junio 5, 2015
Por Rosalía Vázquez, especial para SinEmbargo
Xalapa, Veracruz, 5 de junio (SinEmbargo/BlogExpediente).– “Ya los
cargó la verga. Se van a morir”, les decían los 10 hombres armados
mientras les pateaban el cuerpo y golpeaban su rostro con palos, bates y
hasta machetes. La agresión duró menos de cinco minutos pero se
volvieron un infierno para los ocho estudiantes de la Universidad
Veracruzana que fueron atacados la madrugada de este viernes en una
vivienda de la calle Herón Pérez.
El ataque y la denuncia pública del mismo sufrieron respuestas
contradictorias por parte del Gobierno del estado y la Secretaría de
Seguridad Pública, que fueron acusados de ser responsables de las
agresiones.
Como siempre, la palabrería gubernamental salió más rápido que las
acciones que legalmente correspondían hacer. En diez horas la Policía
Ministerial no se acercó a investigar o acordonar el área donde ocurrió
la agresión.
Los elementos de la SSP llegaron en la madrugada y se retiraron en
cuanto recibieron una extraña instrucción de los ocupantes de un
vehículo Pontiac blanco. Se fueron sin auxiliar a los heridos ni dar
parte a otros elementos policiacos o a un hospital.
Pero aunque los policías tardaron mucho, los comunicados asegurando
el ya esperado “yo no fui” se distribuyeron como pan caliente. Uno donde
la dependencia manejada por Arturo Bermúdez Zurita (SSP) se hace de la
vista gorda: “La Secretaría de Seguridad Pública (SSP) niega
rotundamente tener participación alguna en el ataque que sufrieron
estudiantes de la Universidad Veracruzana (UV) la madrugada de este
viernes. Desde la dependencia condenamos categóricamente los hechos”.
Uno más para asegurar que en realidad no es tan grave como parece y
usando el nombre del Centro de Especialidades Médicas como escudo: “La
dirección del nosocomio dio a conocer que se trata de tres pacientes
policontundidos, que se encuentran estables y sin lesiones internas”.
Y el tercero como sello de la casa y con el nombre de la Universidad
Veracruzana para indicar que en realidad, de los ocho agredidos, sólo
uno se encuentra inscrito en la autónoma casa de estudios.
CINCO MINUTOS DE HORROR
Nadie lo imaginó. Se reunieron horas antes para comerse un pastel
juntos, compartieron palomitas y un poco de jugo Boing. La casa del
cumpleañero era el lugar perfecto para reunirse por la cercanía con el
área de humanidades donde la mayoría estudia.
El ruido de un automóvil se escuchó cerca, de pronto golpes sobre la
puerta, las ventanas estallando, el terror de no saber hacia dónde
correr porque la casa es en realidad una habitación con baño.
No hubo tiempo ni de preguntar la razón, sin dar minutos para
esconderse lanzaron sobre los muchachos sus palos y machetes. Sobre la
espalda a algunos, directo a la desfiguración del rostro para otros
tres.
No les importó que hubiera mujeres, los golpes se dieron sin distinción. Los insultos llovieron y la sangre también.
“Entraron rompiendo las ventanas y la puerta, empezaron a golpearnos
rápidamente. Yo alcancé a taparme pero nos golpearon y nos decían muchas
groserías. Varias veces gritaron ‘vámonos’ pero no se iban. Me escondí
por la cama pero nos decían que nos íbamos a morir”, recuerda la única
estudiante que no tuvo que ser hospitalizada.
A sus 21 años, la estudiante de Pedagogía en la UV vivió uno de los
peores episodios en su vida. Poco ha querido hablar con la gente, su
cabello anda alborotado y su cabeza más. Tiene ganas de llorar por la
impotencia y el temor. Los moretones en su cara y su cuerpo delgado
hablan de que fue la menos lastimada.
“Yo creo que me golpearon dos [hombres]; pero no los pude ver porque
estaba boca abajo. Les pedimos que ya pararan, pero ellos nos seguían
gritando”.
Nadie pudo ver completamente el rostro de sus agresores, la mayoría
tenía el rostro tapado con capuchas, gorras, máscaras y paliacates.
Llevaban pantalón de mezclilla y playeras de diferentes colores. Está
segura de que todos eran hombres.
Tres estudiantes quedaron irreconocibles. El que recibió un machetazo
a la mitad de la cara fue al que mejor le fue. El mayor de ellos no
podía respirar bien, le quebraron la nariz, el pómulo parece salido de
su rostro, la cara cuarteada por moretones, hinchazón y cortadas. La
quijada colgada por el desprendimiento que le provocó un golpe.
Otro se desvaneció en los primeros golpes sobre su cabeza, al
despertar había sido agredido de tal manera que su rostro y cabeza se
veían con el doble de tamaño por las confusiones que tuvo. Todos los
dientes se le cayeron después de las patadas y golpes que le propinaron
sobre la cara.
Cuando se supieron sobrevivientes a un ataque brutal, denunciaron el
ataque a través de sus familiares y amigos. También avisaron a la prensa
porque ya ni en las autoridades pueden confiar.
RETRATO PÚBLICO DE LA VIOLENCIA
Dicen que nadie escuchó el ataque pero los vecinos pasaron todo el
día asomados e indicándole a la prensa que la habitación seguía
accesible por sí querían entrar a ver el escenario de una noche
traumática para 8 jóvenes.
No hay forma de no voltear a ver el lugar, los vidrios quedaron
regados por toda la banqueta, algunos con manchas de sangre, otros con
cartón atorado. Notas escolares sirven de tapete para el peatón, y en el
desagüe tres guantes de látex.
La pequeña vivienda quedó destruida, como prueba de la masacre quedan
decenas de manchas de sangre sobre las paredes. Junto a la cama parece
que les azotaron la cabeza, en la puerta hay una mano marcada, por el
refrigerador quedaron restos de gasas y papel higiénico que ellos mismos
utilizaron para detener sus hemorragias.
La ropa está revuelta, ensangrentada, el chaleco olvidado de uno de
ellos se ve como trapeador. La cama desatendida, la sangre embarrada en
el piso, en la lámpara, sobre las libretas de estudio.
El lugar de los hechos fue infectado por periodistas y curiosos que
entraron hasta el baño para ver el resultado de la golpiza. Nadie llegó
antes a cerrar el lugar donde se cometió un crimen, por el contrario, se
dejó fotografías, hacerlo público, difundir el daño causado.
VERACRUZ, ESTADO DE REPRESIÓN
El Gobierno de Veracruz demuestra con el ataque que se suscitó contra
los estudiantes, que su política continúa siendo la de la represión que
se ejercía en los años 50 en México opinó Jorge Rodríguez Molina,
académico de la Facultad de Historia.
“Hay una constante en los últimos meses donde muchos movimientos han
sido reprimidos. Hay una violencia selectiva sobre ciertos liderazgos,
grupos, movimientos sociales, y los políticos veracruzanos se quedaron
en esa etapa, se quedó atrás”.
Los profesores poco sabían sobre la agresión al iniciar el día. Las
versiones fueron varias y muchos rumores intentaron minimizar el acto.
Algunos dijeron que en realidad no eran buenos estudiantes, otros los
culparon de ser los incendiarios del Instituto Nacional Electoral, otros
opinaron que a lo mejor fueron golpeados por haber cometido un ilícito.
Los familiares de los estudiantes aún no se han pronunciado sobre el
procedimiento legal que realizarán. Sólo la madre de uno de ellos
anunció que interpondrá la denuncia correspondiente.
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