lunes, 26 de octubre de 2015

Daniel Lizárraga y la historia detrás de la historia de “La Casa Blanca de Peña Nieto”

Una reportera le dijo cierta vez a Daniel Lizárraga (Ciudad de México, 1964) que quería ser como Carmen Aristegui, pero su deseo se enfocaba en ser famosa porque sí. Yo le cuento que hace algunos años, un periodista con poca experiencia me confesó que quería ver su cara –sí, su cara–en la televisión, por lo que pronto abandonaría el periódico. Lizárraga sonríe, reflexiona: “Hay chicos que se meten al periodismo solo porque quieren ser famosos. La verdadera fama en el periodismo no se consigue con una cara bonita. Tienes que ser bueno”.
Lizárraga es de los buenos, y es además humilde, una virtud que se encuentra cada vez menos en el gremio. Lizárraga es capaz de repetir muchas veces que lo poco o mucho que sabe lo aprendió escuchando a maestros como Gustavo Gorriti, Ricardo Uceda, o participando activamente en los foros de la Fundación de Nuevo Periodismo Iberoamericano Gabriel García Márquez y la Conferencia de Periodismo de Investigación Latinoamericana (Colpin), organizada por el Instituto Prensa y Sociedad.América Latina.
Sobre la mesa está  “La Casa Blanca de Peña Nieto” (Grijalbo), el libro que cuenta la historia detrás de la historia de una de las investigaciones más importantes de los últimos tiempos en América Latina. La investigación le costó el empleo a él y a su equipo formado por Rafael Cabrera, Irving Huerta y Sebastián Barragán. Ellos y Carmen Aristegui fueron despedidos de MVS Radio.
LIbro La Casa Blanca
A pesar del impacto de la investigación, los cuatro periodistas –encabezados por Lizárraga– no han sido llamados para trabajar en algún medio mexicano. Nadie los ha convocado. “Ni por error”, dice con una sonrisa que se congela. Ni el Premio Nacional de Periodismo de México, ni el Premio Gabriel García Márquez y tampoco el Premio de la Iniciativa para el Periodismo de Investigación en las Américas (Connectas -ICFJ) han motivado a las organizaciones de noticias de México a convocar a estos periodistas de raza. Así opera la censura, así se castiga la osadía de meter las narices en la casa del poder.
EL LIBRO
Daniel tenía la inquietud de sacar un libro, pero algo lo frenaba. Después del ‘escándalo’ que generó la publicación muchas personas le preguntaron cómo se hizo. Su amigo, el periodista Wilbert Torres, le recomendó que escribiera un libro, se lo dijo tantas veces que lo convenció y hubo un acercamiento con la editorial  para hacer la versión escrita del reportaje.
En la historia detrás de la historia decimos más cosas. En el capítulo 2 contamos cómo vivimos los reporteros las presiones internas, la censura para hablar sin rodeos. Como trabajábamos con el lobo dentro de casa, y al mismo tiempo explicamos el sentido periodístico mas puro la metodología del trabajo, explicado con muchos pasajes y pequeñas historias el cómo lo hicimos. Cosas inéditas que no habíamos revelado. Carmen cuenta también las presiones. Un ejemplo es un mensaje de texto que me llegó a mí de un directivo. Se lo iba a mandar a su jefe y me lo manda a mí, donde dice que ya pidió que se bajaran el reportaje.
Lizárraga, acomodado en las instalaciones de Taller Arteluz –un lugar de aprendizaje en Ciudad de México donde curiosamente Rafael Cabrera compartió lo que sería la primera pista del reportaje–, cuenta que lidiar con la imposición del silencio lo hizo recordar su experiencia en el diario El Universal, donde fue censurado un artículo sobre el presidente Vicente Fox. Esta vez se enfocó en que la historia saliera a la luz. Fueron días de debate, de disyuntivas, de presiones, de angustias.
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-Sacamos el reportaje en Aristegui Noticias. Teníamos varios escenarios, pero luego se decidió. Carmen asumió la decisión con la finalidad de no perder el espacio de MVS, donde ya le habían dicho que parara con la publicación. “Ella sabía que eso le iba a a costar, pero lo hizo”, resalta Lizárraga, periodista egresado de la UNAM, especializado en investigación que entró al oficio cuando pensaba que lo suyo sería más académico. El periodismo lo atrapó.
Le pregunto si a pesar de todo había posibilidades de publicar en MVS. Muchos dicen que si se trabajó con recursos de la radio, lo que tocaba era sacarlo allí.
–Sí, quizás había, pero era riesgoso. Nos corrieron igual. En ese momento pensábamos: si decidimos sacarlo allí y les avisamos, al día siguiente no nos dejan entrar. Si lo saco sin avisar nos corren en ese momento. ¿Cuál era el mejor escenario?  Diseñamos una estrategia de difusión. Buscamos salida en el portal de Carmen Y nos planteamos que la repercusión fuera tan fuerte, al menos en México, que sería imposible que el lunes no se retomara el tema en la radio, y así fue el lunes. Tomamos una decisión valiente.  Para mí lo importante era y es la libertad de expresión, y que los ciudadanos conozcan esta información.
EL EQUIPO
Un año antes de “La Casa Blanca de Peña Nieto”, Lizárraga tuvo el encargo de crear la unidad de investigación en la radio. Cuando hizo el modelo para la radio,  no encontraba referentes. Así lo cuenta en el libro. Fue un proceso interesante.
¿Cuál sería el equipo ideal para una unidad de investigación en la radio? Esta pregunta rondó su cabeza. Hoy tiene la respuesta:
– Tener un buen equipo de producción. Debes buscar la manera de retomar el viejo principio de la radio: que la gente se imagine las cosas, algo que aprendi luego de equivocarme. La idea es que cuando la gente te escuche, se imagine lo que estás narrando. Debes ser descriptivo, usando el lenguaje radiofónico. Cuenta la producción musical, el sonido, las voces, los contrastes de las voces para no aburrir. En el reportaje, por ejemplo, teníamos varias voces. El formato lo exige. Me costó mucho trabajo encontrar el lenguaje radiofónico. El equipo ideal es complejo de armar pero yo creo que es clave tener claro que la gente que convocas no tiene que darte siempre la razón. Hay que buscar personas con habilidades diversas, y yo busqué gente que tenía habilidades que a mí me faltaban. Busqué jóvenes reporteros con habilidad y madera, que les gustara la investigación.
Lizárraga señala que viene de un mundo análogo.  El periodismo de datos, por ejemplo, le costó trabajo, “pero poco a poco lleno mis lagunas y no tengo problemas en admitirlo”.
Para armar el equipo le pidió al periodista Irving Huerta que le recomendara al compañero de clase que mejor manejara los datos en la maestría en Periodismo y Asuntos Públicos que estaba estudiando. Así llegó Sebastián. La relación con Rafael ya existía. Se conocieron en Arteluz. “Me di cuenta de que era un chico con mucha madera. Pero en ese momento, cuando estábamos en el  taller, no me percaté de lo que él tenía en las manos”, dice. Lo que Rafael tenía era una curiosidad infinita por las fotos de la casa que difundió la revista Hola. En el libro se relata la obsesión de Rafael, el cruce de datos e infinitas llamadas que hace primero en solitario hasta llegar a ser parte del equipo de Aristegui.
MÉXICO, PAÍS DE SILENCIOS
-Del 1 al 10 estamos en 5.
La pregunta era simple: ¿Qué puntaje le pones al periodismo de investigación en México?
Lizárraga explica que a diferencia de otros países, como el Perú, México no ha tenido una tradición de periodismo de investigación: “Aquí no tenemos un Ricardo Uceda o un maestro Gorriti, de quienes he aprendido mucho”. Sin embargo, resalta que hay una nueva generación de jóvenes que ya dejaron de verse el ombligo y han aprendido a hacerlo. Ellos son los que van a despuntar.

portada Casa Blanca
Estamos regresando a lo que Vargas Llosa le llamó la dictadura perfecta. El régimen del presidente Peña Nieto está colocando las bases de un régimen que en buena parte de su ‘éxito’ consiste en controlar la información. A través de la publicidad controlan espacios e intereses. Están ahogando el periodismo, el periodismo que trata de hacer cosas diferentes. Hoy, cuatro o cinco diarios tienen la misma noticia y la misma cabeza, eso no se veía desde los años 70. Los pocos espacios de independencia están siendo marginados. No es exclusivo de México, pero aquí se agudiza. Estamos buscando respuestas y alternativas,
¿Cómo vencer la autocensura?
–Yo le digo a los muchachos, en México, que traten de capacitarse y ser mejores. A los malos periodistas no hay que censurarlos. Se censuran solos. Si dejan la nota en la máquina, no hay necesidad de censurar nada. Lo primero que debe pasar es elevar el nivel de calidad y de preparación de los periodistas. La primera autocensura está en nuestra poca preparación profesional. La segunda tiene que ver con una zona de confort o de comodidad que te da el periodismo de hacer nota diaria, del dijo, manifestó y señaló. Hay gente que se puede pasar 40 años haciendo esto. Es una forma de vivir. Otro problema es la violencia que ha dejado hasta el momento 90 periodistas muertos.
A pesar de la violencia, ¿se puede hacer periodismo de investigación en México?
-Se puede, y se está haciendo, pero me asusta el mensaje que deja lo ocurrido con nosotros: es un ‘mira lo que te puede pasar si investigas, te corren y nadie te dará trabajo’. Para los muchachos que hicieron la investigación es terrible que en lugar de encontrar satisfacción, la propia empresa los despida. ¿Qué mensaje da esto?
El equipo despedido de MVS está en Aristegui Noticias. Pero las condiciones son diferentes. No hay gran presupuesto.
LECCIONES PARA REPORTEROS
Muchos se preguntan qué debe hacer un periodista de investigación para no obsesionarse con el caso, para librarse de la obsesión que a veces empaña el rigor. Lizárraga cree que la receta está en el tiempo.
Yo he aprendido a base de equivocarme y he aprendido de escuchar a compañeros de otros países. La gran escuela que ha sido Colpin o la FNPI es impresionante. Más allá de si se gana un premio o no, lo cierto es que ambos espacios me han enseñado mucho. El intercambio entre reporteros nos ha dado una visión diferente. ¿Cómo aprendí a esperar? Esperando y viendo cómo esperaban los otros.  No tirar a la primera pelota, encontrar el tiempo justo. Y el libro es una muestra de cómo esperé, y cómo se decide publicar en el tiempo oportuno y justo.
Carmen Aristegui 2
Lizárraga destaca el apoyo y el liderazgo de Carmen Aristegui, quien escribe el prólogo del libro y reconoce el talento y olfato periodístico, así como entrega de su equipo. “La gran lección es como a pesar de ser una estrella del periodismo mexicano ella no dudó en sacrificar esa fama por el periodismo. Puso por delante que se revelara este texto, a pesar de lo que ello iba a significar. Carmen nos enseñó el lenguaje radiofónico, y el timing político, así como la capacidad de organización.
No es fácil dar lecciones para Lizárraga, un tipo humilde con su trabajo, que empezó como corresponsal del estado de Morelos en una radio. Confiesa que en el afán de cobrar por nota publicada, él hacía muchas notas. “Si no publicas simplemente no comes, y yo tenía que conseguirlas. Esas ganas de hacerlo fue importante. Me gustaba mucho, desde siempre la investigación, y lo que hice fue crear mi método en base a lo que he aprendido. Yo no quería ser reportero”.
El poder siempre te va a responder, siempre va a dar un coletazo, siempre el poder va a buscar la manera de joderte. No es una dictadura militar, no te matan –aunque la situación de México es excepcional y tenemos muertos–, pero te presionan hasta aislarte. Por eso, es importante prepararse mentalmente para las repercusiones y hacer un trabajo tan cuidadoso como para que nadie te desmienta ni una coma. El poder te puede dejar sin trabajo, como es el caso de nosotros. Esto genera una crisis personal, sin duda alguna. Pero hay que resolverla, hay que tener fortaleza interna. Para hacer periodismo de investigación hay que leer mucho, hay que actualizarse todo el tiempo y trabajar en equipo. Los tiempos del lobo solitario ya fueron. Y hay que tener los pies en la tierra.
Termina la entrevista. Lizárraga está orgulloso de su trabajo, pero también enfadado y desilusionado con la situación que le ha tocado vivir. Y a pesar de todo, el periodista cree que este oficio tiene futuro.

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