años, también en la lista de fallecidos, recién había regresado de Estados Unidos a visitar a sus padres.
Tomó el camión, como muchos más, para ir en busca de trabajo en las maquiladoras del norte del país y, de paso, lograr que su esposa  que vive en San Antonio, Texas, lo pudiera visitar. Su deseo se vio roto.

El costo de sobrevivir

La mente de Rosalba Valdivieso pareciera que le juega una mala pasada. Una y otra vez repite la escenas que vivió cuando el autobús de pasajeros fue impactado y todos, incluida ella, despertaron en medio de la oscuridad y tirados sobre la cinta asfáltica.
Como si lo viviera otra vez, escucha los gritos de terror, la oscuridad y el ruido estruendoso que doblaba los fierros del autobús en el que viajaba.
A sus 22 años de edad  pasa, quizá, por el peor episodio en su vida. Se sabe afortunada porque no forma parte de la lista de 43 muertos, pero el costo es grande.
“Yo venía en el lado del copiloto y salí volando por el parabrisas”, dice con el rostro desencajado al saber que las imágenes se le agolpan y no le dejan  respirar.
“Sólo recuerdo los gritos de terror, la oscuridad y el ruido estruendoso”, dice una de las 27 sobrevivientes del fatal accidente.
Al despertar, se encontró en medio de la oscuridad, de reojo percibió decenas de cuerpos regados  en la carretera. Extremidades por un lado y quejidos por doquier.
Recuerda que algunos de sus compañeros de viaje muertos estaban y otros agonizaban para segundos después dejar de existir.
“Había muchos niños tirados y sin vida”, dice con una tristeza profunda, de esas que pocos experimentan, pero que transmiten a cualquier. “Yo cargué a una niña, no sé quién era, los que sí podíamos levantarnos apoyamos en lo que llegaban las ambulancias”.
Superarlo, lo sabe, será difícil. El costo por haber sobrevivido lo cargará toda la vida. Las macabras escenas se niegan a abandonarla y deberá aprender a vivir con ellas. (Notiver/ 23 de abril 2012).

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