Por Joel
Vargas
Es cierto que Andrés Manuel López Obrador fue presidente del
Comité Directivo Estatal del PRI en el Estado de Tabasco y que su trabajo
político fue encomiable, dinamizó a su partido de entonces vinculándolo a la
sociedad para ejecutar los reclamos necesarios en busca de una democracia
funcional para establecer principios igualitarios y abatir desde esos lejanos
días los altos índices de pobreza. Algo percibió de rutinaria mortecina en el
PRI. No le pareció seguramente la existencia vegetativa del institucional.
Valoró la imposibilidad de medir el tiempo contemplando un instrumento de poder
sin mayores alcances sociales. Un Partido verdaderamente hecho pedazos en donde
cada estamento de poder jugaba sus propios intereses. Hizo bien en renunciar al
PRI, porque hoy sus energías políticas están al servicio de la patria, en donde
se invoca el cambio para construir un México para todos.
No se puede ocultar que Miguel Ángel Yunes se desempeñó como
presidente del Comité Directivo Estatal del PRI en Veracruz, su Estado natal;
es un hecho incontrovertible que hoy se inscribe en los hitos histórico de la
evolución del poder. Yunes llegó a la máxima dirección del PRI, situación que
aprovechó para trascender con su presencia política en el altiplano, conexiones
que le sirvieron para ampliar sus posibilidades de supervivencia política abandonando
las convicciones y exaltando su vocación de poder. Yunes es un hombre de poder.
Se fue del PRI buscando horizontes superiores, sirviendo a gobiernos
disímbolos. Su genética política está en el PRI.
Dante Delgado, que hizo del PRI un partido del pasado lo
abandonó para incursionar en las alturas de un poder ampliado, donde sus
resultados son tangibles. Es posible que sus meses de prisión le hayan
franqueado con fuerza impetuosa su voluntad inquebrantable de trabajar por la
transformación del país. Fue líder estatal del PRI y ha sido hasta la fecha uno
de los mejores gobernantes que han gobernado Veracruz. Su obra material fue
fecunda. Se pavimentaron calles y se hicieron banquetas en muchas comunidades
rurales del Estado. Discordancias cupulares con Ernesto Zedillo, al punto de
despreciar la embajada en Brasil, se echó mano del expediente negro que todo
mexicano posee en la secrecía de pandora y que puede revivirse en cualquier
momento.
Ricardo Anaya, candidato presidencial del PAN, se inició en
el sector juvenil del PRI de Querétaro, cuando el candidato a gobernador de su
Estado perdió la contienda electoral. Se incorporó al Partido Acción Nacional
donde ha construido una carrera política de vértigo, admirable para propios y
extraños. Y así como estos ejemplos demasiado claros, miles de priistas han
abandonado al PRI, así como el PRI ha ignorado a sus políticos experimentados y
otros emergentes. Hoy recorre el país un ciudadano anticarismático que en
nombre del PRI solicita el voto, sin ser del PRI. El PRI va e irá solo, sin
paradigmas políticos. El PRI no tiene candidato de procedencia ideológica
revolucionaria. Antonio Meade es un financiero cruel para los mexicanos.
Manuel Gómez Morín también se inició en el PRI donde trabajó
por algún tiempo, desempeñándose como Secretario Particular de Plutarco Elías
Calles, desde entonces los descendientes de siriolibaneses ya buscaban poder y
dinero. El PAN se estructuró como partido en 1936, la decisión definitiva se
dio en un debate realizado en el Banco de Londres y México con la asistencia de
la Alta Empresa, el Alto Clero y el Alto Mando Castrense. Se le consideró de
derecha por los elementos participantes, pero se dejó bien definido el
pensamiento de Gómez Morín: No se buscaba el poder por dinero, serían siempre
la voz moral, el valor de la ética política, se trataría de adecentar el
ejercicio del poder público. Ideales que a la fecha están vitrificados,
podridos en el seno del propio partido.
En 1945 aparece una tercera opción política para los
mexicanos. Vicente Lombardo Toledano funda el Partido Popular para engrosar la
lucha revolucionaria transformativa que impulsaba Lázaro Cárdenas unificando
las fuerzas de izquierda, pues es bien sabido que el PAN trataba de frenar las
reformas cardenistas a favor del pueblo pobre e ignorante. Ni a la gran empresa
ni a la iglesia católica le importaban que los mexicanos buscaran su evolución
hacia metas superiores de desarrollo. Y en esa lucha estamos en este año
crucial de elecciones federales 2018. O el pueblo se deja aplastar o se levanta
para exigir sus derechos añejamente conculcados.
Carlos Castillo Peraza, difunto ideólogo del PAN de mayor
paso histórico, recordó alguna vez que todos los mexicanos llevan un priista
dentro. Se impone, por tanto, un exorcismo político. Recuerdo que cuando
llegaron los primeros comunistas a la Rusia
Zarista, dijeron: “Si los católicos tienen el poder,
hagámonos católicos”. Así pasó en México durante muchas décadas: “Si el PRI
tiene el poder, hagámonos priistas”. Se rompió el encanto hegemónico, ahora se
tiene una diáspora política con muchos partidos, algunos de caricatura y otros
que provocan risa y hasta vómito. Cuando los partidos envejecen se
autodestruyen, se está viviendo ese proceso de destrucción.
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