jueves, 9 de febrero de 2012

A mi amigo Francisco Diz Reyes

Columna: Déjame que te cuente…

Por Sergio M. Trejo González


Hace un año, fecha que se cumple en este día 9 de febrero, te encontrabas rodeado de familiares y amigos, recibiendo saludos y apretones cargados de cariño. Tus tres hijos cantaban emocionados: Yo soy tu sangre mi viejo…Eran la muestra sincera de afecto que no ha cambiado en los últimos 365 días, por el contrario se ha madurado y enriquecido.
Hoy también recibirás indudablemente múltiples abrazos, solo que ahora los saludos en tu cumpleaños se vienen a sumar y confundir con inclinaciones de pésame y condolencia que durante una semana has venido acumulando. No es fácil la vida, lo sabemos, y lo sentimos, porque duele… Golpes. Yo no sé! “Como si la resaca de todo lo sufrido se empozara en el alma... Abren zanjas oscuras en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte. Y el hombre, pobre! Vuelve los ojos, como cuando por sobre el hombro nos llama una palmada; vuelve los ojos locos, y todo lo vivido se inunda, en la mirada”.

Hace unos días nos levantamos con la infausta noticia de que tres jóvenes estudiantes habían fallecido en un dramático accidente carretero. La angustia invadió muchos hogares. Muchas personas comenzamos a enterarnos sin dar lugar a la realidad que nos lastima entre esos muchachos estaba tu hijo: César Alejandro Diz Jáuregui.
Una semanas antes lo habíamos visto en el hogar de sus apreciados abuelitos y nos costaba trabajo aceptar que hubiera fallecido. Las exequias no terminan aún: Un sepelio concurrido, sentido y muy doloroso, plagado de lágrimas sinceras, derramadas por quienes le conocimos y de quienes mucho apreciamos a tan excelsa familia de los Diz y a las tribus que le rodean y que se acumulan cada día en la admiración y el respeto bien ganado.
Desde el domingo pretérito sabemos que los rezos de su novenario se vienen realizando a las 19 horas en la calle Francisco Javier Mina, en la parte norte de nuestra ciudad. Me he acercado al domicilio un par de ocasiones en tal consternación, sin las palabras eficaces (porque no existen) que pudieran servir de bálsamo para mitigar tanto dolor. No resulta fácil significar un mensaje de penetración ante el sufrimiento de tal magnitud. Quienes hemos cruzado este sendero de luto llegamos a comprender de alguna manera lo importante de la solidaridad y la oración.
Es el cumpleaños de Francisco Diz Reyes, nuestro amigo en infinidad de aventuras alegres, que resulta triste recordar entre las brumas de la circunstancia. Tantas anécdotas de muchos años, que deben ser aliciente al realizar el balance de nuestra existencia, que nos lleva por instantes de felicidad para después vivir momentos y condiciones de extremo sufrimiento.
51 años de vida tendrá ahora mi querido Paco; estará cumpliendo las responsabilidades que tiene como Agente del Ministerio Público Federal en Poza Rica. Rodeado de los expedientes que a diario circulan por un escritorio como el que tiene para despachar. Lejos de sus padres Francisco Diz Herlindo y Alfonsina Reyes de Diz, de sus hermanos Fernando, Jorge, Iván y Norma, que le llamaran seguramente para expresarle su amor. Estarán sus amistades y compañeros de trabajo de por aquel rumbo, que inútilmente intentaran disipar sus pesares; esos que se irán haciendo viejos como nosotros pero que nunca se olvidarán... Con el tiempo se aprende a religar las tribulaciones con nuestras experiencias bonitas y sanas para que no duela mucho la vida.
No podemos sacudir la atmósfera que invade nuestra vida por el deceso de Chalín, muchacho de cualidades humanas y nobles, que veíamos desarrollarse para servir cuando el tiempo se llegara. Hablar de una joven promesa no serviría más que para conmover lo que ya de por sí conmueve nuestro corazón. Por ello, solamente quiero significar a su querido padre, mi amigo Paco Diz, que existe un Dios que nos prestó un ratito a Chalín, para enseñarnos una manera diferente de valorar nuestras vidas. Se lo llevó para que cuando seamos llamados a nuestra verdadera casa, encontremos en el regreso a ese alguien que nos brinde un abrazo cálido en aquel sitio donde nada lastima y nada nos puede hacer daño; ese lugar donde hay una tierra de la que escuché contar en una canción de cuna. Donde los cielos son más azules y los sueños que te atreves a soñar se vuelven realidad. Pídele al Señor, amigo Paco, como lo hago cada vez que extraño a mi padre, a mi hermano y a mi hijo: que algún día se nos permita despertar muy lejos de las nubes, dejándolas atrás, donde los problemas son como gotas de limón lejos, muy por encima de las chimeneas, por donde vuelan los pájaros celestes. Si los cometas vuelan alegremente más allá del arcoíris ¿Por qué nosotros no?
Paco: Mientras se llega ese momento en que nos reunamos con quienes se nos adelantan hacia los terrenos de Gran Manitú, permíteme brindar en tu onomástico compartiendo tu desolación. Para que tu valiosa vida continúe al servicio de quienes necesitan de tu talento, tu vocación y principalmente de tu amistad… estas son las mañanitas que cantaba el rey David.

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