CLAROSCUROS
Por José
Luis Ortega Vidal
(1)
El PRI es un partido
político.
El priismo es una
cultura política.
La cultura del
priismo está ligada al poder, sí, pero también al retraso democrático; a la
corrupción; a la impunidad; a la injusticia; a la falta de desarrollo; al
abandono social como una práctica de Estado; a la complicidad como una actitud
individual y colectiva que permea nuestros actos cotidianos: tanto en lo
público como en lo privado.
La definición del
priismo como un fenómeno cultural busca explicar cómo un partido político pudo
instaurarse 70 años en el poder en México, quedar fuera de él durante dos
sexenios y volver a su control: con el aval de la mayoría electoral y el fraude
como un cáncer del que nos quejamos pero del que todos –en mayor o menor
medida- tomamos parte.
Más aún: ¿cómo el
partido de la dictadura perfecta ha vuelto al poder, es protagonista de los
fracasos en seguridad, empleo, educación, salud; goza de cabal desprestigio en
el mundo y podría ser el mayor receptor de votos en las elecciones del próximo
7 de junio?
El pasado 20 de
enero del 2015 se dio a conocer esta información:
“La
competencia entre el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el Partido
Acción Nacional (PAN), así como entre el Partido de la Revolución Democrática
(PRD) y Morena, se empezó a cerrar rumbo a las elecciones federales del 7 de
junio, según la encuesta de enero de Parametría y el diario El Financiero.
La medición pone a la cabeza de la próxima
competencia —en la que se renovarán las 500 curules de la Cámara de
Diputados— al PRI, con 31% de la intención de voto; le sigue el PAN, con 27%.
El PRD se sitúa en tercer lugar, con 12%, seguido de
Morena y el Partido Verde Ecologista de México (PVEM) —aliado del PRI—, con 10%
cada uno, de acuerdo con el estudio que tiene un margen de error de +/-2.8%.
Estos resultados muestran una disminución en la
preferencia para el PRI, partido que actualmente controla el 42.6% de la Cámara
baja. El PRD también tendría una menor bancada, pues hasta ahora cuenta con el
20.2% de los legisladores en San Lázaro.
El PAN elevaría su presencia, pues hasta ahora el 22.8%
de los diputados son panistas. Lo mismo el PVEM, que casi duplicaría su
fracción desde el 5.6% que tiene en esta Legislatura.
En el caso de Morena, será la primera vez en que este
nuevo partido participa en una elección.
(2)
A cuatro meses de las elecciones que definirán la Cámara
Baja del Congreso de la Unión y acompañará a Enrique Peña Nieto en la segunda
parte de su sexenio, la encuesta de Parametría y El Financiero dibuja una
tendencia que puede cambiar: a favor o en contra del PRI, pero que difícilmente
le arrancará a dicho partido el primer lugar porque su cómplice el PVEM –con el
10 % de potenciales votos- en realidad es un partido satélite que nace del PRI,
crece dentro del PRI y se alía cada proceso electoral con este partido o con el
PAN; es decir con el ala derecha de la cultura priista o con la derecha
formalmente constituida en el país.
¿Por qué ocurre esto?
Hemos vivido cuatro meses de profundo dolor tras la
masacre de Ayotzinapa; Enrique Peña Nieto tiene el más bajo nivel de aceptación
de un Presidente en la historia de México; las Reformas Estructurales no
responden a las expectativas generadas por los discursos oficiales; la presencia
de un Comisionado en Michoacán fue un fracaso; Guerrero, Oaxaca, Tamaulipas
viven convulsos y son Estados fallidos; Veracruz sufre el incremento de las
estadísticas de secuestros y las muertes violentas no frenan, así como tampoco
los asesinatos, amenazas y toda clase de agresiones –incluyendo las laborales-
a los periodistas jarochos.
Con todo esto, sin embargo, el PRI no luce como un
partido débil que sufra la amenaza clara de perder las elecciones federales del
2015 o las 9 gubernaturas y 17 Legislaturas locales que estarán en juego.
Veracruz nunca ha sido gobernado por un partido distinto
al tricolor y de cara al 2016 nada garantiza que las cosas sigan igual pero al
mismo tiempo nada indica, con certeza, que vayan a cambiar.
(3)
Una de las posibles respuestas a estas interrogantes se
ubica en la apreciación del priismo más allá del PRI.
Pensar en un Estado antidemocrático manejado por un
partido de profunda vocación hacia la corrupción, no explica un fenómeno como
el de la cultura política mexicana.
La sociedad civil que no reacciona a pesar de pagar las
consecuencias de una atrocidad como la descrita líneas atrás, es cómplice
necesariamente de esta circunstancia.
Lo es con su indiferencia y lo es con sus actos.
Aquí, entonces, se inscribe el concepto del priismo como
un fenómeno histórico mexicano.
La de México es una cultura política de tendencia
profundamente corrupta.
(4)
¿Qué es el priismo?
Es muchas cosas y entre ellas es algo de sadomasoquismo
político.
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